Este artículo se publicó hace 3 años.
Líbano, en caída libre económica y política
Hasta hace poco, la descomposición de Líbano podía apreciarse de mes a mes, pero el país ha alcanzado ahora una descomposición que se aprecia de hora a hora, con disturbios más violentos protagonizados por una población que observa a una clase política y
Eugenio García Gascón
Los datos económicos de Líbano se deterioran de un día a otro para sugerir un inminente caos general. Pocos dudan de que el colapso está a la vuelta de la esquina. La libra se ha devaluado hasta un 90% en año y medio, el precio de los alimentos se ha incrementado en un 400% en pocas semanas, y en el mercado negro el dólar costaba el jueves por la noche más de 21.000 libras, frente a un cambio oficial artificialmente fijado en 1.570 libras.
Los salarios están por los suelos y el desempleo supera el 40%. En realidad muy pocos libaneses pueden sobrevivir debido a que sus ingresos son insuficientes. Quien tiene familia en el extranjero, debe depender de ella, y lo más terrible es que el horizonte no es halagüeño. Al contrario, el pequeño país tiene que hacer frente a la presencia de cientos de miles de refugiados sirios que carecen de lo más elemental.
Buena parte de sus seis millones de habitantes debe contentarse con suerte con dos horas diarias o poco más de electricidad, lo que obliga a la población a adquirir generadores que normalmente funcionan con diésel a precios estratosféricos. La mayoría de los servicios públicos o no funcionan o lo hacen sin satisfacer las necesidades de la gente.
Todos miran a la clase política como responsable de la situación
¿Quién es responsable de esta situación? Naturalmente todos miran a los políticos, una clase privilegiada que controla el país desde un tiempo inmemorial participando en una gigantesca corrupción que llega hasta los rincones más alejados del Estado, que perjudica a todos y sostiene una amplia red clientelar que obra como una infección gangrenosa que destruye las pocas células sanas que todavía quedan.
Quienes tienen empleo trabajan por salarios miserables, incluidos los militares, a quienes las pocas libras que les dan no les bastan para alimentarse. Muchos oficiales y soldados cuentan con uno o dos empleos adicionales. Los jefes temen que los soldados se enrolen en milicias privadas, una actividad bien conocida en Líbano donde se cobra bastante más que en el Ejército.
El mismo Ejército ha habilitado helicópteros militares para sobrevolar partes del país por 150 dólares a quien tenga dinero y ganas de hacer turismo. El montante que se recauda se destina a productos alimenticios para oficiales y soldados. En este contexto, el que puede, joven o mayor, emigra sin pensárselo dos veces.
Los mayores recuerdan la gloria del país y de Beirut que se prolongó hasta mediados de los años 70, cuando estalló una terrible guerra civil que duró 15 años y de la que Líbano no se recuperó. El endeudamiento, el mayor del mundo, y la pobreza actuales pronostican que se tardará muchos años en enmendar el rumbo, y para ello será preciso dar un vuelco completo para el que el país no está preparado.
Fundamentado en la religión, Líbano cuenta con un reparto de poder que se adscribe a cada una de las confesiones presentes en el país, siendo las más importantes la chií, la suní y la cristiana. Se trata de un sistema disfuncional que no está basado en los votos sino en las distintas confesiones religiosas, una herencia del periodo de colonización francesa.
Para complicar las cosas, el analista Ibrahim Haidar considera que existe una serie de problemas internacionales que repercuten directamente sobre la crisis, empezando por las difíciles relaciones entre Irán y EEUU. Teherán tiene un gran ascendiente sobre Hizbolá, una formación chií clave para la estabilidad de Líbano.
Haidar: "Mientras los problemas regionales sigan ahí, será imposible resolver la crisis libanesa"
Otra incidencia notable es el conflicto entre israelíes y palestinos. La ocupación israelí incide de una manera u otra en los conflictos de la región, y el de Líbano no es una excepción. Sin embargo, ni franceses ni alemanes ni americanos están por la labor de enfrentarse a la ocupación israelí, una circunstancia que seguirá dificultando la resolución del problema. "Mientras los problemas regionales sigan ahí, será imposible resolver la crisis libanesa", sostiene Haidar.
En las calles de Beirut se observan enormes colas ante las gasolineras, las señales de tráfico no funcionan, el número de comercios cerrados crece a diario, e incluso las estanterías de las farmacias abiertas están semivacías. Muchos comerciantes dicen que no les merece la pena vender el género que tienen porque al día siguiente les costará mucho más caro adquirirlo debido a la inflación.
Varias iglesias y ONG ayudan como pueden distribuyendo alimentos básicos como arroz o aceite. No es extraño ver en esas colas a personas que conducen un mercedes o un BMW, es decir, gente que hasta hace poco pertenecía a la clase media y que ahora no tiene para comer. Naturalmente, quienes ya eran pobres antes ahora lo son mucho más. Según Unicef, el 70% de los libaneses no dispone de suficiente dinero para alimentarse.
Francia y Estados Unidos se están implicando a fondo en Líbano, pero sus intenciones solo serán eficaces de una manera aparente, incluso aunque logren resolver la crisis política. A medio plazo es evidente que solo se podrá avanzar si se resuelven otras crisis regionales, como la de Irán y la de los palestinos, algo que no parece estar al alcance de franceses y americanos.
La situación, que algunos califican de "más que peligrosa", se complicó un poco más el jueves cuando el presidente cristiano Michel Aoun rechazó la distribución de carteras propuesta por el nominado primer ministro suní Saad Hariri. Hariri ha dimitido y ahora otro político deberá intentar formar gobierno, una empresa harto complicada a cuyo frente deberá figurar un suní con amplio apoyo dentro de su rama religiosa.
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