Opinión
Excesos del vicio
Por Andrea Momoitio
Periodista y escritora
En 1902, por Real Decreto, se creaba en el Estado español el Patronato Real para la Represión de la Trata de Blancas. Es considerada la primera institución de estas características pero no ha sido, ni mucho menos, la única. Según la información que se recoge en la Biblioteca Nacional de España, “el término “trata de blancas” había sido acuñado a finales del siglo XIX para quienes eran objeto de prostitución femenina en los continentes africano o asiático, haciéndose extensivo seguidamente a la prostitución en general”. En 1921 lo sustituyeron por “trata de mujeres y niños”, pero en otros ámbitos, todavía hoy, sigue utilizándose, mientras las activistas racializadas denuncian las connotaciones racistas de la expresión.
Volvamos al Patronato.
El organismo, dependiente del Ministerio de Justicia, estaba presidido por María Isabel de Borbón y, como sucedería más adelante con el Patronato de Protección a la Mujer, contaba con delegaciones propias en todas las provincias y en muchas localidades españolas. La mayor parte de los cargos estaban en manos de mujeres vinculadas a la aristocracia y a la burguesía española. Tuvieron, además, su propio órgano de propaganda, el Boletín del Patronato Real para la Represión de la Trata de Blancas, que estuvo publicándose entre 1907 y 1916. En octubre de 1906, algunas de las miembras de la organización habían acudido al III Congreso Internacional para la Represión de la Trata de Blancas en París y volvieron de la capital francesa con el firme propósito de hacer proselitismo. De hecho, en aquel Congreso, decidieron por unanimidad que los comités nacionales fortalecieran “su organización mediante activa propaganda, solicitando el concurso de la prensa dando conferencias públicas, organizando Congresos nacionales, en una palabra, haciendo cuanto sea posible para atraer nuevos partidos”.
En el primero de los boletines —aunque venían publicando sus propuestas en una revista de Barcelona— Octavio Cuartero, secretario de la organización, resumía la situación del Patronato entonces y se mostraba orgulloso al, según sus palabras, encontrarse ante una situación “maravillosa” porque “sufridas y modestas, que no sabias y rebeldes, las damas españolas sirven como nadie para las obras redentoras que implican mucha abnegación, mucha perseverancia, mucho amor y mucha fe”.
En ese momento, el Patronato tenía “amparadas” a 591 mujeres; 382 estaban asiladas; 81 habían sido “devueltas” a sus familias; 2 entregadas a sus tutores; 7 estaban ya “sirviendo en casas buenas”; 21, casadas; 13, en hospitales, 2 entregadas a las autoridades; 2 repatriadas y 1 había logrado fugarse. ¡Viva ella! Contaba también el hombre que estaba satisfecho con las cuentas debido a una “maravillosa gestión que no tendrá ninguna Corporación sostenida con cargo al Presupuesto del Estado”. Tienen entonces en la caja 105.018, 96 pesetas.
El encuentro de París estaba todavía reciente, así que en el primero de los boletines, una publicación de propaganda moral, aprovecharon también para recoger algunos de los acuerdos a los que se habían llegado en Francia. Entre ellos, pactaron que todos los “países civilizados” debían adoptar medidas para vigilar con más celo a las “agencias teatrales, los cafés-conciertos y los establecimientos análogos” por su relación con la trata de blancas. En esa línea, solicitaba suprimir las “quêtes, loterías o tómbolas, excepto en casos de representaciones que tengan por objeto la beneficencia”, la prohibición de la “pose en los escenarios”; que “los directores, propietarios, gerentes de este género de establecimientos mantengan o den de comer, ya sea en sus casas, ya sea fuera de ellas, directa o indirectamente, a las artistas”; y la “supresión de toda comunicación entre espectadores y artistas durante las representaciones o ensayos”.
El boletín, que empezó siendo mensual, tuvo periodicidad bimensual entre 1909 y 1910. A partir de entonces se publicaba trimestralmente. En el último número, en 1916, se mostraban mucho menos optimistas con la situación. Aseguraban que en España se vivía entonces una “verdadera ola de cieno, representada por la pornografía más descarada, que triunfa en todas partes y que está preparando generaciones debilitadas por los excesos del vicio”. Seguían, eso sí, erre que erre con los espectáculos y el teatro donde, según su parecer, se representaban “unas obras de una sicalipsis tan descarada que no es posible llegar a mayores excesos y que, sin embargo, son presenciadas por jóvenes que se encuentran en los albores de la vida y, lo que es peor, algunas veces son los mismos padres quien los llevan a esa clase de espectáculos”. Entonces tampoco estaban conformes con las películas que podían verse en los cines ni con las salas de baile.
Vicio, vicio, vicio.
Los Boletines del Patronato Real para la Represión de la Trata de Blancas tuvieron, en muchas ocasiones, exceso de literatura. Firmes en su propósito de redimir a la inmoralidad de las mujeres que trataban entonces también de ser libres, aprovechaban algunas de sus publicaciones para dar cuenta de testimonios de salvación. Publican, por ejemplo, la historia de R . L. B, una mujer de 20 años que vivía “amancebada” con un hombre casado con el que, además, había osado tener un hijo. En Huesca, G.D.E vivió una situación parecida hasta que puedo ser “recogida” por el Patronato y llevada al Santo Hospital de la Santa Cruz “en la sección de enfermedades vergonzosas”. T. M tenía 16 años y, según cuentan, resultó “idiota” y, por eso, tuvieron que gestionar su ingreso en un manicomio. A.C, 15 años, navarra, fue “rescatada” cuando un familiar trataba de llevarla a Buenos Aires. J. E. C ingresó en el Asilo de las Adoratrices porque llevaba una vida de vicio.
Algunas historias sobrecogen por la violencia y las mentiras que se intuyen. En Lugo, una niña de 15 años, de la que ni siquiera tenemos las iniciales, se fugó de la vivienda en la que servía y dicen, “se entregó a la mala vida”. Primero ingresó en el hospital y se quedó, pero en calidad de sirvienta. Cuentan que “puesta ante el temor de una posible reincidencia”, dicen, decidió dedicarse “al cuidado de los pobres enfermos” y puso su “humilde fragilidad al amparo de la caridad para con los humildes”.
Qué sería de aquella pobre cría.
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