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Fernando Herranz, experto en masculinidades: "Hay que ser ese amigo aguafiestas que no se ríe del chiste sexista"

Imagen de Fernando Herranz, experto en masculinidades
Imagen de Fernando Herranz, experto en masculinidades, durante una conferencia. Cedida a 'Público'

Fernando Herranz Velázquez es doctor en Estudios de Género por la Universidad de Alicante y el Instituto Universitario de Investigación en Estudios de Género. Actualmente, forma parte del Observatorio de las Masculinidades de la Universidad Miguel Hernández. Entre otras cosas, Herranz Velázquez participa en el proyecto de investigación Análisis de las políticas de igualdad en el ámbito local: medidas existentes y deseables para el trabajo con hombres y masculinidades en pro de la igualdad de mujeres y hombres. Asimismo, colabora en el Estudio y diagnóstico de las políticas locales de igualdad destinadas a hombres y masculinidades en la provincia de Alicante.

Recientemente, acaba de publicar el libro Aprender a ser hombre. Una mirada histórica al origen de la hegemonía social masculina en Ediciones en el Mar, donde profundiza en temas relacionados con la masculinidad tradicional y la necesidad de un cambio cultural para erradicar las violencias que produce.

Ese es justo uno de los temas que Herranz Velázquez aborda en esta reciente entrevista con Público, que se ha organizado con motivo del 25N. ¿Cómo cambiar la percepción de la masculinidad y su relación con la violencia? ¿El hombre nace o se hace? ¿Por qué muchas mujeres preferirían encontrarse con un oso antes que con un hombre si estuvieran solas en un bosque? En un año donde la lucha feminista ha logrado transformar el miedo en acción, poniendo el foco en la responsabilidad de los agresores y su entorno de impunidad, esta conversación reflexiona sobre cómo los hombres pueden dejar de formar parte del sistema patriarcal, invitándolos a cuestionar sus propios comportamientos y a desafiar las normas tóxicas dentro de sus círculos.

El 25 de noviembre nos recuerda la necesidad de combatir la violencia machista. Uno de los grandes desafíos sigue siendo la impunidad de los agresores. ¿Qué mensaje darías a los hombres que quieren ser parte del cambio, que quieren dejar de formar parte de este sistema patriarcal?

Lo primero que haría sería animarles a dar el paso y hacer cosas para cambiar. Muchas veces nos quedamos con las ganas, a pesar de no sentirnos cómodos en el sistema en el que estamos, con las
dinámicas violentas que observamos y que cada día inundan los medios de comunicación. Ese primer pasito tiene que ser un proceso que tenga lugar a nivel interno, pero sobre todo externo. Es decir, tenemos que revisar, por una parte, constante de nuestros propios
comportamientos machistas o micromachistas
, pero lo siguiente es intentar ver de dónde vienen y por qué los ponemos en práctica. Y, ¿dónde hemos aprendido e interiorizado los hombres toda esa toxicidad? En nuestro entorno, en lo político. Para cambiar eso, hay que interpelar a nuestros compañeros, amigos, padres, hermanos, primos...

"Hay que interpelar a nuestros compañeros (...) impugnar todas aquellas acciones sexistas o machistas que consideramos que no son correctas"

Señalar e impugnar todas aquellas acciones sexistas o machistas que consideramos que no son correctas. Sobre todo si lo que queremos es un espacio más seguro donde las violencias vayan poco a poco desapareciendo. Ese cambio es fundamental que lo demos entre los hombres nuestros círculos, que no nos callemos. No podemos esperar que nos den un espacio en el feminismo, sino que tenemos que convertir nuestros espacios en feministas. Es importante crear redes, hablar entre hombres dentro de una estructura asociativa crítica y feminista, convertirse incluso en ese amigo aguafiestas que no se ríe cuando sueltas un chiste homófobo o sexista.

Desde tu experiencia, ¿por qué crees que existe una percepción de connivencia y normalización de la violencia tan arraigada? ¿Es un problema estructural, cultural, o de ambos?

Es parte del sistema en el que hemos crecido, en el que nos hemos
socializado y en el que hemos aprendido a relacionarnos. Lo importante es atajar las violencias frontalmente y hacerlas todas visibles, por pequeñas que puedan parecer, tomar conciencia de que ocurren. Esa estructura es producto de un desarrollo histórico, social y cultural.

"Lo importante es atajar las violencias frontalmente y hacerlas todas visibles, por pequeñas que puedan parecer"

Obviamente, hay diferencias en la representación de la violencia a lo largo del tiempo, no hablamos de la misma representación en el siglo XVIII que como se puede expresar hoy en día, pero están ahí. Hay que tener en cuenta que es un sistema adaptativo, mutable, pero que se sostiene sobre los mismos principios de discriminación hacia todas las personas que no socialicen como hombres. Eso es precisamente lo que tenemos que cuestionarnos: cómo se ha construido que "debe de ser" un hombre, cómo lo hemos aprendido, para resolver la raíz de todo esto.

