Feijóo arrastra al PP a una espiral de contradicciones
Las negociaciones y pactos con la extrema derecha han mostrado a un PP sin líneas rojas comunes. Feijóo buscaba en la falta de criterio único salir ileso de los pactos con Vox.
Madrid-
El liderazgo de Alberto Núñez Feijóo al frente del PP pivota sobre una máxima que repite, a modo de enmienda a la totalidad del defenestrado equipo de Pablo Casado, desde hace más de un año: cada territorio es autónomo y la dirección nacional no impone nada. Barones y dirigentes populares ofrecen otra imagen: Feijóo no impone, pero "insinúa", coinciden hasta tres presidentes del PP, que definen a un líder de la oposición que, llegado el momento, sí marca el rumbo. Aunque el camino sea una sucesión de idas y venidas, como se ha demostrado en las dos últimas semanas.
Así, el principal mantra de Feijóo de cara a su partido se le ha vuelto en contra a menos de un mes para las elecciones generales del 23 de julio, su única meta. La política interna de 'manos libres' para los territorios en sus negociaciones con Vox que implantó —buscando precisamente no salir salpicado de los pactos con la extrema derecha— ha provocado una espiral de ruido y contradicciones dentro del Partido Popular.
Los traspiés en las negociaciones
Si el PP buscaba pactos discretos con Vox, ha obtenido todo lo contrario. El acuerdo de gobierno de Carlos Mazón en la Comunitat Valenciana, precipitado por la "línea roja" que Borja Sémper impuso desde Génova —primer traspiés en la estrategia de los populares—, prendió la mecha. El dirigente valenciano quiso cerrar rápido el pacto —segundo traspiés— y firmó un acuerdo en el que asumió el discurso ultra de la extrema derecha.
Tanto Feijóo como Mazón, empujado por una dirección nacional muy molesta con algunos términos del pacto que todas formas han respaldado, tuvieron que dejar claro pocas horas después que reconocían la existencia de la violencia machista, borrada del acuerdo de gobierno en el País Valenciá y sustituida por "violencia intrafamiliar".
Las tensiones en el partido a cuenta de los pactos no hacían más que empezar. Mientras el PP, a todos los niveles, hacía malabarismos para justificar el acuerdo de Mazón y seguir vendiendo moderación, en el otro extremo del país todo volaba por los aires. La popular María Guardiola no sólo rompía con Vox, algo que en Génova veían de primeras como una oportunidad para escenificar distanciamiento con los de Santiago Abascal, sino que lo hacía de la forma más tajante posible: "Yo no puedo dejar entrar en gobierno a aquellos que niegan la violencia machista". El traspiés definitivo, porque su partido ya lo había hecho.
Desde la cúpula del PP, desconcertados, improvisaron distintas justificaciones para este doble discurso. Feijóo se escudó en los porcentajes de voto: Vox cosechó un 12% en la Comunitat Valenciana, lo que justificaría su entrada en el gobierno, pero un 8% en Extremadura; el coordinador general del PP, Elías Bendodo, habló de "matemáticas de Estado"; y Sémper, alineado con Guardiola, se refería a los "principios" irrenunciables, según él, del PP.
Feijóo a La Moncloa, el "único objetivo"
El festival de argumentos para justificar la evidente contradicción en la política de pactos del partido duró pocos días, los que hicieron falta que el verso suelto —en ejercicio de la libertad absoluta que Feijóo pregona para sus líderes territoriales— que fue Guardiola durante una semana diese marcha atrás y aceptase la disciplina de partido. "Solo hay un objetivo, que es impedir el Gobierno de España", ha asegurado este martes la misma dirigente que hace días defendía que Extremadura "no se gobierna desde Madrid".
Mientras, Jorge Azcón en Aragón, Fernando López Miras en Murcia y Marga Prohens en Balears, negocian con Vox sus investiduras como presidentes sin que poco o nada trascienda sobre ello. Las formas que le gustan a un Núñez Feijóo que hasta el momento en el que Guardiola señaló la ausencia de líneas rojas ideológicas en el PP veía en las diferentes estrategias de sus candidatos una oportunidad para salir ileso de los pactos con la extrema derecha.
"El jefe es Mazón en Valencia, Azcón en Aragón, la jefa es María Guardiola o López Miras en sus comunidades", sigue defendiendo uno de los más estrechos colaboradores de Feijóo en Génova. Todos son el jefe en un "partido autonomista", aseguran. Un estilo de ejercer el liderazgo que empieza a granjearles críticas. Voces del partido que han estado más de una década con él en la Xunta desde Galicia aseguran que el de la ambigüedad es el terreno "más cómodo" para él.
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