Este artículo se publicó hace 4 años.
Ayuso exhibe su perfil más ultraconservador siguiendo la estela de Donald Trump
Cercada por una gestión de la pandemia casi catastrófica, la presidenta de la Comunidad de Madrid enarbola un discurso populista en el que el elemento principal es el victimismo del que hace gala a todas horas.
jorge o. maldonado
Madrid-Actualizado a
Cercada por una gestión de la pandemia que roza lo catastrófico, Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, ha aprovechado el reciente debate del estado de la región para reforzar su perfil más conservador y aparecer como la heredera de esa "derecha sin complejos" que en su momento pregonaron a los cuatros vientos José María Aznar y Esperanza Aguirre y que en los últimos tiempos abandera el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Con el coronavirus desbocado en Madrid –el territorio acumula una tercera parte de los contagiados actuales con sólo el 14% de la población española y tiene en estos momentos el mayor porcentaje de camas ocupadas, con un 21%–y ante la petición de explicaciones de la oposición, Ayuso se ha abonado a la estrategia de Donald Trump: enarbola un discurso tan populista como triunfalista, trufado de mentiras y medias verdades, y en el que el ingrediente principal es el victimismo del que permanentemente hace gala, siempre señalando a los otros, a la oposición que según ella no hace otra cosa que ponerle "la zancadilla".
Esta estrategia no es nueva: ya el pasado mes de mayo, durante aquella primera oleada del coronavirus que tenía al país confinado, Rita Maestre, portavoz de Más Madrid, señaló que el victimismo de Ayuso responde a "las campañas clásicas de Trump, de quien incluso copia algunas frases".
Maestre resumió entonces perfectamente ese acercamiento de la presidenta madrileña a Trump, algo que con el paso de los meses se ha ido haciendo cada vez más evidente: "Al igual que Trump, Ayuso se pasa más tiempo en entrevistas y tuiteando que gobernando y no es capaz de llevarse con ninguna fuerza política, no ya con la izquierda, sino con su socio de gobierno, Cs, con quien se pasa el día peleando, o con Vox, su socio externo", apuntó entonces Maestre.
Maestre apuntaba una tendencia que se ha acentuado en los últimos meses y que ha llevado a no pocos analistas a la conclusión de que Ayuso se está convirtiendo en la versión española de Donald Trump. Las coincidencias son notables: al igual que Trump, Ayuso no habla en términos muy amables de los inmigrantes pero niega cualquier atisbo de racismo cuando le preguntan por la cuestión racial; al igual que Trump denuncia "una caza de brujas" contra él de la izquierda al menor contratiempo, Ayuso denuncia "un ensañamiento de la izquierda" hacia ella; los dos hacen de las críticas una cuestión personal: no atacan a sus partidos o a sus ideas, les atacan a ellos por ser como son, porque son víctimas incomprendidas de una izquierda que quiere acabar con ellos. El presidente estadounidense, Donald Trump, ha llegado incluso a comparar la lucha de Estados Unidos contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial con sus esfuerzos para "vencer a la extrema izquierda".
Siguiendo la estela de Trump, el verano de Ayuso ha transcurrido entre ataques y críticas constantes al Gobierno de Pedro Sánchez y a los partidos de izquierda, anuncios de medidas que nunca terminan de llegar, disputas internas en su Gobierno –convertido en poco menos que un gallinero– y lamentos casi diarios por la poca colaboración que dice encontrar para sacar adelante sus propuestas, que por otra parte han brillado por su ausencia o por su retraso. Porque la sensación que ha dado la presidenta madrileña, pese a que es una experta en atribuirse méritos, es la de ir siempre a remolque de la realidad, lo que ha provocado que esté permanente justificándose.
"Se pasa más tiempo en entrevistas y tuiteando que gobernando y no es capaz de llevarse con ninguna fuerza política", dijo en su día Rita Maestre
Sin embargo, ni siquiera para justificarse Ayuso se ha mostrado débil o conciliadora. No, ella es la derecha sin complejos, la que piensa que la mejor defensa es un buen ataque al rival político. Para ello recurre a un lenguaje agresivo, grandilocuente y premeditadamente exagerado, replicando lo que se afirma en los medios más conservadores aunque en muchos casos se trate de medias verdades cuando no de datos directamente falsos. Puro trumpismo.
