El presidente Volodímir Zelenski muestra mucha inquietud ante los cambios que tiene ya encima Ucrania y que podrían decidir el curso de la guerra contra Rusia. La masacre por la artillería ucraniana de una treintena de civiles en un mercado de la ciudad de Donetsk, en territorio controlado por Moscú, asesta un mazazo al respeto internacional a Ucrania en la guerra y tiende una nueva sombra sobre Kiev en su lucha contra la invasión rusa.
Además, las perspectivas de que un cambio de líder en la Casa Blanca, con una eventual victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de noviembre, sentencie el fin de la ayuda militar estadounidense a Ucrania y condicione el apoyo europeo completan este negro panorama para Zelenski.
La guerra se sigue cobrando víctimas todos los días y la sangría afecta a los dos bandos. Sin embargo, cuando la muerte es de civiles, las consideraciones políticas del conflicto se precipitan. La última gran matanza ocurrió este domingo y esta vez fue el ejército ucraniano, al que en Bruselas y Washington llaman el ejército de la libertad y la democracia, el que bombardeó un mercado en la ciudad de Donetsk y acabó con la vida de al menos 27 personas e hirió a 26.
Una masacre de civiles que mancha la imagen de Ucrania
La matanza en esa localidad, capital de la región del mismo nombre y controlada por Rusia desde 2014, ha recibido el silencio como respuesta por los aliados occidentales de Kiev, acostumbrados a que las denuncias de masacres vengan de la parte ucraniana contra las fuerzas rusas. No así la ONU, que por primera vez condenó un ataque ucraniano desde que comenzó la invasión.
El Gobierno de Zelenski niega que hayan sido los ucranianos los autores del ataque, pues alegan que no utilizan esa munición de artillería, del calibre 155 milímetros. Un argumento poco consistente, pues es ésta la munición que en buena parte les está proporcionando Europa.
El bombardeo con artillería pesada al mercado de Tekstilshchik fue realizado desde Avdivka, localidad del Donetsk bajo bandera ucraniana y que Rusia asedia desde hace meses. Era una forma de decirle a los rusos que esa villa sigue en manos ucranianas y que desde ella se puede hacer mucho daño. Incluso a civiles.
En todo caso, este lunes se volvieron a repetir los ataques ucranianos con artillería contra la ciudad de Donetsk, también sobre zonas residenciales civiles.
La matanza ensombrece los éxitos que en los últimos días consiguieron las fuerzas armadas ucranianas al derribar dos aviones de reconocimiento rusos, claves para esta guerra donde muchos de los disparos se realizan con misiles balísticos y a gran distancia, y con el ataque con drones a una terminal de gas licuado y exportación de nafta en el puerto ruso de Ust Luga, a menos de 170 kilómetros de San Petersburgo, la segunda ciudad más importante de Rusia.
Nerviosismo ucraniano, sin fuerzas para otra contraofensiva
El ataque contra el mercado en Donetsk muestra ese nerviosismo del estado mayor ucraniano, en medio de una ofensiva rusa de invierno que está permitiendo al ejército del Kremlin avanzar en las regiones de Járkov, Donetsk y Zaporiyia.
La última adquisición rusa ha sido la aldea de Krokhmalne, en la región de Járkov. Aunque al comienzo de la invasión Rusia tomó varias localidades importantes en esta región, fue después expulsada por las fuerzas ucranianas, de ahí el significado simbólico de esta "vuelta" de los rusos a Járkov.
La importancia de Krokhmalne es que se encuentra en la carretera hacia Kupiansk, a treinta kilómetros de esta ciudad que sí es clave para un avance ruso hacia el oeste.
Los ucranianos le quitan a la captura de Krokhmalne un valor estratégico. Sin embargo, esta conquista y los pequeños avances rusos que se están sucediendo en Zaporizhia y Donetsk permiten al ejército ruso afianzar sus posiciones con un objetivo evidente: complicar una nueva contraofensiva ucraniana en primavera.
Contraofensiva que puede verse comprometida o incluso detenida como ocurrió con la primera, lanzada en junio pasado, pero que se desinfló ante las defensas de minas y trampas antitanque tendidas durante meses por los rusos a lo largo de la línea del frente.
Desánimo occidental
La nueva contraofensiva de primavera está en el aire debido a la reducción de la ayuda occidental a Ucrania, con miles de millones de euros y dólares bloqueados en la Unión Europea, por la presión de Hungría, y en el Congreso estadounidense, por la acción de la oposición republicana.
En Europa se contempla ya la guerra para liberar a Ucrania de la invasión lanzada por Moscú el 24 de febrero de 2022 como un proceso largo que requerirá un ingente esfuerzo económico que algunos países europeos ya cuestionan.
