Opinión
Si el muro de Berlín pudiera hablar...
Por Jana Kluiber
-Actualizado a
Jana Kluiber (@JanaKluiber)
Este 9 de noviembre hace justo 30 años que cayó el muro de Berlín. Todavía quedan pedazos de este muro en la capital alemana, lleno de mensajes de paz y solidaridad humana. Cuando estoy en Berlín, me gusta pasear por ahí y mirar a toda la gente que los lee. Me da una sensación de tranquilidad, porque entonces me parece que todos estamos de acuerdo en que nunca más queremos un muro así.
Como el muro de Berlín fue la materialización del enfrentamiento de ideologías políticas y las respectivas superpotencias durante la Guerra Fría, es un muro especialmente simbólico. Nos hace recordar que al final, son las personas las que sufren las luchas por el poder, no los políticos que las libran. En el caso del muro de Berlín, fueron miles de alemanes quienes, de la noche a la mañana, se vieron separados de sus familias, sin poder llegar a sus trabajos y en los casos más absurdos, sin poder siquiera salir de las puertas de sus casas porque la vereda pertenecía al sector oeste, mientras que el edificio estaba en el sector este.
Levantar este muro fue un trabajo de precisión meticulosa: en la noche del 13 de agosto de 1961, en tan solo cinco horas, se cortaron 81 calles, se ocuparon 13 estaciones de metro, se destruyeron los raíles de los trenes y se instaló una frontera provisoria a lo largo de toda la línea que separaba la zona este de la zona oeste de Berlín. A las seis de la mañana, cuando amaneció en la ciudad, los berlineses se vieron rodeados por kilómetros de alambre de espino, reforzados por tanques y guardias fronterizos.
En los siguientes 28 años que Alemania estuvo separada, el muro produjo una serie de absurdos que, para mí, que pertenezco a la generación postmuro, son difíciles de asimilar. Por ejemplo, los así llamados Westpakete, paquetes con café, chocolate, ropa y otros productos difíciles de conseguir en la RDA, que las familias mandaban a sus seres queridos en el Este. O la historia del niño que se ahogó en el río fronterizo porque nadie se atrevió a lanzarse al agua, es decir, a la frontera, para salvarlo -tampoco los guardias fronterizos-. Por cierto, preferiblemente mandaron a soldados con hijas e hijos pequeños a guardar el muro, porque estos eran menos propensos a escaparse al Oeste, por no abandonar a sus familias. Me parece absurdo también que en Berlín exista el Ostel Hostel con decoración interior estilo RDA, que en su página web te invita a imaginar que el muro de Berlín todavía existiera.
Yo no me quiero imaginar ningún muro. Ni en Berlín, ni en algún otro lado del mundo. Resulta que tampoco hace falta: existen bastantes vallas reales como para añadir ejemplares imaginarios. Muchas de ellas se han construído en los últimos 30 años. Algunas con fondos de la Unión Europea, es decir, con nuestros impuestos, gestionados por políticos que nosotros votamos. Me pregunto si son las mismas personas que, en la euforía de la noche de aquel 9 de noviembre 1989, escalaron el muro y abrazaron a desconocidos, quienes hoy en día votan a partidos que defienden la necesidad de muros para nuestra seguridad. O si son las mismas personas que viajan a Berlín y dan un paseo por la East Side Gallery, contemplando los mensajes de paz y solidaridad humana. Porque cuando camino por ahí, siempre me parece que todos estamos de acuerdo que nunca más queremos un muro así.
Cuando camino por ahí, también suelo ver muchos españoles, y me alegra escuchar su idioma, que tanto me gusta, en Alemania. Qué suerte que no haya ningún muro que nos separe. Tengo la esperanza de que algunos de estos españoles hayan llevado los mensajes del muro de Berlín a España y los contemplen antes de votar mañana. A lo mejor tú eres uno de ellos. Por favor, no me decepciones. No votes por muros, estén fuera o dentro de Europa. Lo único que protegen son los intereses de la industria que se ha creado a su rededor.
Y por favor, no pienses que no puedes hacer nada y que da igual a quien votas. Vivimos en una democracia: la decisión que tomas frente a las urnas hace una diferencia. Eso también lo dice el muro de Berlín.
Jana Kluiber colabora con la la Fundación porCausa en investigación y análisis del discurso sobre las migraciones.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.