Opinión
¿Una guerra nuclear en Ucrania?
Por Pablo Del Amo
Desde que Rusia invadió Ucrania el 24 de febrero, la retórica sobre el uso de un arma nuclear ha aumentado considerablemente. No solo Vladímir Putin ha amenazado con su uso, sino que otros líderes mundiales como Joe Biden o Emmanuel Macron también han evocado el tema. La discusión nuclear ha adquirido cierta normalización en el debate público, lo que deja claro que la situación mundial se ha tensionado considerablemente. Si bien la amenaza nuclear, de momento, supone un riesgo lejano, no es una cuestión a tomarse a la ligera y, ciertamente, no es un peligro que deba descartarse.
Las armas nucleares suponen el instrumento militar más destructivo en el mundo y, actualmente, tienen una función de disuasión. Es decir, las potencias nucleares son conscientes de que su uso conllevaría la destrucción mutua, o que al usar un arma nuclear la respuesta sería tan colosal que los posibles beneficios de utilizarla quedarían opacados por la devastación resultante.
Cada Estado tiene su propia doctrina nuclear que, principalmente, sugiere su uso ante una "amenaza existencial" o ante otro ataque nuclear. La doctrina nuclear rusa establece que se podría utilizar el arma nuclear ante un ataque convencional que amenace la existencia de Rusia. En su caso, la clave estaría en la definición de qué es para Moscú una "amenaza existencial".
Actualmente, podría decirse que la disuasión nuclear está funcionando: la OTAN no se ha implicado directamente en Ucrania ni Rusia ha atacado territorio de la Alianza Atlántica, ya que ninguno de ellos desean una mayor escalada. La disuasión nuclear supone la existencia de un cierto compromiso entre ambos bandos, algo que también se pudo ver en distintos conflictos durante la Guerra Fría.
Como los intereses más esenciales de Rusia no están en juego en Ucrania, Moscú se habría limitado a amenazar para disuadir a los países occidentales de implicarse directamente en la guerra.
Sin embargo, aunque la amenaza del uso del arma nuclear por parte de Rusia es muy baja, una escalada en Ucrania podría cambiar los parámetros para que en Moscú se considere que está habiendo un peligro "existencial".
En ese sentido, la amenaza a la integridad territorial de Rusia es una línea roja que han subrayado los líderes del país. No se contemplaría como tal la anexión reciente de los oblast ucranianos -véase, por ejemplo, la retirada rusa de Jersón-, sino la amenaza a la península de Crimea y, por supuesto, a las fronteras rusas reconocidas internacionalmente.
Hay que recordar que Crimea no solo tiene un valor simbólico e histórico muy potente para Moscú, sino que tiene una posición estratégica clave para dominar el mar Negro, ya que en Sebastopol está la base naval rusa más importante de la zona. La amenaza real a la península, un objetivo ucraniano en la guerra, sí que podría desencadenar una respuesta nuclear rusa. Aun así, todo ello debería ir acompañado de una situación catastrófica del Ejército ruso en Ucrania y la percepción en el Kremlin de que su régimen está en proceso de colapso. Es decir, una amenaza directa a la posición de Vladimir Putin y todo el régimen ruso.
En ese escenario, las opciones para Moscú podrían ir desde el uso de un arma "táctica" nuclear (de corto alcance y con un objetivo específico) o una explosión simbólica nuclear a gran altura o en mar abierto. Ciertamente, la más probable quizás sea la segunda opción, ya que el uso de un arma táctica no parece la opción más eficaz para cumplir los objetivos militares y políticos rusos. La explosión, sin embargo, sería con el objetivo de asustar a Ucrania y a Occidente conllevando un peaje considerablemente menor.
¿Qué respuesta llegaría desde Occidente? Lógicamente, Estados Unidos, como principal potencial mundial y primer garante del sistema internacional, deberá responder proporcionalmente al uso de un arma nuclear por parte de Rusia. No solo por la ruptura del tabú nuclear, siendo seguramente el evento más importante desde la Segunda Guerra Mundial, sino por el hecho de que, si el uso de un arma nuclear se revela exitoso en el campo de batalla, eso llevaría a una proliferación mundial.
Por su parte, la OTAN no podría permitirlo y, por tanto, la respuesta tendría que ser lo suficientemente grande como para que sirviera de disuasión. La Alianza Atlántica podría destruir la flota rusa en el mar Negro y al Ejército ruso en Ucrania por medios convencionales. Por lo tanto, no está claro que se llegase a responder con el uso del arma nuclear. Se trata de un escenario catastrófico y que resultaría en el mayor punto de tensión de lejos de nuestra historia reciente.
Por recalcarlo una vez más, la amenaza del uso de un arma nuclear es muy bajo, pero eso no quiere decir que el riesgo sea cero. Putin es consciente de los riesgos, tanto por la respuesta de la OTAN como por el daño internacional que perdurará en el tiempo hacia su figura y Rusia. La cuestión principal a tener en cuenta es el desarrollo de la guerra en Ucrania, en concreto, el alargamiento del conflicto como variable que escale el conflicto y derive en un aumento de la amenaza del uso del arma nuclear.
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