En Estados Unidos el desánimo ya es generalizado, salvo en la Casa Blanca que presiona a los republicanos para que desbloqueen la ayuda de 61.000 millones de dólares que deberían entregarse a Kiev. Entre los republicanos, pero también entre muchos demócratas, se ve esta guerra como un conflicto molesto que está empantanando muchos recursos y que debería ser finiquitado cuanto antes.
Ahora mismo la mirada de la Casa Blanca y el Pentágono está en Oriente Medio, donde la guerra lanzada por Israel contra el territorio palestino de Gaza está recabando el envío de municiones para ayudar al ejército israelí y además ha implicado un gran desembolso al desplazar a esa región una auténtica flota de guerra, parte de la cual está patrullando el mar Rojo en zafarrancho de combate contra los rebeldes yemeníes hutíes.
La guerra de Ucrania en cambio ya pocos beneficios estratégicos puede traer, pues parece claro que los rusos no van a ser expulsados de buena parte de los territorios invadidos en el este del país.
Lo que Estados Unidos podía obtener de este conflicto se ha sacado ya, con el impulso dado a la industria militar nacional y con el fin de la dependencia europea del gas natural ruso y su sustitución por el gas licuado estadounidense.
Rusia no se ha debilitado como esperaba Estados Unidos
Washington también apunta entre los logros de la contienda el desgaste que ha supuesto para Moscú, en términos militares, sociales y económicos. Sin embargo, no se han cumplido las previsiones que apuntaban al colapso del esfuerzo bélico ruso ni parece que vaya a ocurrir. Al contrario, la guerra está impulsando la industria militar rusa como nunca.
Por eso Moscú se lo toma con calma y, ante las perspectivas de que el "amigo" Trump pueda ganar los comicios presidenciales en EE.UU. y presionar para cerrar de una vez por todas el grifo financiero estadounidense a la maquinaria bélica ucraniana, el Kremlin opta por una guerra de posiciones.
Moscú busca un armisticio con Kiev, forzado desde Washington y Bruselas, con Ucrania como principal perdedor de la contienda, al tener que ceder amplios territorios a cambio de la paz y un largo proceso de integración en la Unión Europea.
Putin espera revalidar su estrategia ucraniana en las urnas
Las elecciones que, por otra parte, celebrará Rusia en marzo apuntan a una victoria abrumadora de Vladímir Putin, que, al revalidar su poder durante cinco años más, se ve con el respaldo y la fuerza suficiente como para alargar la campaña de Ucrania el tiempo que sea necesario.
Más aún con la debilidad que empiezan a mostrar las tropas ucranianas, afectadas más que las rusas por la imposibilidad de renovar a las tropas en el frente, y ante la preocupante carencia de municiones de artillería.
Bruselas no ha podido despachar a Ucrania un millón de rondas de proyectiles de artillería. Las que ha mandado en los últimos meses solo permiten a los ucranianos no ser rebasados por los rusos, pero no asestar un contragolpe y dar un giro a la guerra.
Los bloqueos de Hungría están impidiendo también el reembolso a los países miembros de la UE del dinero que han gastado en enviar armas a Ucrania y en preparar a miles de soldados ucranianos en territorio europeo. Este lunes, el ministro de Exteriores húngaro, Péter Szijjártó, dijo que era "inaceptable" la propuesta de la UE de crear un fondo de 5.000 millones de euros para enviar armas a Ucrania y aseguró que Hungría no participará.
Las elecciones estadounidenses, claves para Ucrania
Con los recientes movimientos en la arena electoral estadounidense, que están dejando solo al expresidente Donald Trump frente al actual huésped de la Casa Blanca, Joe Biden, en la competición por la Presidencia de Estados Unidos, la incertidumbre se acentúa en Kiev.
Fue Trump quien en 2019 puso en duda la propia existencia de la OTAN si al final los miembros europeos acababan dependiendo de Estados Unidos, algo que ha revalidado la guerra de Ucrania.
Meses después de que Rusia invadiera este país y cuando Occidente se enfangó en la guerra con miles de millones de euros para armar a los ucranianos, fue Trump quien dijo que, si él estuviera en el poder, pondría fin a la contienda en 24 horas.
Ahora, Zelenski le empieza a ver las orejas al lobo, porque está claro que lo que Trump apuntó en mayo de 2023 no era un armisticio firmado sobre las cenizas del ejército ruso, sino el fin de la asistencia militar a Kiev. Por eso, este fin de semana, el jefe de Estado ucraniano recordó las palabras (o vaticinios) de Trump y le invitó a visitar Ucrania para estudiar esa manera en que se podría poner fin a la guerra.
"Donald Trump, le invito a Ucrania, a Kiev. Si puede detener la guerra en 24 horas, creo que es razón suficiente para venir", dijo Zelenski. Ya sin sorna, el líder ucraniano calificó el alarde de Trump como "muy peligroso".
La idea de que Trump pudiera tomar unilateralmente decisiones contrarias a la voluntad de Ucrania incomoda a Zelenski. "Me estresa mucho", reconoció el presidente ucraniano.
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