Opinión
Si censuran a Virginia Woolf
Por Marta Nebot
Periodista
Cada uno encuentra el colmo donde le da la gana. El mío ha sido ver a Virginia Woolf censurada. En un pueblo de Madrid que quiero y conozco, poco después de que PPOX haya llegado a gobernar el consistorio, se ha desprogramado una obra de teatro basada en su Orlando. La autora de La habitación propia y de Matar al ángel del hogar y de tantas otras me ha construido, es la columna vertebral de mi manera de ser, mirar y pensar.
¿Por qué? Esa es la pregunta final que golpea y golpea mi pensamiento esta semana. Me está dando una paliza como hace tiempo que no me daba. ¿Por qué hay gente tan en contra de otra que no les daña? ¿O cuál es la agresión? ¿O qué hacemos mal? ¿Por qué no, sencillamente, si no les gusta la obra, que no vayan?
¿Será porque sienten amenazada su forma de vida porque haya otras? ¿Será porque están inseguros sobre si podrán mantenerla si el entorno cambia? ¿Será que son conscientes de que la suya no es fruto de libertad? ¿Será que se han dado cuenta de que su sistema ha sido el único por los siglos de los siglos más por imposición social que por elección personal? Y ¿cómo llamamos a esa manera de pensar y actuar? ¿Cómo llamamos a prohibir a los que no obligan a nadie más?
¿Contra quién va la bandera LGTBI, la ley de eutanasia, del aborto, la trans? ¿A quién obliga a hacer algo contra su voluntad? ¿Por qué sigue habiendo quienes se creen dueños de la vida de los demás?
¿Será porque se prohibió subvencionar colegios que segregan, terapias contra la homosexualidad, obligar a la gente a morir cuando su dios quiera aunque no crean en ese dios que no les deja morir en paz? ¿Será porque no se dejó de ayudar a las familias numerosas pero también se ayudó a las madres que crían solas? ¿Será porque cada vez que se ayuda a una mujer maltratada hay que admitir que existe un maltratador que maltrata?
No les pongamos nombres ajenos. No son fascistas, ni trumpistas… Son los de siempre. Los ahora PPOX que tan bien conocemos. Ésos con los que hemos convivido desde que nacimos y que se empeñan en que no vivamos a nuestra manera. Son los que te decían:
–Hija, esa falda tan corta no; que pareces una fulana.
–¿Pero cómo vas a estudiar eso, si ahí solo hay maricones y putas?
-No leas tanto, que luego te crees que sabes más que los demás.
–¿Cómo vas a vivir sin creer en nada? ¿Cómo vas a explicarte las injusticias de la vida sin esperanza?
Les conocemos y tenemos sus frases taladradas en el cerebro, tatuadas en las pieles y en las almas –mortales o divinas–. Son tod@s esos que tienen tanto miedo, como esquemas cerrados y pequeños.
Los hemos querido y los querremos pero hace tiempo que les dejamos claro que no dejaremos que dirijan nuestras vidas.
Ahora, inesperadamente, llega el momento de decirles que tampoco vamos a dejarles dirigirlas desde más arriba.
El Gobierno alternativo a Pedro Sánchez + Yolanda Díaz incluirá a los que tanto nos costó poner en su sitio. Volverán volviendo a creer que pueden controlar a su antojo, según su moral, según sus estrechos y caducos dogmas a la mitad de este país que no está dispuesta a vivir como ellos, que quieren ser más libres, más diversos, y menos miedosos.
Me temo que lo que vuelve a estar en juego es si nos obligan a volver a los armarios, a su modelo de familia, a su esposa y esposo, a su manera de ser padre y dueño de tus hijos incluyendo en eso su orientación sexual y sus credos.
Blas Piñar dijo en 1981: "Si los marxistas afirman que después de Marx hay marxismo, nosotros decimos que después de Franco hay franquismo". Pero no le creímos.
Jamás pensé que la guerra cultural de este país llegaría a esto porque algo habíamos aprendido y, como las meigas, si haberlas haylas, de haberlos eran muy pocos y solo pretendían influir en su casa.
Nuestra desmemoria nos ha traído hasta aquí. A fuerza de no nombrarlos creímos que ya no estaban. A fuerza de, además de sufrirlos quererlos, creímos que los habíamos desactivado. Pero no era así. Han vuelto a hacerse fuertes. Recordemos.
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