El pasado 10 de mayo se celebró el Día de Jerusalén, fecha en la que los judíos conmemoran la conquista de la zona oriental de la ciudad por parte del Estado de Israel en 1967 tras la Guerra de los Seis Días. Algo que para los palestinos significó el inicio de la ocupación. Los palestinos defienden que Jerusalén Este les pertenece y que debe ser la capital de su Estado en formación. Mientras, los judíos consideran que toda la ciudad de Jerusalén es su capital, algo que reconoció Estados Unidos bajo el mandato de Donald Trump. 

Los israelíes, especialmente los más jóvenes, recorren las calles de la ciudad en la llamada Marcha de la Bandera y portan banderas de Israel mientras entonan canciones nacionalistas, incluso, por zonas tradicionalmente musulmanas y con población mayoritariamente palestina, que consideran estos actos como una provocación. 

En el marco de estas jornadas de celebración, en la explanada donde se encuentra la mezquita de Al Aqsa y la Cúpula de la Roca (Ciudad Vieja de Jerusalén), una de las zonas más sagradas para los musulmanes y que los judíos llaman el Monte del Templo —de hecho, se sitúa encima del Muro de las Lamentaciones—, se produjeron enfrentamientos entre palestinos y la Policía israelí. 

Según los palestinos, los efectivos del Estado de Israel disuadieron mediante el empleo de balas de goma y gases lacrimógenos a los musulmanes que se encontraban en el lugar y que habían estado rezando en la noche del último viernes del Ramadán. "Irrumpir en la mezquita de Al Aqsa es un crimen cometido por la ocupación", denunció el ministro de Asuntos Civiles de Palestina, Husein al Sheij. 

Durante los choques, más de 300 palestinos resultaron heridos. De ellos, unos 220 tuvieron que ser trasladados al hospital, en algunos casos, en estado grave. Por su parte, la Policía israelí aseguró tener unos 20 agentes heridos. 

Tras los enfrentamientos, el grupo islamista y palestino Hamás decidió lanzar desde la Franja de Gaza 130 cohetes contra Israel reaccionando a lo que consideró un acto de represión hacia el pueblo palestino por parte del Estado de Israel. La organización definió la actitud de Israel como una "agresión enemiga en la Ciudad Santa". Al menos tres israelíes murieron y ocho resultaron heridos tras el ataque de Hamás.

Esto provocó una contundente respuesta del Ejército de Israel, que perpetuó ataques aéreos en la Franja de Gaza contra líderes de Hamás, grupo que consideran una organización terrorista. La ofensiva provocó 28 muertos; entre ellos, nueve niños. 

Israel ha reportado alrededor de una decena de fallecidos. Dos de ellos eran menores. Los cohetes de Hamás han provocado la muerte directa de ocho personas. Otros dos ciudadanos murieron al caer al suelo mientras huían para resguardarse de los ataques. 

De este modo y con el pretexto del ataque llevado a cabo por Hamás, el Estado de Israel ha continuado atacando la Franja de Gaza dejando más de 200 palestinos muertos; entre ellos, 59 menores, en una clara actuación desproporcionada que, por el momento, no ha recibido el rechazo ni de la Unión Europea ni de Estados Unidos (EEUU) a pesar de que la mayoría de las víctimas son civiles e inocentes. De hecho, el presidente de EEUU, Joe Biden, aunque ha expresado su apoyo al alto el fuego, ha defendido que Israel está en su derecho a defenderse.