Opinión
La masacre de Srebrenica, 25 años después
Por José Antonio López Jiménez
Profesor de Derecho Internacional Público y Universidad Pontificia Comillas
Este año 2020 se conmemora el 75º Aniversario de la creación de Naciones Unidas y también, por desgracia, recordamos en estos días uno de los episodios más oscuros de la historia de la organización: el genocidio perpetrado contra la población bosnio-musulmana en el enclave de Srebrenica.
Declarada zona segura por la ONU en el mes de abril de 1993 junto a otras poblaciones –como Zepa y Gorazde–, las fuerzas de UNPROFOR asumieron la responsabilidad de proteger a la población civil, al amparo de la resolución 819 del Consejo de Seguridad. Sin embargo, tras el ominoso episodio desarrollado entre los días 10 y 14 de julio de 1995, se iniciaría el largo y espinoso proceso de delimitación de responsabilidades sobre la comisión del genocidio perpetrado en Srebrenica –por acción u omisión– y del que la propia organización no quedó excluida.
La agresión por parte de las milicias serbo-bosnias, al mando del general Ratko Mladic, se produjo en el contexto del complejo conflicto que se estaba desarrollando en la República de Bosnia-Herzegovina desde su declaración de independencia en 1991 y su posterior reconocimiento internacional mayoritario por parte de la comunidad internacional durante el mes de abril de 1992.
La contienda bélica entre bosnios, serbios y croatas por hacerse con el control territorial de las localidades en las que constituían la mayoría étnica fue muy cruenta.
La forma esencial de expulsar y expropiar a la población del resto de las minorías étnicas utilizó como herramienta básica las denominadas “operaciones de limpieza étnica”.
En Srebrenica el grado de violencia alcanzado fue brutal. En una acción previamente planificada por Radovan Karadzic –el líder político de los serbo-bosnios en la autoproclamada República de Sprska, entidad Serbia en Bosnia–, ejecutada por Mladic el 11 de julio con la pasividad del escaso contingente holandés de UNPROFOR, la población civil bosnia, unas 30 000 personas, que se había hacinado en un enclave declarado como seguro y al margen de acciones militares por parte de Naciones Unidas, quedó desamparada en manos de los tropas serbias.
Los hechos son conocidos y fácilmente localizables en multitud de vídeos. Mladic pronunció ante las cámaras de televisión su plan: “Ha llegado el momento de vengarse de los musulmanes”.
Enterrados en fosas comunes, la labor de la identificación de las víctimas todavía continúa debido a la dispersión de los restos de un mismo cuerpo en diferentes sitios.
Los Acuerdos de Dayton confirmaron las conquistas territoriales realizadas a través de las operaciones de limpieza étnica, y Srebrenica quedó integrada en la República Serbia de Bosnia (Sprska); además conformaron una Bosnia-Herzegovina confederal con tres entidades étnico-territoriales: bosnia, serbia y croata.
El origen de la Corte Penal Internacional
Las consecuencias más notables derivadas de este acontecimiento fueron varias y reseñables desde el ámbito del Derecho Internacional contemporáneo.
En primer término, la creación ad hoc por parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas del Tribunal Penal para la Antigua Yugoslavia, con un mandato preciso en torno a unas categorías de crímenes específicos (genocidio, contra la humanidad y de guerra). Examinó 161 casos dictando 90 condenas y estuvo desarrollando su labor desde que fue creado, en el año 1993, hasta finales de 2017. Entre las más destacables se encuentran las respectivas sentencias de cadena perpetua de Mladic y Karadzic. Fue el antecedente inmediato de la actual Corte Penal Internacional que, creada mediante el Estatuto de Roma de 1998, comenzó su actividad de carácter permanente en el año 2002.
La cuestión de las responsabilidades individuales se ha sustanciado en buena medida. No ha sucedido lo mismo con los Estados involucrados y con Naciones Unidas. Más allá del Informe de su Secretario General, Kofi Annan –publicado en 1999– en el que se reconocieron errores y deficiencias en el mandato del Consejo de Seguridad y en la cadena de mando de UNPROFOR, no se adoptaron medidas específicas de reparación derivadas de la aceptación de responsabilidad.
Únicamente han prosperado algunas demandas individuales de familiares de las víctimas presentadas en Holanda por la actuación de sus cascos azules durante aquellos días de julio de 1995, así como la dimisión del gobierno neerlandés tras la publicación del Informe Niod.
Cada 11 de julio se realiza una ceremonia en el Memorial de Potocari con la inhumación de los restos que continúan identificándose 25 años después. Las heridas abiertas y las relaciones entre las dos comunidades étnicas (serbia y bosnio-musulmana) distan mucho de la normalidad en la convivencia.
Ojalá este nuevo aniversario sirva para rendir homenaje a las víctimas de un genocidio que cerró el siglo XX europeo en el mismo lugar en el que se inició la Primera Guerra Mundial, tras el asesinato en Sarajevo del archiduque Francisco de Austria.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation
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