Este artículo se publicó hace 4 años.
El diablo de al ladoEl judío israelí que salvó a un supuesto nazi de la horca culpa a Netflix de manipular la historia de Iván el Terrible
El abogado israelí Yoram Sheftel acusa a los responsables de la serie “El diablo de al lado” sobre el carnicero de Treblinka de suprimir deliberadamente material para convertir a su cliente John Demianiuk en otro terrible Iván de Sobibor.
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De no haber sido por este abogado de Cesárea, un hombrecillo de aspecto abotargado, hubiera sido ahorcado en Jerusalén hace 27 años tras pasar a la historia como el criminal que se ocupaba del motor de la cámara de gas de Treblinka, un campo de concentración donde los alemanes exterminaron a 900.000 judíos. Salvar a los presuntos malos forma parte de su encanto y su trabajo y de la misma extravagancia con la que elige sus corbatas. Dice que no hay nada de narcisismo en ello.
"Mi programa de radio es único, mi coche es único y mi estilo como abogado es definitivamente único porque yo no quiero formar parte de la corrección política". Y en verdad que no lo hace. El programa israelí de radio que Yoram Sheftel menciona fue incluso temporalmente suspendido por el modo en que se expresa. "Cierra la boca", le espetó en cierta ocasión a uno de sus oyentes. A este letrado no le gusta que le contrarien. No pierde ni a las chapas.
Sheftel dice de sí que es un judío orgulloso y ateo, alguien en el que el judaísmo es el principal rasgo de carácter. Le hubiera gustado defender a Netanyahu — procesado por corrupción— como defendió en su día a Elor Azaria, el médico militar que asesinó de un tiro en la cabeza a un palestino de Hebrón que yacía herido sobre el suelo, después de haber apuñalado a un soldado israelí. En 2012, fue el letrado de Moshe Katsav, un expresidente israelí acusado de violación y asalto sexual. Tiene predilección por los villanos como el mafioso Meyer Lansky. Sospecha que la Shoah se hubiera cobrado menos vidas si los judíos hubieran imitado su actitud.
Pero no es su esnobismo lo que convirtió a Sheftel a mediados de los ochenta en el hombre más odiado de Israel, sino el que se atreviera a representar a un supuesto nazi, un emigrante norteamericano de origen ucraniano llamado John Demianiuk (1920-2012), considerado en su día por muchos como el carnicero de Treblinka o Iván el Terrible.
Con arreglo a la secuencia cronológica de los hechos, Demianiuk fue sentenciado a la pena de muerte por horca el 18 de abril de 1988 y cinco años después, el 29 de julio de 1993, la Corte Suprema de Israel revocó por unanimidad esa sentencia apelada y lo absolvió tras aceptar las tesis de Sheftel de que existían dudas más que razonables acerca de sí en verdad era Iván Marchenko. El 20 de febrero de 1998, un tribunal de Cleveland le devolvió la ciudadanía estadounidense que previamente le habían arrebatado y en 2002, volvió a perderla a petición de un tribunal de Munich que decidió juzgarlo nuevamente por su colaboración con los nazis en otros campos de exterminio.
Amparándose en las fuentes documentales reunidas por el Departamento de Justicia estadounidense, los germanos sostenían que Demianiuk había prestado servicio como agente auxiliar de policía en Trawniki, Sobibor y Maidanek, y como miembro del Batallón de la Calavera de las SS en Flossenbürg. Esta vez fue condenado a cinco años de prisión (mayo de 2011). Se consideró probado que había sido cómplice de 28.060 asesinatos en Sobibor. El supuesto Iván el Terrible murió poco después de recurrir la sentencia emitida por los alemanes.
Hoy, Sheftel sigue plenamente convencido de que Demianiuk no colaboró nunca con los nazis. Pero además,en una vuelta de tuerca a esta oscura y larga historia de crímenes contra la humanidad, el abogado israelí sostiene ahora que la serie de Netflix El diablo de al lado ha manipulado u omitido deliberadamente los documentos que enviaron los israelíes Yossi Bloch y Daniel Siván para insinuar, en la línea de las conclusiones de los alemanes, que Demianiuk sí es quizá Iván el Terrible o, en el mejor de los casos, otro el terrible nazi Iván de Sobibor. "¿Sabe? La Corte judía que le absolvió en el último veredicto dictaminó textualmente que no había encontrado nada para asegurar una condena a Demianiuk. Y ese mismo material que resultó insuficiente para condenarle en Israel fue el que se utilizó para sentenciarle en Alemania, a donde fue conducido muy enfermo".
"Netflix ignoró hechos cruciales", nos dice Sheftel. "Durante las audiencias de apelación de la Corte Suprema de Israel fue probado de manera concluyente que Demianiuk no era el infame carnicero de Treblinka con una montaña de evidencias aceptadas como auténticas incluso por el fiscal israelí. Éstas demostraban que el monstruo al que los supervivientes judíos llamaban Iván el Terrible era en realidad Iván Marchenko. Frente a las cinco personas que sí le identificaron como tal, había otras sesenta que no lo hicieron.Y esto fue eliminado de la serie que habéis visto en España".
Resultó clave para su defensa apuntalar la idea de que los testigos oculares —los cinco supervivientes de la Shoah a los que el fiscal había recurrido— no eran fiables, lo que terminó por resquebrajar el ya frágil edificio de la acusación.
Simultáneamente, en una carrera contra el tiempo, Sheftel viajó hasta Crimea durante el juicio aprovechando la apertura de la Perestroika con el fin de recabar los testimonios documentales de guardias de Treblinka que sustentaban la tesis de que al verdadero carnicero Iván Marchenko se lo tragó la tierra. "Las pruebas abrumadoras que condujeron a la anulación de la condena inicial y la pena de muerte incluía ochenta testimonios de 37 de esos guardias y de cinco trabajadoras forzadas ucranianas", añade el abogado. "Todos coincidían en que los guardianes fueron Iván Marchenko y Nikolai Shelayev y, sin embargo, fueron suprimidos en el corte final de la serie".
