Opinión
Podemos ganar
Por Pablo Echenique
Portavoz de Unidas Podemos en el Congreso
Yo no me metí a Podemos para tener razón o para mantener la pureza ideológica. Para eso, ya existían otras opciones. Yo me metí a Podemos para ganar. Y no es una cuestión de competitividad o de ambición, porque esto no es un deporte. La contienda política no va de que te den una medalla o de subirse a un podio. La contienda política —al menos, para mi— va de reorganizar la sociedad para que todo el mundo pueda tener una vida digna, segura, completa y feliz. Lo que pasa es que, para hacer esa reorganización, hay que ganar. Y, cuando digo ganar, no me refiero solamente a las elecciones. Ganar es también democratizar el Estado y que todo el mundo, independientemente de su nivel socioeconómico o de sus apellidos, pueda formar parte de la judicatura o del alto funcionariado. Ganar es también avanzar en la batalla cultural y que empiece a haber algún medio de comunicación de masas que no sea de derechas. Ganar es también —y muy especialmente— que se creen potentes movimientos sociales con muchas manos, muchas cabezas y raíces profundas en cada barrio que tiren de algunos gobiernos y que empujen a otros. Ganar no es solamente ganar las elecciones. Ganar es ganar en serio. Porque, si solamente ganamos las elecciones y llegamos hasta ahí, entonces cualquier avance que consigamos para nuestro pueblo corre el riesgo de ser flor de un día. Yo me metí a Podemos para ganar en serio y para ganar rápido. Esto es importante también. Porque los nadies, las explotadas, los que tienen que elegir entre poner la calefacción o llenar el plato, esos tienen prisa; y yo esa prisa la hago mía. Yo me metí a Podemos porque no me vale con ganar de aquí a dos décadas. Hay millones de compatriotas que no pueden esperar dos décadas —ni un mes— y, por eso, tiene que ser ya.
Y ahora que se está reconfigurando "la izquierda" —y como siempre que se reconfigura "la izquierda"—, buena parte de los debates son sobre la estrategia a seguir. Ahora que hay dudas e incertidumbres sobre el futuro, mucha gente se pregunta: ¿cómo hacemos para ganar? ¿Cómo nos organizamos si queremos ganar? ¿Qué programa debemos tener, qué alianzas, qué discurso, qué liderazgos si queremos ganar? Es lógico y es bueno que nos hagamos estas preguntas y tiene todo el sentido que tomemos las decisiones importantes teniendo en cuenta las respuestas. Y es verdad que todo el mundo puede opinar y es verdad que los de Podemos todavía no hemos ganado. Eso es bien cierto. Pero también es cierto que —con todo el respeto a los camaradas que vinieron antes— las gentes de Podemos hemos llegado más lejos que nadie en los últimos 40 años. Me parece que esto es algo indiscutible y que —por eso mismo— los aprendizajes que hemos obtenido, las estrategias que hemos seguido y las dicotomías que hemos enfrentado en este viaje tienen un cierto valor. Desde ahí —desde ese sitio concreto—, yo estoy convencido de que todavía podemos ganar.
Si no pedimos ni un euro a los bancos, si seguimos sin cruzar ninguna puerta giratoria, si continuamos siendo tan insobornables que ni siquiera nos intentan comprar —porque tienen clarísimo quiénes somos—, si evitamos cualquier deuda (del tipo que sea) con los poderosos que siempre han mandado en España sin presentarse a las elecciones, si tenemos las manos libres y solamente nos debemos a nuestra militancia y a la gente que nos ha votado, si nunca nos equivocamos de bando, entonces podemos ganar.
Si no dejamos de decir las verdades difíciles, si les contestamos que "ruido" es desahuciar a una familia con dos niños y no meter una enmienda para paralizar los desahucios, si entendemos que la única forma de que la mayoría de los poderes mediáticos dejen de intentar destruirnos y empiecen a cuidarnos es abandonar toda voluntad de modificar la correlación de fuerzas y —por tanto— de transformar la sociedad, si no nos plegamos al furor bélico hegemónico y seguimos demandando la paz, si nos tapamos bien los oídos para no escuchar los cantos de sirena que nos llegan por las pantallas y por las columnas de opinión, si seguimos señalando a los que intoxican, manipulan y difunden falsedades como lo que son, como una amenaza a la democracia, si respetamos a los periodistas honestos —que son muchos— pero no callamos ante los periodistas corruptos que, a pesar de que sea muy burdo, van con ello, si no agachamos la cabeza ante el chantaje de su "plata o plomo", entonces podemos ganar.
Si tenemos claro que somos una fuerza popular, si no olvidamos nunca a quiénes representamos, si seguimos consiguiendo que los nadies entren al Congreso de los Diputados y —con toda la legitimidad de las urnas— miren a los ojos a los escaños de los niños de papá, si somos el canal de las demandas de la sociedad civil organizada, si ponemos la democracia por encima de la tecnocracia y somos conscientes de que los asesores técnicos no están para decir lo que hay que hacer sino para decir cómo se hace lo que el pueblo está pidiendo, si no olvidamos que solamente con el empuje de los movimientos en la calle se puede implementar una agenda transformadora desde el gobierno, si dejamos que sus lobbies sean la CEOE, el IBEX35 o el oligopolio eléctrico y que los nuestros sean la PAH, las Kellys o el Sindicato de Manteros, entonces podemos ganar.
Si defendemos con fiereza el derecho de los de abajo de acceder a todos y cada uno de los lugares de poder que democráticamente nos correspondan, si les decimos con la cabeza alta y la voz firme que queremos el pan, pero también las rosas y también el bastón de mando, si no aceptamos sus reglas del juego mafiosas que un día nos intentan excluir del gobierno y otro día ponen un veto-cacería sobre una magistrada honesta, si no nos dejamos quebrar, si tenemos claro que nos queremos sentar en la mesa de los mayores porque ese sitio es tan nuestro como suyo y porque solamente desde ahí se puede mejorar la vida de la gente y se puede blindar que los cambios sean permanentes, si tenemos voluntad de poder, entonces podemos ganar.
Si recordamos que venimos de las plazas, si continuamos con nuestra forma valiente de hacer política que nos ha permitido romper el bipartidismo, echar a M. Rajoy de la Moncloa y formar el primer gobierno de coalición desde hace más de 80 años, si tenemos memoria de todo lo ocurrido a lo largo de estos años y —mientras peleamos duro para ganar batallas concretas para la gente trabajadora— alzamos la mirada larga hacia el horizonte feminista y verde, socialmente justo y plurinacional, democrático y republicano hacia el que caminamos con paso firme, si no olvidamos quiénes somos y para qué estamos aquí, entonces —y sólo entonces— podemos ganar.
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