Rusia intensifica su avance en Ucrania y esboza una gran ofensiva con los drones como preludio
El tiempo corre contra Ucrania pese a las armas de EEUU y el corte del gas ruso a Europa. Moscú intensifica su avance y esboza una gran ofensiva con los drones como preludio.
Madrid--Actualizado a
La guerra de Ucrania entrará pronto en su tercer año y todo el mundo tiene prisa para que termine cuanto antes, aunque nadie dé ningún paso decidido hacia la paz. Cuentan más unos planes geopolíticos caducos que las decenas de miles de soldados sacrificados, la destrucción de la infraestructura estratégica ucraniana y el creciente lastre económico y la fractura política que la contienda supone para Europa.
No solo corre el reloj contra Ucrania, con un problema muy severo para reclutar efectivos y el retraso en la llegada de la ayuda occidental. Los ataques rusos cada vez más precisos contra el sistema energético no solo afectan este invierno a la población. El abastecimiento para las unidades militares es el blanco principal de los drones y los misiles rusos este invierno, y el temor a una última gran ofensiva rusa está en el aire.
Los principales aliados de Ucrania sufren también las consecuencias de la prolongación del conflicto. Estados Unidos en dos semanas verá a su nuevo presidente, Donald Trump, asumir las riendas del país. Trump ha prometido en numerosas ocasiones poner fin a la guerra en cuanto llegue a la Casa Blanca, pero su antecesor, el todavía presidente Joe Biden, se lo está poniendo muy difícil.
Los miles de millones de dólares adjudicados en los últimos días para comprar armas destinadas al ejército ucraniano no permitirán darle la vuelta a una contienda que está ganando militarmente Rusia. La idea, quizá demasiado ilusoria, es que Ucrania intente un milagro o al menos desgaste más a Moscú de cara a unas eventuales negociaciones de paz que no tienen un horizonte cercano de momento.
Pero el alargamiento de la guerra sí dará tiempo a Rusia para seguir apropiándose de territorio hasta completar uno de los objetivos prioritarios de Vladímir Putin. En junio, el presidente ruso afirmó que no se sentaría a negociar hasta que, entre otras cosas, se completara la conquista del Donbás y se asegurara el resto de regiones arrebatadas a Ucrania.
Doblegar la resistencia ucraniana y vencer la batalla de los drones
Las últimas noticias que llegan del frente apuntan a que el ejército ruso está mucho más cerca de completar esa meta. La presión rusa sobre Pokrovsk, Kurajove, Toretsk y Chasiv Yar continúa, tratando de cercar estas localidades donde se desarrollan los combates más encarnizados.
Pero también el ejército ruso avanza en la zona del sur de la región de Kursk invadida en agosto por miles de soldados ucranianos. De los casi 1.500 kilómetros cuadrados que las fuerzas de Kiev lograron tomar, apenas queda una tercera parte bajo control ucraniano y no parece que tal presencia vaya a durar mucho.
Curiosamente, la principal fuerza de reacción de Kiev no reside en los todopoderosos tanques Leopard o los aviones F-16 occidentales que iban a cambiar la contienda de la noche a la mañana. Ni siquiera en los misiles de largo alcance que están disparando contra el corazón de Rusia. No, los principales éxitos militares ucranianos recaen en sus miles de drones, silenciosos y más difíciles de abatir por las baterías rusas que los misiles.
El problema es que Rusia aprende muy rápido de sus errores y más de los éxitos del adversario. De momento, el ejército ruso ha sabido emplear bien y modificarlos hasta convertirlos en un arma muy peligrosa los drones iraníes Shahed-136. Si a principios de 2024 la media de drones mensuales lanzados por los rusos era de 400, en noviembre pasado fueron ya 2.430. Las cifras para diciembre superarán con mucho este último dato.
La producción propia de este tipo de drones, rebautizados Geran-2, en una factoría de la Zona Económica Especial de Alabuga, en el sur de la República rusa de Tatarstán, se ha disparado en menos de un año. Según indicaron a la CNN fuentes oficiales estadounidenses, los rusos emplean para su fabricación componentes electrónicos chinos. No dicen las fuentes que el análisis pormenorizado de tales drones ha encontrado también tecnología europea e incluso estadounidense.
La economía de guerra rusa marcará los primeros meses de 2025
Un dato muy inquietante que podría influir en la decisión de Trump a la hora de retirar o reducir la ayuda estadounidense a Ucrania es la capacidad de producción bélica rusa. Según datos del Ministerio de Defensa alemán, en estos momentos la industria armamentística rusa cuadruplica la producción europea en ese sector.
Sin ir más lejos, en el ámbito de la fabricación de drones ruso-iraníes, según el estadounidense Institute for Science and International Security, la fábrica Alabuga ha puesto a disposición del Ministerio de Defensa ruso más de 6.000 drones fabricados con un año de antelación. También se espera que entren “en combate” 10.000 drones señuelo Gerbera, destinados a despistar a las baterías enemigas.