Entre esos testimonios se hallaba justamente el del citado Nikolai Shelayev, asesino confeso y compañero de Marchenko en las cámaras de gas de Treblinka. Fue capturado por las autoridades soviéticas, juzgado y ejecutado en 1952 por sus crímenes. "Lo que él declaró fue que Marchenko había nacido en 1911; era de Dnipropetrovsk y estaba casado y con tres hijos mientras que Demianiuk nació en 1920; era de Vinnytsya y no se había casado todavía en 1942, que fue cuando el verdadero operador del motor de la cámara de Treblinka conoció a Shelayev".
"Pero todavía hay más", dice Sheftel. "Tras la absolución del Tribunal Supremo de Israel, hubo doce peticiones para que se volviera a procesar a John Demianiuk, pero esta vez como colaborador de los nazis en Sobibor. Y el propio fiscal entendió que era poco probable que, con arreglo a las pruebas que existían, fuera declarado culpable de otro cargo alternativo. También esto fue omitido por Netflix. Y el asunto es relevante porque fueron esos mismos documentos y testimonios que no lograron acreditar su culpabilidad en Israel los que después se utilizaron en Alemania para condenarlo. En esos y otros detalles relevantes le han robado al espectador la verdad judicial. Demianiuk murió como inocente en Alemania porque no había completado su apelación".
Según Yorem Sheftel, la serie de Netflix pasó por alto también a propósito que ninguno de los guardias ni de los 70 supervivientes del campo de exterminio de Sobibor identificaron a Demianiuk. "Estos hechos significativos fueron igualmente incluidos por los cineastas israelíes pero los editores de Netflix decidieron suprimirlos. Netflix también engañó gravemente a los espectadores al describir el infame documento proporcionado por la Unión Soviética —conocido como "tarjeta Trawniki"— como una tarjeta de identificación de las SS de Demianiuk, con detalles precisos sobre su vida. La 'precisa' tarjeta de Netflix le atribuía una altura diferente, un lugar de nacimiento distinto y tenía una foto que había sido chapuceramente añadida desde otro documento, como se supo gracias al perito Julius Grant, quien testificó bajo juramento que era una burda falsificación de la KGB. Ese mismo doctor que había descubierto las falsificaciones de varios documentos de Mussolini demostró también que la firma de esa tarjeta era cien por cien falsa".
En una última pirueta de la acusación para garantizar una condena, la fiscalía trató de demostrar que el apellido familiar de soltera de la madre de Demianiuk era, en verdad, Marchenko, un detalle de importancia capital en la serie de Netflix que termina por extender la sombra de la duda acerca de quién fue, en realidad, el migrante ucraniano que trabajó como mecánico en la ciudad norteamericana de Cleveland. "También eso son mentiras. Cuando emigró a Estados Unidos le preguntaron por el apellido de la madre y él dijo que Marchenko, que es como Coen en Israel [o Pérez, en España]. Recuerdo que le eché un vistazo a una guía de teléfono de Cleveland, y solo en esa ciudad, encontré seiscientos. También hallé el certificado de nacimiento de la madre y su apellido era, en realidad, Tabachuk. Fue una más de las cientos de fantasías que diseminó el fiscal".
Hasta la madre de Sheftel albergaba dudas durante el juicio sobre la conveniencia de que su hijo defendiera al ucraniano. "Tenías razón", le concedió, no obstante, cuando concluyó el proceso. Durante los algo más de siete años transcurridos entre la deportación de Demianiuk (1986) desde Estados Unidos a Israel y el veredicto absolutorio dictado por la Corte Suprema de ese país en el que se revocaba la condena a muerte de la primera sentencia, Sheftel fue quizá el único judío del planeta que creyó en la inocencia de su cliente. Los medios israelíes de comunicación le lincharon en un sentido casi literal mientras la opinión pública del país observaba hipnotizada el devenir del juicio como en un acto de catarsis colectiva. "Demianiuk —asegura Sheftel— era el chivo expiatorio que había puesto cara al horror nazi del Holocausto. Era todos los nazis".
En el transcurso del proceso, a Sheftel le llovían las amenazas. Tan odiado llegó a ser en Israel por los propios judíos que a punto estuvo de quedarse ciego cuando un fanático le arrojó ácido en la cara durante el funeral de Dov Eitan, un respetado abogado a quien él mismo había contratado para colaborar con él. Eitan se suicidó antes de unirse a su equipo cuando alguien, supuestamente, amenazó con revelar su condición de homosexual. Le faltó muy poco para perder la vista. Las secuelas le acompañan de por vida.
Y él insistía entonces, y aún insiste, en que lo que en verdad se dirimía en ese juicio convertido en un circo planetario no era la magnitud de la miseria moral de los hechos que acaecieron en Treblinka, sino si ese hombrecillo de escasa inteligencia señalado por el KGB era en verdad el guardián de la cámara de gas que había fulminado sin pestañear a miles de personas. "Finalmente conseguí acreditar que existían dudas razonables que cuestionaban esa idea", dice.
"En su momento se dijeron muchas cosas porque los israelíes no aceptaban que un judío defendiera a Iván el Terrible. Pero cuando la Corte Suprema de Israel revocó la primera sentencia y lo declaró no culpable cambiaron la percepción que tenían de mí. Nadie contaba con ese desenlace. Ahora sucede al contrario. En enero pasado estuve en Londres y me quedé completamente sorprendido, en shock, porque la gente me reconocía en el metro y en los restaurantes".
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