Ayuso no admite errores. En su mente ella siempre tiene razón y si la realidad le lleva la contraria, simplemente niega esa realidad –sirva el ejemplo de las residencias, negando la enorme mortalidad provocada por el coronavirus en los centros de mayores de Madrid– y se presenta como víctima de la misma.
De hecho, en los dos días que duró el debate en la Asamblea de Madrid, Ayuso puso más empeño en denunciar supuestas "campañas de difamación y desprestigo" contra ella que en hacer propuestas concretas. "La izquierda nunca me ha aceptado"; "Si Madrid se hunde, se hunde España"; "Nunca me toleraron"; "A la izquierda no le interesa la Comunidad de Madrid más que cuando gobiernan ellos". Estas fueron algunas de las frases que pronunció Ayuso y que le sirvieron para esquivar la rendición de cuentas. "El virus no lo inventé yo", dijo como guinda al pastel, como si ya no fuera necesario decir nada más.
Antología del disparate
En la mente de Ayuso el virus lo trajo la manifestación del 8-M y en esta nueva oleada, la inmigración. La culpa es siempre de los otros, ella nunca asume la responsabilidad. Sus declaraciones en estos dos días dan para otra antología del disparate, la mayor de ellas la de atribuir los contagios por coronavirus en los distritos del sur de Madrid –la zona mas afectada– al "modo de vida que tiene nuestra inmigración".
Una declaración xenófoba y sin ningún fundamento pero que coincide con lo que el día anterior afirmó el locutor Federico Jiménez Losantos al señalar a los latinoamericanos por sus "costumbres poco higiénicas para la pandemia", lo que invita a suponer que, al igual que hace Trump con la cadena ultraconservadora Fox News, Ayuso también repite como un mantra los argumentos más ultras de los medios.
En este sentido, el sindicato Comisiones Obrera cree que "Ayuso actúa al dictado de la caverna mediática del PP y se alinea con los postulados más retrógrados y xenófobos de la ultraderecha, en una estrategia para reforzar su alianza parlamentaria ante la debilidad de su gobierno y las amenazas de moción de censura".
"Ayuso actúa al dictado de la caverna mediática del PP y se alinea con los postulados más retrógrados y xenófobos de la ultraderecha", dice el sindicato CCOO
En ese intento de mostrarse fuerte, Ayuso se ha acercado peligrosamente a los postulados de Vox. No sólo ha acusado a los inmigrantes de propagar el virus, sino que también ha negado el carácter racista de una agresión en el Metro de Madrid por parte de tres chicas adolescentes a una pareja de latinoamericanos. Pese a los evidentes insultos racistas y de que las chicas ya hayan sido acusadas por la Fiscalía por un supuesto delito de odio, Ayuso ha dicho que esta agresión no es sólo "una cuestión racista" y la ha achacado a "descomposición familiar, drogas y otras adicciones como a las nuevas tecnologías".
Mientras tanto, cumpliendo otra norma básica del manual de la buena trumpista, Ayuso busca distraer la atención sobre su gestión de la crisis sanitaria con el anuncio de iniciativas marcadas por el populismo: anuncia una bajada de impuestos que beneficia especialmente a las rentas más altas en un momento en el que hacen falta todos los recursos para hacer frente a la crisis generada por la pandemia; se compromete a blindar la escuela concertada pese a que ésta no está en peligro y mucho menos en Madrid; crea un teléfono contra la ocupación de viviendas y magnifica un problema que en realidad no es tan grave; anuncia ayudas en los comedores escolares para los hijos de policías y guardias civiles en lugar de fijar un criterio por ingresos económicos y finalmente anuncia un refuerzo de la Atención Primaria, que en cualquier caso llega tarde después de seis meses de pandemia.
Así es el manual político de Isabel Díaz Ayuso: un trumpismo cañí aderezado con una dosis de xenofobia, otra de liberalismo y otra extra de victimismo, tanto que a veces parece que ella es la única víctima de la pandemia.
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