Opinión
Israel 2024: todos sabemos algo más sobre genocidios
Por Pedro López López
Profesor (jubilado) de la Universidad Complutense de Madrid
Activista de derechos humanos
Sé que estas palabras son prácticamente un desahogo ante la impotencia que siente un ciudadano “normal” contemplando desde la distancia un genocidio de manual, como han señalado organizaciones de derechos humanos y juristas de relieve, quizás la más pertinente para el caso Francesca Albanese, relatora de Naciones Unidas para los territorios palestinos ocupados. Aunque no se trata de enredarse en tecnicismos, hay que recordar los elementos y patrones de conducta genocidas señalados desde la Convención Contra el Genocidio de 1948, impulsada por el jurista Raphael Lemkin, y que son reproducidos en el artículo 6 del Estatuto de Roma, que regula la Corte Penal Internacional. Dicho artículo establece que:
«se entenderá por “genocidio” cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal:
a) Matanza de miembros del grupo;
b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;
d) Medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo;
e) Traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo.»
No sé si el último punto se cumple, pero los otros cuatro, sin ninguna duda. Por otro lado, el Observatorio del Genocidio describe diez pasos en el modus operandi del genocidio, pasos que Israel ha ido completando escrupulosamente:
Clasificación. Se construye un “nosotros” y un “ellos” (que son los enemigos, terroristas, etc.)
Simbolización. Dar nombres (“judíos”, “gitanos”, “terroristas”…). El general Videla calificaba de terrorista a quien consideraba enemigo y decía «un terrorista no es solamente alguien con un revólver o una bomba sino cualquiera que difunda ideas que son contrarias a la civilización occidental y cristiana». De esta manera la calificación de terrorista se expande sin límites.
Discriminación. El grupo señalado no puede gozar de plenos derechos civiles ni políticos, y ni siquiera de ciudadanía. Son ciudadanos de segunda o directamente no-ciudadanos.
Deshumanización. Se niega la humanidad de los miembros del grupo, son “alimañas”, “animales sedientos de sangre”, “terroristas”…
Organización. Se organiza desde el Estado.
Polarización. Es alimentada continuamente con una propaganda insidiosa.
Preparación. Los líderes nacionales planean una “solución final”, a veces utilizando eufemismos (“antiterrorismo”, por ejemplo), que se disfraza de autodefensa.
Persecución. Las víctimas son identificadas y separadas por su identidad nacional, étnica, racial o religiosa. Esto se acompaña de ejecuciones extrajudiciales, torturas, desplazamientos forzosos, etc. Segregación en guetos, campos de concentración o confinamiento en zonas sin recursos para provocar la inanición.
Exterminio. Los asesinos no creen que sus víctimas sean totalmente humanas. No se hacen diferencias entre civiles y combatientes.
Negación. En este caso curioso, no hay una negación directamente, pero el genocidio se disfraza de lucha contra el terrorismo. Se eliminan testigos (periodistas, personal sanitario…).
El Estatuto de Roma también se ocupa de crímenes de lesa humanidad. Aquí “puntúan” también las fuerzas israelíes, pero cabe destacar el crimen de apartheid, que se lleva cometiendo desde hace muchísimos años. Por último, el Estatuto también se ocupa de crímenes de guerra, un apartado que creo que no afecta al caso, dado que para que haya una guerra entiendo que debe haber dos ejércitos, lo que no es el caso, como sí lo es el de Ucrania. A pesar de luchar contra algún grupo armado, la diferencia de fuerzas es tan abismal que hablar de guerra es un chiste de mal gusto.
No hace falta tener especiales conocimientos jurídicos para sentir la repugnancia moral que el estado de Israel, sus mandos militares y sus dirigentes políticos en el poder están provocando en el planeta, algo que puede provocar problemas a los ciudadanos israelíes en el resto del mundo, incluso sin llegar a atentados.
Quiero destacar aquí el vídeo viral que hemos conocido hace unos días del doctor Abu Safiya, el héroe de la bata blanca, que nos ha dado una lección superlativa de valentía y dignidad; seguro que lecciones de este tipo encolerizan más aún a los genocidas, que no soportan que los que califican de enemigos puedan tener una altura moral que a ellos les queda a años luz.
Abu Safiya ha pasado a la historia de héroes morales que nos inspiran a todos, desde Rosa Parks a Mandela, Salvador Allende o Rigoberta Menchú, Manolo Vital, el padre Llanos o los héroes del Open Arms en nuestro país. Netanyahu y sus compinches quedarán para la historia de la infamia y del horror, y seguro que también servirán de inspiración para otros genocidas que desgraciadamente vendrán, habida cuenta de la tolerancia que ha demostrado la comunidad internacional ante la impunidad de la barbarie que estamos contemplando. No hay que olvidar que además del pueblo palestino otra víctima es el derecho internacional relacionado con los derechos humanos, dinamitado en este momento por la inacción de dicha comunidad.
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