Opinión
¿50 años no es nada?
Por Marta Nebot
Periodista
¿Qué estabas haciendo el 20 de noviembre de 1975? ¿Dónde te pilló la noticia? Si eras demasiado niño para recordarlo o ni siquiera estabas en proyecto, pregunta a tus cercanos cómo lo vivieron, qué significó para ellos, qué pasó en España.
No he encontrado el dato que confirme que ese día se descorcharon más botellas que en fin de año, pero muchos me han contado la que guardaban para la ocasión; los brindis, el gozo y la emoción desbordantes porque la dictadura por fin había terminado, porque, con la muerte de Franco, la llegada de la democracia había empezado. Yo no me enteré pero me contaron que fue como si nos hubiese tocado el Gordo a casi todos, en secreto.
Mi amiga Luisa, que recibió la noticia trabajando en su quiosco de la calle Embajadores, en pleno corazón de Madrid, me contó el relato que mejor refleja qué pasó aquella jornada, cuando ella tenía 20 años. Vendió más periódicos que nunca. No pudo ni comer, ni echarse un cigarrito, ni ir al baño. La cola no paró en todo el día. No les daba tiempo –a ella y a su madre, con quién llevaba el puesto– a meter los fardos bajo techo. Les quitaban los ejemplares de las manos en la acera y las caras y los gestos lo decían todo. Unos les sonreían, entre guiños, apretaban el puño escondido en señal de victoria, disimulaban como podían la alegría incontenible; otros se mostraban abiertamente compungidos, algunos incluso lloraban.
50 años después, cuando ha quedado demostrado que la democracia ha sido buena para todos –incluso para los que ese día lloraban–, los que lloraron siguen sin querer conmemorar aquel cambio que nos hizo libres y prósperos. PP y Vox, cumpliendo las órdenes de Ayuso –que fue la primera que pió– ya han dicho que no van a participar en ninguno de los 100 actos previstos este año para conmemorar el medio siglo en libertad y avances que llevamos.
Porque, además de las libertades y derechos conquistados (de pensar, de expresar, de amar, de dejar de hacerlo, de creer o no, de votar, de denunciar, de igualdad de oportunidades, de igualdad sin más, de no estar bajo la bota de un patrón, de un maltratador, de un policía, de un cura o de una monja), la democracia ha duplicado la renta per cápita, aunque falte mucho por hacer en el terreno de la desigualdad y el camino de los derechos y la justicia social nunca se pueda dar por concluido.
50 años después de que se les perdonase hasta lo imperdonable por facilitar el cambio, los que aquel día lloraron siguen sin querer reconocer que esto es mejor que aquello y se niegan a colaborar para preservarlo.
Su revisionismo justificador del franquismo, que ya empezó en los 90 con Aznar, después del silencio histórico generalizado impuesto por la transición, llega en 2025 a su cima y se suma a la Internacional Facha de Italia, Alemania, Polonia, Hungría, Francia, Rusia, Chile, Brasil, Argentina, Estados Unidos... En todos esos países la derecha ultra promueve la dulcificación o incluso la defensa de sus dictaduras y de sus nacionalismos expansionistas.
La internacional de izquierdas, la idea de la unión de los pueblos obreros, murió con el comunismo. La internacional de derechas renació más fuerte que nunca con los ultras del siglo XXI copiándose los modos, los gestos, las estrategias y los iconos.
Por eso es tan importante ahora dar la batalla de la memoria, que siempre habla del presente más que del pasado. Por eso es fundamental apelar a la Internacional Demócrata. Igual que los demócratas de izquierdas deben condenar a Maduro, los de derechas deben hacer lo mismo con Orbán y, por supuesto, con Franco, Pinochet y toda la pandilla.
En España, en 2025 y bajo el lema "50 años de libertad", se van a organizar homenajes a los movimientos sociales que entonces empujaron en esta dirección (estudiantiles, vecinales, sindicalistas...), exposiciones, coloquios, encuentros, charlas y hasta un escape room ambulante. El propósito es capilarizar el reconocimiento, el respeto y el amor -sí, el amor- y el cuidado por lo que construimos y logramos juntos, sin enfocar solo a los grandes nombres tantas veces ensalzados. Fue la gente en las calles, la presión social, la modernidad en Europa y el trabajo de quienes entendieron y capitalizaron ese momento crucial -todo junto- lo que hizo de este país otro.
