Opinión
La sequía plantea restricciones a la nube
Por David Bollero
Periodista
Los centros de datos son grandes devoradores de energía. Lo expusimos en este espacio al abordar la explosión de datos que vivimos. A fin de cuentas, cada película que vemos en una plataforma digital, cada canción que escuchamos en internet o nuestro correo electrónico está en la nube, que no es otra cosa que un centro de datos en algún lugar del mundo. Sin embargo, la electricidad no es lo único que consumen, también enormes cantidades de agua para refrigerar sus servidores. Un único centro de datos puede consumir cerca de 25 millones de litros al año, según estudios de firmas como Uptime Institute, algo que puede crecer exponencialmente con la potencia de procesamiento que requiere la Inteligencia Artificial (IA).
En plena sequía en buena parte del mundo, seguimos sin mirar lo suficiente a los centros de datos, a pesar de que sus sistemas de refrigeración son grandes consumidores de agua. Dado que emplean diferentes tipos de sistemas de enfriamiento, que en algunos casos utilizan también el agua para generar electricidad y, sobre todo, que no son transparentes en sus consumos –lo que nunca es buena señal-, se manejan estimaciones aproximadas.
En este sentido y dada esta opacidad, de poco sirven iniciativas puestas en marcha como la de la Organización Internacional de Normalización (ISO), que reconoce la métrica de la Efectividad del Uso del Agua (WUE, por sus siglas en inglés). A través de WUE se persigue determinar la relación entre el agua consumida por el centro de datos y su uso de energía, pudiendo así determinar qué métodos de enfriamiento son los más apropiados para cada instalación.
Aunque solo sean estimaciones, éstas son lo suficientemente inquietantes para llamar a la acción, a pesar de que una publicación en Nature revelaba que hasta el 57% del agua empleada puede ser potable. La alternativa en el caso de refrigeración con agua es clara: aguas regeneradas, como de hecho ya se utiliza en el riego de muchos campos de golf, si bien es cierto que incluso en esos casos debería primar la racionalidad en el consumo. La construcción de centros de datos submarinos es otra de las alternativas que se ha puesto encima de la mesa en alguna ocasión, aprovechando las bajas temperaturas de las profundidades marinas. Sin embargo, las complejidades técnicas y el incremento de los costes –que posteriormente se amortizarían con el ahorro energético- se presentan como barreras a esta opción.
Tomar medidas se hace imperativo, tanto en las instalaciones ya en funcionamiento como en los de nueva construcción. En EEUU, donde se encuentran buena parte de los centros de datos, encontramos que alrededor de una quinta parte de ellos se nutren de cuencas hidrográficas que sufren estrés hídrico moderado o alto. La ubicación, por lo tanto, importa y mucho, lo que está creando conflictos con gobiernos locales y activistas ecologistas. En este sentido, construir centros de datos en climas más fríos es beneficioso, dado que es posible utilizar el aire del exterior para enfriar los servidores; ya existen experiencias exitosas al respecto. De hecho, este tipo de instalaciones son las que presentan un índice WUE más bajo.
Por otro lado, adaptar los centros de datos más antiguos es más complejo puesto que, en la mayoría de los casos, cuando fueron diseñados no se tuvo en cuenta la eficiencia del agua que se haría imperativa. A pesar de ello, urge modernizar sus sistemas de refrigeración para hacerlos más eficientes, más sostenibles en un entorno en el que la escasez de agua cada vez es más notoria.
Los legisladores tienen mucho que decir, comenzando por exigir a los grandes multinacionales que abran sus libros y sean transparentes en sus consumos de agua y energía. Asimismo, en lugar de entregarse al júbilo inicial –por la generación de empleo- cuando se anuncia la construcción de un nuevo centro de datos, las autoridades deberían tener en cuenta los factores medioambientales para la otorgación de la licencia de construcción.
Esa sombra del legislador sobrevuela sobre los grandes operadores, pero no termina de aterrizar y, de hecho, éstos han intentado adelantarse con una autorregulación que, vista la opacidad, no es tal. El mejor ejemplo lo encontramos en Europa con el Pacto de Centros de Datos Climáticamente Neutrales, suscrito en 2021 por cerca de 70 operadores de la talla de Google, Amazon, Microsoft, Equinix o DRT, entre otros. Existe cierta desconfianza sobre estas prácticas de autorregulación –a la que se acaba de adherir la Asociación Española de Data Centers (Spain DC)- por su tufo al denominado greenwashing, por lo que una legislación clara habría de ser la mejor solución.
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