¿De qué manera puede transformarse esta idea de ejercer la masculinidad, de "ser hombre"?

El modelo de masculinidad hegemónica está basada en los pilares de la triple negación: no soy bebé, no soy una mujer y no soy homosexual. Es decir, no soy dependiente y frágil, rechazo todo lo que tiene que ver con la feminidad (misoginia) y se me impone la heterosexualidad obligatoria. Hablamos de todo un edificio ideológico donde el poder y la violencia están ahí como una constante. Eso no quita que tengamos que tener en cuenta el contexto; evidentemente, no es lo mismo nacer en Europa que en otro sitio, o en el siglo XIX en lugar de en la actualidad.

"La idea normativa de "ser hombre" ataca la integridad del resto de identidades, así como el concepto de ciudadanía"

La dominación masculina está siempre ahí, como la subordinación de las mujeres, los niños, los mayores, las personas racializadas o LGTBI+. La masculinidad tal y como la conocemos es dañina porque niega al resto de personas de la sociedad. Esa idea normativa de "ser hombre" ataca la integridad del resto de identidades, así como el concepto de ciudadanía. Por ende, también a todos esos hombres que no la siguen al pie de la letra y a los que la siguen porque si salen de ese marco saben que se exponen a recibir violencia, viven constreñidos. Aunque no podemos caer en ese discurso que dice "pobres hombres, somos víctimas del patriarcado".

¿Cómo se puede conjugar el abordar la responsabilidad de los agresores sin caer en la justificación de sus actos?

"Lo que no se puede hacer, como hizo Íñigo Errejón en su carta de dimisión, es excusarte en que el sistema te ha hecho así para justificar comportamientos sexistas"

Es muy importante que nunca jamás perdamos la perspectiva crítica y feminista a la hora de trabajar la masculinidad o con hombres, ya sea desde lo teórico o desde la intervención social. Lo digo porque hay un discurso victimista relativamente sencillo de articular. Pero que la masculinidad tenga costes no quiere decir que seamos los grandes perjudicados por este sistema. Para eso, es importante no concebir como derechos algo que son privilegios. Lo que no se puede hacer, como hizo Íñigo Errejón en su carta de dimisión, es excusarte en que el sistema te ha hecho así para justificar comportamientos sexistas. Los seres humanos tenemos capacidad de acción, agencia, decisión. En la introducción del libro, hago referencia a ello: tenemos que ser conscientes de nuestros propios privilegios para cambiarlos. Una vez reconocidos, tenemos todavía más responsabilidad.

¿Qué medidas específicas se podrían tomar para que los agresores dejen de agredir, más allá de las sanciones penales?

Cuando un hombre con conductas machistas se convierte en agresor suele ser porque no ha sido capaz de conseguir ese nivel de control, obediencia, etc, que quería en base a otros niveles de violencia menores. Cuando un hombre maltrata físicamente a una mujer es porque ha perdido el control sobre esta persona.

"Los hombres somos nuestra mayor fuente de peligro"

Para entender de dónde viene esto, conviene hablar del trío mágico de la masculinidad: honor, poder y violencia. Este trío mágico es el que legitima todas las acciones de violencia que ejerce la masculinidad normativa cuando hablamos de violencia sexual o de violencia de género. Por tanto, la manera de poder atajar estas expresiones máximas de la violencia que representa la masculinidad es atajarla desde la raíz. Es decir, trabajar antes de que ocurran estos hechos, trabajar en un cambio cultural, un cambio estructural de lo que nos han enseñado que significa ser hombre. Ya no por el resto de la comunidad, sino por nosotros mismos, pues en estos momentos somos nuestra mayor fuente de peligro. Solo hace falta ver el número de suicidios entre hombres que hay.

Pienso mucho en eso que mencionas del daño que se hacen los hombres a sí mismos perpetuando estas conductas que aterran a las mujeres e incluso les aleja de ellos. Recuerdo que hace no mucho se popularizaron en TikTok unos vídeos donde se les preguntaba a diferentes mujeres "Si estuvieras en un bosque sola, ¿qué preferirías: encontrarte con un oso o con un hombre?" y muchas mujeres dijeron que preferían, de hecho, un oso. ¿Te sorprende?

No me sorprende nada que las mujeres prefieran cruzarse con osos en lugar de con un hombre, si no dejan de salir noticias de mujeres asesinadas y agredidas a manos de hombres todos los días. Están rodeadas de violencia por todas partes y para escapar de ella vemos que muchas veces no les queda más remedio que imitar la conducta tóxica de los varones. Es una pena.

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