Opinión
El banco de silicona
Por David Torres
Escritor
-Actualizado a
Si me hubieran preguntado hace una semana por el Silicon Valley Bank, no sé, a lo mejor habría respondido que se trata de una entidad financiera centrada en los implantes mamarios de tamaño considerable. Es verdad que lo de Silicon Valley me suena más a ordenadores, a millonarios jugando al petaco mientras toman zumo de naranja, pero no sé muy bien para qué iba a necesitar esa gente un banco. Lo único que me consuela un poco de mi ignorancia en estos asuntos es que algunos de los mayores expertos del mundo en materia económica tampoco tienen mucha más idea que yo. La semana pasada, la revista Forbes, una prestigiosa publicación especializada en el mundo de los negocios y las finanzas, aseguraba que el Silicon Valley Bank era uno de los bancos más seguros del mundo, y sólo unos días después el Silicon Valley Bank los desmintió mediante el sutil procedimiento de hundirse en la mierda. Llámenme quisquilloso, pero creo que es una suerte que la revista Forbes no se dedique a la crítica gastronómica.
Ya sabíamos que la economía está muy lejos de ser una ciencia exacta: lo que ignorábamos es que, en cuanto a resultados, sus métodos de adivinación son similares a los de Paco Porras. La portentosa predicción de la revista Forbes, naufragada en apenas cinco días, recuerda bastante el hundimiento de Lehman Brothers justo después de que las más importantes agencias de calificación de Estados Unidos (Standar & Poor´s, Fitch y Moody´s) le concedieran la máxima nota posible.
Cuando preguntaron a los responsables de las agencias cómo era posible que hubieran sancionado con un sobresaliente a una compañía a punto de la quiebra, su respuesta consistió en encogerse de hombros. Un gesto muy de futurólogo sin la menor idea del futuro, de Paco Porras en horas bajas. En su estrepitoso derrumbe, Lehman Brothers arrastró todo el sistema financiero y la economía mundial hasta el punto de que en las altas instancias se comentó la posibilidad de refundar el capitalismo. Al final decidieron que el capitalismo ya estaba fundado, total, que funcionaba razonablemente bien y que no había necesidad de arreglar nada, puesto que el pato lo iban a pagar los de siempre.
Han pasado 15 años y se ve que no hemos aprendido nada desde el gran batacazo económico de 2008. La burbuja inmobiliaria, que se pinchó como un globo, se ha transformado ahora en una burbuja tecnológica, reventada como una teta de silicona. El pasado viernes, montones de gente se quedaron sin poder retirar su dinero en las sucursales del Silicon Valley Bank en Palo Alto, California, un terremoto que tuvo su réplica en su filial británica al día siguiente.
El desastre, con pérdidas de 80 billones de dólares en un solo día, podría significar un nuevo colapso en el sistema financiero de occidente justo en el momento en que los tipos de interés han crecido sin tasa, los bancos ganan dinero a espuertas y la subida demencial de las hipotecas amenaza con llevar a millones de familias a la ruina absoluta. Ahora los mismos expertos de siempre están analizando la jugada a toro pasado, explicando el error de haber invertido en deuda pública fija a largo plazo en vez de ofrecer préstamos y sin atender la súbita escalada de tipos de interés ni la falta de inversión. Ya empieza a sonar por ahí otra vez el término "rescate financiero", que consiste, como todo el mundo sabe, en que los pobres paguemos las tetas de silicona de los millonarios. Ellos, como siempre, a encogerse de hombros.
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