Opinión
La externalización que Sánchez enseña a Meloni
Directora de la Fundación PorCausa
-Actualizado a
En términos de debate migratorio empezamos el año con las mismas cantinelas que lo acabamos, hablando de la ruta canaria como si fuera algo inexplicable e inevitable, cayucos que llegan y otros que desaparecen arrastrando a decenas de personas al fondo del mar. Mientras tanto, los voceros de derecha y extrema derecha se empeñan en contar una historia en la que Giorgia Meloni, en un movimiento epifánico, ha encontrado la solución universal para acabar con la migración. Estas voces suplican a Sánchez que se abra a la sabiduría de Meloni y que aprenda, sin saber que fue nuestro presidente el que enseñó gran parte de lo que sabe a la lideresa italiana.
La palabra "externalización", así a secas y referida al control migratorio, que en inglés es externalization y no outsourcing, es un neologismo de nuestros tiempos que se refiere al acto de desplazar los límites de una frontera nacional a otros países terceros. Esto se hace a base de dinero público, ese que depende de nuestros impuestos. Este dinero se entrega a esos países que controlan nuestra frontera en nuestro lugar. Como todavía queda un poco, muy poco, de pudor, todo se hace a través de acuerdos de cooperación internacional. Amparados por ese escudo colonizador tan aceptado que dice que hay que "ayudar" a los países más pobres, España lleva desde los años 90 soltando pasta y recursos a países del norte de África y del Sahel, empezando por Marruecos, pero siguiendo por Mauritania o Senegal. La externalización antimigratoria es una práctica made in Spain. España también anda por ahí construyendo cárceles en territorios extranjeros, llamándolas centros -de acogida- de atención temporal -de recepción, de detención-. La palabra centro está convenientemente manida y la de cárcel francamente infrautilizada, por lo que decíamos del pudor.
Los últimos años de Gobierno de Sánchez, el gasto en externalización se ha disparado, consiguiendo potencialmente, como Meloni, frenar temporalmente ciertos flujos. Los pasos por el Estrecho se han reducido a mínimos históricos. Pero claro, estamos en manos del régimen de Marruecos, que de vez en cuando da algún susto para recordar que el control de la frontera es suyo. Y eso sí, las personas que habitan en las zonas fronterizas del lado marroquí describen la situación como de una tensión insostenible, y muchas voces relatan una desesperación que puede acabar desbordando y empujando a más gente a abandonar el país.
En Mauritania acaban de aprobar una nueva ley antimigratoria que obligará a las personas que residan en el país sin papeles a pagar multas astronómicas con penas de cárcel si no se abonan. Ya sabíamos, gracias a las investigaciones de la Fundación porCausa, que este país tiene varias cárceles de migrantes pagadas por nuestro Gobierno, en las que hay hombres, mujeres y niños que luego son tirados al desierto, todo esto con el apoyo de nuestras fuerzas de seguridad, desplazadas a la región, y los materiales suministrados directamente entre otras por la FIIAPP, una agencia española de cooperación internacional. Debido a estas acciones, muchos migrantes que llegaban al país decidieron tomar la ruta canaria, empujados por el miedo a ser encarcelados o abandonados, en muchos casos maniatados, en el desierto. En Senegal, otro tanto de lo mismo. El año pasado la Fundación porCausa demostró que el Gobierno corrupto de ese país, que después fue derrocado, usaba los materiales proporcionados por el Gobierno español para ejercer represiones contra los manifestantes. Mucha gente huyó del país en aquel momento, también por la ruta canaria.
La externalización es por lo tanto una estrategia de prueba y error carente de reflexión y que da lugar a situaciones de descontrol imprevisibles. Y en ese caos, que los gobiernos van sorteando sin piedad, mueren miles de personas todos los años entendiendo esto como un daño colateral. Y así, Meloni aquí no ha inventado nada: ya se lo encontró todo montado. Solo ha pagado más dinero y ha bajado más los estándares de humanidad del sistema. Antes los guardacostas libios se cortaban a la hora de disparar a los barcos de migrantes, por el qué dirán, ahora disparan de forma regular, posiblemente porque así se lo han sugerido. La única cosa quizás innovadora de Meloni es que quiere abrir las cárceles en otro país, pero para llevar ahí a gente que ya ha llegado a Italia. En España, directamente no les dejamos entrar. Igualmente tampoco es tan original, porque es una copia barata de la medida del gobierno británico, que pretendía mandar a las personas migrantes a Ruanda.
Así que este año hay mucho trabajo por delante con este tema de la externalización. Porque obviamente las medidas puestas en marcha no son sostenibles y los gobiernos y las dictaduras africanas que gestionan las fronteras de Europa en breve empezarán a pedir cosas, o habrá alguna masacre y tendremos que llevarnos las manos a la cabeza y seguir contándolo. Porque la gente seguirá migrando, aunque sea con las reglas de los juegos del calamar; las tienen que aceptar, porque migrar de forma regular desde estos países es prácticamente imposible. Y la derecha seguirá aplaudiendo a Meloni o cualquier otro líder de su ramo por sus políticas y acciones inhumanas, ineficaces, que nos empujan al descontrol y el caos, y que han aprendido de un gobierno supuestamente de izquierdas.
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