En estas circunstancias, la ayuda estadounidense en armas letales y sistemas de defensa sería indispensable para, al menos, continuar la guerra. En todo lo que llevamos de conflicto, desde el 24 de febrero de 2022, cuando Rusia lanzó su invasión de Ucrania, nunca la contienda había dependido tanto de la decisión de una sola persona, Trump.
Y el siguiente paso, tal y como ha indicado un informe ucraniano, es la producción en masa rusa de bombas termobáricas o de vacío, con mayor poder destructivo.
Ello apuntaría la disposición del Kremlin a escalar la guerra a una proporción solo vista en los ataques de la aviación rusa en la guerra civil siria o en los bombardeos israelíes en Gaza. Si los misiles occidentales de largo alcance empiezan a caer en zonas civiles dentro de Rusia solo es de esperar lo peor de una respuesta rusa.
La batalla del gas
La Unión Europea y la OTAN poco pueden hacer en estos momentos. En ningún caso, pese a su riqueza, Europa puede equiparar su economía a la maquinaria de guerra en que Putin ha convertido a su país, por cierto, uno de los mayores productores de gas y petróleo del planeta con los que pagar esta contienda.
Y esta batalla, la del gas, sí que está golpeando Europa. De poco sirve que el presidente Volodímir Zelenski califique como la mayor derrota rusa su decisión de cortar el tránsito del gas ruso por territorio ucraniano, efectiva desde el 1 de enero. Las miradas torvas de los perjudicados en Europa no se dirigen, acusadoras, precisamente hacia Rusia.
Que se lo diga a países como Eslovaquia, Hungría, Moldavia o Austria, que dependían demasiado de las últimas inyecciones de gas natural ruso que habían esquivado las sanciones con el beneplácito de Bruselas, mientras al resto de Europa se le hacía creer que los rusos habían dejado de bombear el gas hacia la UE casi desde el principio de la guerra.
Ahora Kiev se niega a renovar los acuerdos con la estatal rusa Gazprom para trasegar gas ruso por los gasoductos ucranianos con destino Europa y el 1 de enero cerró el grifo. La inmediata consecuencia fue la subida de los precios del gas en toda Europa, mientras los productores y exportadores de gas licuado estadounidenses empezaban a frotarse las manos.
Este paso podría suponer para Moscú unas pérdidas de más de 5.000 millones de dólares al año por el envío a Europa de 40.000 millones de metros cúbicos anuales. Los ucranianos perderán 800 millones de dólares en tarifas de tránsito, pero bien perdido está el ojo propio si ello sirve para cegar al enemigo. Aunque ese argumento no se atenga a la realidad.
La clave no está en el daño causado a Rusia, que podrá revender ese gas en otros mercados, con una China siempre sedienta de combustibles y una India lista para gastar cada vez menos dinero por más volumen de gas. Tampoco en el daño a Ucrania, pues seguramente Bruselas ya le ha prometido a Zelenski más dádivas.
El quid de la cuestión estará de nuevo en Europa, pues esta carga se añade al gasto en armamento para Ucrania y a los ingentes gastos en defensa que reclaman los halcones militaristas con el pretexto de la guerra. Además, algunos países que pagaban menos por el gas ruso ahora deberán subir sus montos para sufragar el gas que llegará desde EEUU, además de perder sus cobros por el tránsito del gas.
EEUU, de nuevo el gran beneficiado
Según la portavoz de Exteriores rusa, María Zajárova, el cese del suministro de combustible ruso “debilita el potencial económico de Europa” y el principal beneficiario de esta “redistribución del mercado energético” europeo es “el principal patrocinador de la crisis ucraniana”, esto es, Estados Unidos.
Si ya las empresas armamentísticas estadounidenses hicieron su agosto desde febrero de 2022, ahora las gasísticas, que ya venían recibiendo pingües beneficios de las sanciones energéticas contra Rusia, podrán completar su negocio.
Según Zelenski, la mayoría de los países europeos se había adaptado “con éxito” a la transformación del mercado energético que trajo la guerra y las sanciones a Rusia. Sin embargo, Eslovaquia, uno de los países más perjudicados, ya ha indicado que está lista para adoptar represalias económicas contra Ucrania y cortarle a su vez, por ejemplo, el suministro eléctrico.
El primer ministro eslovaco, Robert Fico, a quien Zelenski llamó “histérico” y cómplice de los “planes mafiosos” de Moscú, afirmó que esta suspensión tendrá graves consecuencias en la UE y no en Rusia, que ya vende en otros mercados, principalmente asiáticos, su gas y su petróleo.
Fico acusó a Zelenski de “perjudicar las finanzas estatales de Eslovaquia y de toda la UE”, e informó de que Bruselas “gastará entre 60.000 y 70.000 millones de euros adicionales” por ese corte del suministro.
“De esta decisión solo saldrá ganando EEUU con el aumento de las importaciones de gas a Europa”, sentenció Fico, quien calificó la decisión ucraniana como “un sabotaje”.
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