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Paraíso fiscalSingapur rediseña su cartel de paraíso fiscal para atraer a ultra-ricos y empresas ante las subidas de impuestos
La ciudad-Estado, centro offshore, 'hub financiero' y enclave portuario de Asia por excelencia se resiste a perder su estatus de paraíso fiscal.
Madrid-
Frente a las adversidades, más madera. Esta parece ser la máxima que predomina entre las autoridades de Singapur, reacias a abandonar su condición de jurisdicción con baja tributación y normas permisivas con el secreto bancario ante la reconfiguración impositiva por la que se eleva la presión fiscal sobre los milmillonarios y las grandes corporaciones con la que el G-20 -a instancias del club de las siete mayores potencias industrializadas- parece querer garantizar unos niveles de ingresos suficientes para sufragar la factura del Covid-19 e iniciar con ella la andadura del ciclo de negocios post-pandemia.
Singapur no solo ha decidido plantar batalla a esta maniobra concertada global, sino que pretende ser la punta de lanza de enclaves que se han beneficiado durante décadas de la atracción masiva de capitales con el señuelo de una "fiscalidad dañina", como ha reconocido la propia OCDE cuando ha sacado a relucir sus escasos y puntuales arrebatos contra los centros off-shore desde que, a finales de los años noventa, se le otorgó el papel de vigilancia y recomposición de las obligaciones fiscales empresariales. De gendarme de una tributación acorde con los ingresos y beneficios transfronterizos y arquitecto de una esencial homologación impositiva internacional. Con deficientes resultados.
La Covid-19 ha supuesto un "golpe de realidad sobre la viabilidad de ciertos modelos de negocio"
Mahesh Kumar, socio y responsable del área fiscal de Whiters KhattarWong, firma de abogados con sede en la ciudad-Estado, explica sin tapujos las maniobras de los responsables tributarios de Singapur para mantener su atractivo a los grandes patrimonios y corporaciones que han visto cómo se ha elevado la exposición de sus inversiones de sus carteras de capital por la subida de la presión fiscal en ciernes. La Covid-19 -asegura Kumar- ha supuesto un "golpe de realidad sobre la mortalidad de la humanidad, pero también sobre la viabilidad de ciertos modelos de negocio".
Y las subidas de la presión fiscal de los gobiernos -con el auspicio de la comunidad internacional- para corregir los masivos desfases presupuestarios se entienden como un riesgo a los intereses patrimoniales de las clases más pudientes. La fijación de un mínimo impositivo global del 15% sobre las empresas y el gravamen del 43,4% en la reforma tributaria de la Administración Biden a las ganancias de más de un millón de dólares anuales, ha puesto en alerta a los ultra-ricos. No solo de EEUU. Porque la declaración de intenciones de la Casa Blanca puede llegar a marcar una tendencia mundial. Pero también ha encendido las alarmas en los paraísos fiscales.
"La revisión de la tributación ha activado en Singapur los mecanismos de planificación impositiva y gestión de activos, con nuevos instrumentales financieros, así como el sondeo de fórmulas para seguir haciendo uso" de enclaves de baja fiscalidad, señala Kumar. Para quien la ciudad-Estado asiática se ha puesto a la cabeza de todos ellos.
"Resulta común que las familias pudientes asiáticas, norteamericanas y europeas engloben sus activos en compañías y vehículos financieros para elevar sus beneficios inversores", escribe en una tribuna en Business Times, diario de Singapur. Con objeto de "blindar" sus capitales, aunque también para reducir sus gastos fiscales por Sucesiones y diversificar los riesgos de sus carteras de valores, con objeto de asegurarse mayores retornos de beneficios y crecimientos sostenidos de sus inversiones. Entre otras fórmulas, mediante colocaciones en firmas de capital riesgo o en criptomonedas.
Estas últimas, más habituales entre los súper-ricos asiáticos. También pasa por ser habitual que los activos financieros, muchos de los cuales se destinan a startups o valores con elevados riesgos inversores se transfieran con fluidez, cuando generan liquideces excesivas, a estructuras holdings para aislarlas de posibles contratiempos. Kumar admite que "un número substancial de este tipo de modalidades mercantiles proliferan en paraísos fiscales" donde los milmillonarios y las corporaciones buscan jurisdicciones con reputación, estabilidad y garantías como centros bancarios y financieros. Al margen de los estándares tributarios internacionales.
