Este artículo se publicó hace 3 años.
Israel y PalestinaClaves para acabar para siempre con la guerra entre Israel y Hamás
El peligro mayor del enquistado conflicto es que vuelva a cerrarse en falso. Para resolverlo satisfactoriamente sería preciso abordar el problema por la raíz, es decir la ocupación. Como Israel no está interesada en una solución, los occidentales deberían
Eugenio García Gascón
Actualizado a
La causa de esta guerra, como de las otras anteriores, es la brutal ocupación de los territorios palestinos invadidos en la guerra de 1967, y que Israel se niega a abandonar. Su objetivo desde aquel año ha sido construir sin descanso en los territorios ocupados y llenarlos de cientos de miles de colonos judíos, en su mayor parte extremistas, así como oprimir sin límites ni piedad a la población palestina.
La causa reciente hay que buscarla en Jerusalén, donde los israelíes aplican a conciencia los pasos necesarios para conseguir su objetivo. Es una situación que Israel no esconde y que la comunidad internacional ha asumido como inevitable. Es más, Occidente financia la ocupación directa e indirectamente, incluso con sus ayudas a los palestinos para que se estén quietos y permitan la expansión israelí.
En la Franja de Gaza el ejército aplica la llamada "doctrina Dahiya", un método que aplicó en los barrios chiíes del sur de Beirut conocidos por ese nombre y que consiste en destruir todas las infraestructuras civiles posibles, especialmente viviendas, hasta arrasar el territorio y "devolverlo a la edad de piedra". La doctrina la definió hace algunos años el anterior jefe del ejército, el general Gadi Eizenkot, justificándola con el argumento de que los civiles apoyan a los "terroristas" y por lo tanto es necesario y legítimo destruir sus propiedades.
Esta doctrina la ha aplicado Israel en numerosas ocasiones en Líbano y los territorios palestinos. La última vez fue en Shuyaiya, un barrio del este de la ciudad de Gaza, en la guerra de 2014, cuando fueron arrasadas centenares de viviendas civiles en represalia por un ataque de las milicias de Hamás contra los soldados invasores en esa zona.
Para salir del atolladero sería necesario que las partes implicadas adoptaran medidas que conduzcan a un alto el fuego, pero es imprescindible que no se pare ahí, sino que se avance para una resolución del conflicto a la luz de las resoluciones internacionales que prescriben una retirada israelí de los territorios palestinos y del Golán sirio.
Sería necesario cuanto antes fijar un calendario para esa retirada que incluyera la evacuación de los colonos que viven ilegalmente en Cisjordania, incluida Jerusalén, y en el Golán. Las políticas de diferir eternamente la resolución del conflicto han sido perjudiciales para todas las partes, incluida Israel, y también para Occidente. No hacerlo sería alimentar el polvorín hasta el siguiente estallido.
A continuación se analiza el comportamiento de algunos agentes en relación a la crisis:
Benjamín Netanyahu
Después de una larga trayectoria como primer ministro, ha dejado claro que su intención es anexionar a Israel todos los territorios ocupados. En su cabeza todo gira en torno a esa meta. Si Netanyahu logra perpetuarse en el poder, algo que estos días está en el aire, la situación seguirá deteriorándose paulatinamente. Es patético que las potencias internacionales pongan alfombra roja a sus políticas contrarias a la justicia y a las leyes internacionales.
Joe Biden
El presidente americano acaba de entrar en la Casa Blanca y se ha encontrado con una bomba que podía estallar en cualquier momento. En sus manos está resolver el conflicto, lo que puede conseguir, a pesar de la enorme presión del lobby judío y de la resistencia que hay en el Capitolio, si utiliza con cuidado tanto la mano izquierda como la derecha. Al menos debería intentarlo, aunque luego fracase. Pero cuando afirma que Israel no está reaccionando desproporcionadamente en sus ataques contra Gaza, nos da una pista de que no quiere ensuciarse las manos.
Unión Europea
Estremece la pasividad de los mandatarios europeos, especialmente de Emmanuel Macron y Angela Merkel, tanto en tiempos de "paz" como de guerra. La lamentable política europea hacia Oriente Próximo no resuelve ningún problema de los que ya existen sino que va creando otros. Los europeos prefieren pagar los platos rotos antes que activar una política seria que iría a favor de sus intereses, y no como hasta ahora. En lugar de meter presión a Netanyahu, los europeos le ríen las gracias y estrechan los lazos políticos, económicos y militares.
Mahmud Abás
El presidente palestino es un títere de Israel al que los europeos financian generosamente para que se esté quieto mientras Israel expande su presencia en Cisjordania. Parece que Abás solo está interesado en hacer un dinerito y en perseguir a cualquier palestino que participe, o simplemente piense, en la resistencia contra la ocupación.
Hamás
Pese a toda la muerte y destrucción que Israel ha causado en la Franja de Gaza, Hamás aparece ante los ojos de los palestinos como victoriosa. La pasividad de Abás y de la comunidad internacional es la que permite que sea así, especialmente en relación con Jerusalén, que ha sido el detonante de la guerra.
Las milicias islamistas han demostrado que entre guerra y guerra no se cruzan de brazos sino que introducen tácticas novedosas que causan más daño a Israel. El resultado es que cada vez son más los palestinos que respaldan a la organización islamista, algo que el propio Netanyahu ha dicho que interesa a Israel.
Palestinos-israelíes
Un factor inesperado de este conflicto es la participación de millares de jóvenes palestinos del interior de Israel. No hay que olvidar que esa comunidad constituye el 20 por ciento de la población y que tienen familia directa entre los palestinos de Gaza que fueron expulsados en la guerra de 1948. Esta intervención de los jóvenes palestinos de Israel ha ahondado en la fractura que hay entre esta comunidad y la comunidad judía, creando una herida profunda que no será fácil curar.
Ningún líder israelí puede
Hace más de cinco lustros hubo un líder que intentó resolver el conflicto, pero fue asesinado en Tel Aviv por un judío nacionalista y religionista en la plaza de Tel Aviv que hoy tiene su nombre, Yitzhak Rabin. Desde entonces nadie lo ha intentado ni lo va a intentar seriamente. Nadie puede ni quiere hacerlo puesto que la sociedad israelí y los políticos que la representan son hoy mucho más extremistas, dejando claro que la solución depende exclusivamente de la comunidad internacional.
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