Las últimas encuestas dicen que la mayoría de los jóvenes españoles de entre 18 y 24 años están entre la abstención y el voto a Vox. Entre ellos la antipolítica gana. Un 26% de los jóvenes varones, además, prefiere "en algunas circunstancias" el autoritarismo a la democracia. Es decir, S.O.S. La democracia por primera vez está seriamente en duda.
Los estudios sobre el lugar dónde se informan y se entretienen casi todos ellos y los menores, las redes, concluyen que más del 90% de los youtubers consumidos en España son entre muy de derechas y ultras. S.O.S (bis).
Por eso, con esta iniciativa, pretenden llegar a los colegios, a los institutos, a las universidades, a los ayuntamientos, a las asociaciones de vecinos, a las redes sociales. Y no puede ser más oportuno.
Toca recuperar el terreno perdido en pedagogía y en historia por las concesiones de la transición con los que el 20N lloraban y siguen llorando.
Esta vez, el éxito también dependerá sobre todo de la sociedad civil, porque las competencias de educación son autonómicas.
Las intenciones parecen buenas y fuentes del Gobierno se sacuden las acusaciones de maniobra de distracción ante tanto caso en su contra en los juzgados, argumentando que esta conmemoración viene de lejos y que en febrero se estrenará una serie en RTVE titulada España en libertad, coordinada por Nicolás Sartorius, firmada en 2022, que lo prueba.
La ejecución está abierta a propuestas a través del portal www.espanaenlibertad.gob.es con un presupuesto de unos 20 millones de euros. El objetivo es concienciar sin "fracturar" ni "montar líos", según las mismas fuentes del Gobierno.
El primer acto se celebró el miércoles pasado en el Museo Reina Sofía y el rey no estuvo. No invitaron a las asociaciones implicadas en la Memoria. Sí a toda la prensa, incluida una servidora, y a una cantante, compositora y lesbiana de 23 años llamada Jimena Amarillo, que tiene más de 500.000 oyentes mensuales en Spotify, que interpretó su versión de Libertad sin ir. Y a Albanta San Román, una veinteañera actriz, escritora y podcaster de keep it cutre, que hizo una encuesta en la calle que nos mostraron en un vídeo. Pedro Sánchez en su intervención no dijo ciertas palabras: Franco, Rey, República.
Y ahí es dónde veo el peligro. En que, por atraer a los jóvenes, por evitar choques generacionales, por no entrar en si monarquía o república, por hacerlo lo más mainstream posible, sin polémicas ni escozores, la historia no se cuente, las celebraciones sean gaseosas, insulsas, sin contenido nutritivo. Si no se llama a las cosas y a las personas por su nombre, si no se muestran carne, experiencias y vida, si no se pone pasión en lo que se defiende, si no se relatan los peligros que nos acechan si cae la democracia, la celebración quedará meliflua y el discurso, que podría ser épico, se convierte en uno de tantos.
Entiendo el intento de modernizar, de no contar lo de siempre con palabras, rostros e iconos que pueden sonar a viejo a los que están en edad de comerse el mundo y buscan uno propio, pero eso no puede significar ocultar lo trascendental y básico.
No sé cuáles han sido los discursos en las conmemoraciones en Portugal, Italia, Alemania o Grecia, que han celebrado fastos parecidos hace poco. Las informaciones que me llegan dicen que han celebrado el mismo hito, la fecha en que lo anterior terminó y no las aprobaciones de sus constituciones, como el PP reclama. En todos estos casos los jefes del Estado y los principales partidos de la oposición participaron. Allí la unión de los demócratas ha primado sobre las disputas partidistas.
Y sí, cada uno celebra su suerte: un golpe de Estado con claveles en los fusiles en vez de disparos, el linchamiento del Duce, el suicido grupal de Hitler con muchos de sus allegados y sus niños en un bunker, la muerte de Franco en su cama...
El 20 de noviembre de 1975 yo era un bebé de pocos meses. Mis cumpleaños coinciden con sus años de muerto y con los años de vida de esta democracia. La vida y la muerte se van dando el testigo. Lo suyo tuvo que morir para que naciera lo nuestro. Sigamos brindando y peleando por lo conseguido y por lo que podemos seguir consiguiendo. Decía José Luis Sampedro que las batallas hay que darlas siempre, se ganen o se pierdan, por el mismo hecho de darlas. Tal vez por eso no pueda resistirme a terminar esta columna pidiendo a la derecha democrática que brinde con nosotros por estas cinco décadas de convivencia. Felicidades, demócratas.
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