Singapur ha reactivado sus facilidades de residencia fiscal
En este contexto, Singapur emerge como "un señuelo tentador" en tiempos de hostilidad fiscal para las fortunas. Sus autoridades están "chequeando todas estas cajas de regalos impositivos", en aras de mejorar su condición de hub financiero global. Con ribete de envío a familias. Ofrecen exenciones a las licencias para family offices o plataformas de inversión dedicadas a gestionar íntegramente grandes patrimonios -llamadas así por ser, además, un instrumento idóneo para consolidar la riqueza intergeneracional- e incentivos tributarios por constituir vehículos holdings de inversión que se administren desde Singapur.
Y facilidades burocráticas -con escasos gastos de inscripción- en la planificación de trust, otra fórmula de asociación de inversiones de suma eficacia para aislar activos de los riesgos del mercado y para garantizar las sucesiones de carteras y patrimonios. La ciudad-Estado es el gran canto de sirena y no quiere perder tal galardón. Ante la creciente demanda de fortunas y multinacionales por emplear estructuras trust, que también pueden impedir, si sus estatutos así lo estipulan, reclamaciones de acreedores o demandas de divorcio.
Además de aludir impuestos. Porque si un estadounidense residente en Singapur que invierte en activos bursátiles en Wall Street debería pagar a las arcas federales el 40% del valor de sus acciones, quedaría exento si las realiza a través de una estructura holding desde la ciudad-Estado. Y Singapur no solo ofrece residencia con 25 días de estancia en su territorio a ciudadanos extranjeros, muy en particular, a estadounidenses, sino que permite obtener múltiples opciones de pasaporte y de alternativas de residencia de larga estancia. O por periodos indeterminados, como, en la época de la pandemia actual, por motivos de restricciones de viajes.
Muy enfocadas en la actualidad a familias con alto poder adquisitivo. Dentro de un ordenamiento jurídico que concede con celeridad el estatus de establecimiento permanente a las compañías holding. Y de un mercado que ofrece un abanico de pólizas de seguro a grandes fortunas familiares a modo de garantías adicionales a sus carteras inversoras en el enclave.
¿Cerco a los paraísos fiscales?
El acuerdo del G-7, que tendrá en próximas fechas, presumiblemente, el plácet del G-20 para su puesta en marcha global ha sido un jarro de agua fría para países que, como Holanda, Irlanda, Luxemburgo, Malta o Chipre -dentro del espacio europeo- operan como sedes corporativas de empresas por sus ventajas tributarias y que siempre han defendido con fiereza su soberanía a la hora de elegir sus tipos fiscales. Aunque los responsables desde Dublín se ha anunciado su pleno apoyo a una decisión, la del G-7, auspiciada por el presidente de EEUU, Joe Biden, que "traerá estabilidad a la imposición internacional", y desde La Haya se interprete el consenso como "un paso para encontrar soluciones globales y para labrar unas reglas de juego efectivas", el desaire, de puertas adentro, es manifiesto.
Irlanda, por ejemplo, con su tipo impositivo del 12% a firmas empresariales, logró mantener su política fiscal tras recibir el rescate financiero en 2012 a pesar de las insistentes presiones de la UE por un modelo tributario que, en época de bonanza, registró una mayor renta per cápita que la de sus vecinos británicos; pero que, en etapas recesivas o de vacas flacas, profundizó el agujero presupuestario por las caídas de ingresos en sus arcas. Pocos analistas consideran que estos enclaves con más que notables beneficios fiscales a las grandes corporaciones vayan a arrojar la toalla. Sobre todo, si, como apuntan los vestigios, otros centros off-shore como Singapur empiezan a concebirse, entre los milmillonarios y las compañías, como el paraíso fiscal más seguro del mundo.
