Este artículo se publicó hace 13 años.
Israel destruye pozos beduinos
El ejército viola el código milenario del desierto sin una razón aparente
El pozo está en el extremo sur de Cisjordania. Es elíptico, aunque irregular, se ha excavado en la roca, y en la pared hay una tosca incisión donde figura el nombre de quien lo abrió en 1944. Orientándose hacia el sur se ve Israel a poco más de un tiro de piedra. En esta zona no hay hierbas; sólo piedras y arena. Tampoco hay caminos, y no obstante aquí y allá se ven unos excrementos diminutos que muestran que recientemente han pasado rebaños de cabras.
El ejército viola el código milenario del desierto sin una razón aparente
"Entre los beduinos existe un código que prohíbe destruir los pozos de agua", comenta Ezra Nawi, un israelí judío de origen kurdo que reside en Jerusalén y que participa en las acciones de Taayush (Coexistencia), un grupo israelo-palestino que empezó a ayudar a los palestinos y beduinos hace una década. "Si pasas cerca y estás sediento, tienes derecho a beber agua, pero el pozo lo has de respetar. Siempre ha sido así", subraya Nawi.
Sin embargo, el pozo en cuestión está cegado. Uno de los beduinos que nos acompaña, un muchacho de unos 20 años, salta ligero hasta el fondo, a unos tres metros de profundidad. Coge una piedra y la arroja por una pequeña apertura que hay en un costado. Luego repite la acción y el sonido del agua llega con claridad a la superficie.
"Todo terminó el 15 de diciembre", explica Nawi. "Ese día el ejército vino y destruyó el pozo. Lo llenó de piedras y arena hasta arriba y rompió el recipiente de agua que había aquí al lado, del que bebían las cabras. Ese mismo día, el ejército destruyó 12 pozos de esta zona. No se dio ninguna explicación. Ahora los pastores beduinos tienen que ir a buscar el agua a pozos más lejanos".
Soldados israelíes ciegan con arena y piedras los vitales depósitos de agua
Excavadoras destructorasA unos dos kilómetros de distancia hay otro pozo destruido. Una mujer católica inglesa que ayudaba a los vecinos había pagado la edificación de una estructura de cemento armado para asegurar el pozo, pero las excavadoras lo destruyeron el 15 de diciembre. El agua, que proviene de la lluvia, como en casi todos los pozos de este desierto, todavía se puede ver en este segundo pozo, aunque parece que se ha corrompido.
En una amplia tienda no lejos de allí se sienta Yusuf. Es el mujtar de la tribu; el hombre al que se recurre cuando hay algún conflicto y el responsable de que la paz reine en la tribu, una comunidad de cuatro o cinco mil personas que viven dispersas por estas colinas áridas. Yusuf nació en 1936 y tenía 8 años cuando su padre abrió el primer pozo que ahora ha destruido el ejército israelí.
La tribu está desperdigada por Cisjordania, Israel y Jordania. Siempre han vivido en estas tierras. Primero como nómadas, después seminómadas, pasando una parte del año en un lugar y otra parte del año en otro lugar, según la tierra y el agua fueran más propicias para el ganado, y ahora se encuentran en un proceso de sedentarización.
"Es algo para lo que no encuentro una explicación. Nunca había oído que un Gobierno destruyera el sistema de recogida del agua de la lluvia", comenta Yusuf. En la tienda hay otros beduinos. Casi todos viven de la ganadería. Tienen rebaños de camellos y de cabras, los animales que mejor se adaptan a las rigurosas condiciones del desierto.
El israelí Ezra Nawi, que nació en Jerusalén en 1952, poco después de que sus padres emigrasen desde el Kurdistán iraquí, y otros voluntarios judíos como él, ya han empezado a arreglar los pozos que ha destruido su ejército.
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