Este artículo se publicó hace 16 años.
Trampa mortal
Legionarios españoles han desactivado 2.563 artefactos explosivos en los campos de batalla del sur de Líbano
Antonio Pampliega
Un antiguo bastión cristiano, vestigio de la época de los cruzados, domina todo el valle libanés de Marjayún. La calma es asombrosa y el lugar, idílico. Desde aquí incluso se pueden ver los Altos del Golán. Una antigua granja que linda con un olivar es el único signo de civilización en kilómetros a la redonda.
Un grito rompe este mosaico. “¡Fuego, fuego, fuego!” A continuación, el silencio se rompe por una terrible explosión que levanta una nube de cascotes y de polvo. Se trata de una detonación controlada y supervisada por los zapadores de la Legión española para neutralizar tres artefactos explosivos que permanecían activos desde la guerra de 2006.
Público fue invitado a acompañar, durante una jornada de trabajo, a la Unidad de Zapadores de la Brigada de la Legión en el sur del Líbano. “Las submuniciones (bombas de racimo) son pequeñas municiones que van alojadas en el interior de un contenedor y que son lanzadas desde el aire o por artillería. Estas pequeñas municiones caen sobre terreno en forma dispersa para intentar anegar un área determinada e impedir los movimientos del enemigo”, explica el capitán Constantino, jefe de la Compañía de Zapadores mientras sus hombres realizan los trabajos de detección y desminado de una antigua granja.
El principal problema que presenta este tipo de submunición son sus formas llamativas. En un primer vistazo, y para el ojo no entrenado, se pueden confundir con pequeñas pelotas de tenis y esto hace que los niños las cojan y jueguen con ellas. “Esto crea una serie de accidentes que hacen vital nuestro trabajo”, puntualiza el capitán.
Desde septiembre de 2006 hasta junio de 2008, el Ejército español ha limpiado más de 423.000 metros cuadrados y neutralizado 2.563 artefactos explosivos, en su mayoría bombas de racimo. Los datos que maneja la unidad de zapadores dan una pequeña muestra de la importancia del trabajo que están realizando.
Un error puede ser fatal
En la primera misión de 2006 (entre septiembre y marzo), uno de los equipos de Naciones Unidas que trabajaba sobre el terreno neutralizando artefactos explosivos tuvo un grave percance. Dos de sus integrantes sufrieron graves amputaciones.
“Aquí un error te puede costar la vida. Por ello no estamos más de 20 minutos seguidos trabajando y los relevos son constantes para evitar que decaiga la atención del caballero legionario. Mucho tiempo desarrollando una actividad con tanto estrés puede finalizar en un accidente y eso tenemos que evitarlo por todos los medios”, asegura Constantino mientras se ajusta el pesado chaleco antibalas reforzado con planchas de kevlar.
“Nuestra máxima satisfacción es ver a la población local agradecida”, finaliza, orgulloso, el capitán mientras invita a Público a presenciar la desactivación de tres explosivos.
Semienterradas en el suelo, en un reducido terreno de labranza, tres submuniciones (una M42 y dos BLU63) permanecen adormecidas desde hace dos años. El equipo de EOD (siglas en inglés de Desactivación de Proyectiles Reglamentarios) se prepara para desactivarlas. Para ello va a utilizar un kilo de explosivo, ya que no existe otra forma de neutralizar estos artefactos.
“Este tipo de submuniciones no se puede mover, por lo que tenemos que detonarlas in situ. Está totalmente prohibido manipularlas manualmente, ya que desconocemos si la carga que llevan en el interior permanece activa o no”, explica el sargento Torres que detalla gráficamente el modus operandi.
Durante los 34 días que duró la guerra entre la milicia chií de Hizbolá y el Ejército de Israel, la ONU estima que se lanzaron alrededor de cuatro millones de bombas (casi todas de racimo y la mayoría por Israel). Dos años después de aquella contienda, parte de esta submunición aún permanece activa y lista para cumplir con su principal cometido: matar.
Concienciar a la población
Muchas de los artefactos explosivos han caído en áreas habitadas por la población civil. Los lugares más afectados han sido los campos de cultivo de la zona, donde se han producido varios accidentes graves debido al desconocimiento de la población.
“Cuando vienen a recoger las aceitunas de los olivos ven este tipo de submunición abandonada y por simple curiosidad las cogen del suelo. No saben que se trata de una bomba. Se han producido muchos accidentes por desconocimiento”, asevera Torres.
Periódicamente, la Legión realiza jornadas de concienciación entre las localidades cercanas a la base Miguel de Cervantes. Los miembros del equipo EOD llevan una pequeña muestra de los artefactos explosivos más habituales en el sur del Líbano para sensibilizar a la población de los riesgos que corren si manipulan este tipo de munición.
“Cada vez son más conscientes del peligro. Porque casi todos conocen a alguien que ha sufrido algún accidente manipulando indebidamente esta submunición. Nosotros les instruimos para que en caso de encontrarlas avisen a las autoridades locales”, afirma el sargento primero Alcón.
Los niños son los más vulnerables
Los niños son la población que más riesgos tiene de sufrir las consecuencias de las bombas de racimo. Por eso, los legionarios les insisten sobre el peligro de los artefactos.
“Los niños son curiosos por naturaleza y todo lo que encuentran en el suelo y les llama la atención tienden a cogerlo para ver de qué se trata. Y si coges una submunición del suelo puedes perder la vida. Pero desde que venimos ofreciendo las jornadas de concienciación los accidentes en la población civil, y en especial en niños, han disminuido considerablemente”, asegura el sargento primero.
A nuestro regreso a la base Miguel de Cervantes, el equipo EOD tiene preparado a Público un pequeño muestrario de las municiones más habituales encontradas en la zona del sur del Líbano. Sobre una sencilla mesa de madera, el sargento primero Velasco nos guiará por este particular museo del horror. “Hemos encontrado granadas de mano, minas contra carro (con una carga explosiva de 10,5 kg), granadas de mortero, cohetería ligera, proyectiles de artillería de 155 milímetros. Esto es el paraíso de las bombas. Puedes encontrar cualquier cosa. Incluso encontramos una BLU61 utilizada durante la guerra de 1982”, comenta Velasco mientras sostiene en la mano una submunición un poco más grande que un coco.
Los militares prefieren no acusar directamente a ninguna de las partes enfrentadas en el conflicto. “No podemos decir si una munición pertenece a Hizbolá o a Israel; eso es imposible. Porque se trata de una munición que se puede encontrar en cualquier parte del mundo y es muy fácil de adquirir. De lo que sí estamos cien por cien seguros es de que el Ejército israelí utilizó munición Merkava contra posiciones de la milicia chií porque son los únicos que poseen este carro de combate”, afirma el sargento primero.
A pesar del gran trabajo realizado por los equipos EOD aún quedan miles de submuniciones y municiones esparcidas por el sur del Líbano y el Ejército español continuará con las labores de desactivación hasta que no quede ninguna. Se podría decir que han conseguido salvar 2.563 vidas, una por cada artefacto explosivo desactivado.
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