El registro de single family offices en Singapur se ha duplicado desde finales de 2019
Cuando los súper-ricos del planeta "sopesan decidir el lugar en el que vivir y establecerse para poder sacar mayores réditos, fiscales y financieros, a sus carteras de inversión y patrimonios, la elección actual es Singapur", avisa Stephan Repkow, fundador, en 2015 de Wealth Management Alliance, a Bloomberg. Repkow insisten en que, en los últimos doce meses, un significativo número de clientes ha adquirido la residencia en este enclave. Y la lista de espera crece, matiza. El registro de single family offices en Singapur se ha duplicado desde finales de 2019, hasta superar las 400 constituciones. Incluida la de Sergey Brin -cofundador de Google- y la de Shu Ping, el milmillonario chino que está detrás del emporio Haidilao International Holding.
Con demandas al alza para ser miembro de clubs de golf privados y el precio de los inmuebles en la mayor escalada desde 2018. En una ciudad en la que aumenta el número de restaurantes con estrellas Michelín y en un centro financiero que, según UBS "está ya recibiendo importantes flujos de activos". O que supera el 30% de ciudadanos inmunizados, casi dos veces la ratio de China y muy por encima de la Malasia o Indonesia.
La flexibilización de las restricciones a viajes ha devuelto el atractivo de Singapur como hub empresarial e inversor. "Singapur ha demostrado su capacidad de gestión de crisis de manera activa y eficiente", afirma Repkow. El aeropuerto de Seletar, dedicado a jets privados, está descongestionando sus hangares y reiniciando las rutas aéreas.
Singapur no divulga demasiados detalles de los súper-ricos extranjeros que residen en su territorio, pero, en privado, los banqueros admiten que están aterrizando al calor de la oferta de multi-family offices y otros servicios financieros para ayudar a eludir impuestos y consolidar los beneficios de sus negocios. Las ventas de coches de lujo, que se han incrementado un 60% desde mediados de 2020, en el fragor de la epidemia, es un buen botón de muestra.
Toby Carroll augura que el ciclo post-covid "catapultará todavía más a Singapur
Sobre todo, Rolls Royces, Bentleys y Porches, reconoce Vincent Tan, fundador de Vincar, intermediadora de vehículos de alta gama en Singapur: "mayoritariamente, de millonarios chinos". Toby Carroll, investigador en las universidades de Hong-Kong y la ciudad-Estado asiática augura que el ciclo post-covid "catapultará todavía más a Singapur como enclave financiero, fiscal, de inversión y empresarial". Pese a que el encarecimiento de la vida implique, presumiblemente, un foco de "inestabilidad social" futura por el repunte de las desigualdades.
Bancos como Citigroup, DBS Group Holdings o Mizuho Financial Group, según Business Insider, han potenciado su presencia en Singapur a lo largo de la epidemia. Una toma de posiciones para abordar la oleada de flujos de capitales foráneos. Como los de las big-tech, estadounidenses y chinas, esencialmente. Amazon es una de las que ha elegido Singapur para acometer un amplio mercado, el del Sudeste Asiático, en el que se esperan unas ventas de más de 650 millones de smartphones de última generación.
Singapur ha ampliado la oferta de oficinas de alta tecnología y conectividad. A la que se han adherido TikTok, Alibaba y numerosas startups tecnológicas en los últimos meses. La reacción estratégica de Singapur coincide con la divulgación de datos de la renta de los 25 estadounidenses más ricos desde la red de periodistas ProPublica en los últimos quince años. Y que revela que Jeff Bezos pagó 973 millones en impuestos federales entre 2014 y 2018 y declaró unos ingresos de 4.220 millones.
Mientras en el mismo periodo, según este informe (que toma los datos de los patrimonios recopilados por Forbes), su fortuna aumentó en 99.000 millones de dólares, gracias sobre todo a la subida en Bolsa de la empresa. O que Warren Buffett declarase unos ingresos de 125 millones de dólares en esos mismos años y pagara 23,7 millones a las arcas federales sobre esas rentas. Pese a calculársele un aumento de riqueza de 24.300 millones de dólares, lo que sitúa su "verdadera tasa fiscal" -lo pagado en relación con su enriquecimiento-, en el 0,10%.
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