La luna de miel de Javier Milei con la sociedad argentina muestra ya algunos signos de agotamiento. Seis semanas después de su asunción presidencial, el mandatario ultraderechista afronta este miércoles una huelga general convocada por los principales sindicatos y apoyada por los movimientos sociales y los partidos de izquierdas en protesta por el severo plan de ajuste anunciado por el Gobierno.
Milei obtuvo en las elecciones de noviembre un respaldo abrumador. Un 55% de los argentinos confió en las promesas de este excéntrico economista ultraliberal para acabar con una crisis económica que se prolonga desde hace ocho años. Nada más llegar a la Casa Rosada, Milei enchufó su motosierra, olvidó sus críticas a la "casta" política rodeándose de antiguos ministros del expresidente derechista Mauricio Macri, y se dispuso a darle la vuelta al país.
En cuestión de días, y tras devaluar el peso más de un 50%, presentó un megadecreto y una ley ómnibus que entierran derechos históricos de los trabajadores y desregulan varios sectores estratégicos de la economía. Ese plan de choque vino acompañado de una normativa "antipiquetes" que obliga a realizar las manifestaciones por las aceras y sanciona a aquellos que corten las calles durante las protestas.
La devaluación ha hecho mella ya en los bolsillos de los ciudadanos. En una economía bimonetaria como la argentina, muy dependiente del dólar, los saltos cambiarios abruptos impactan de una manera drástica en los precios de productos y servicios básicos.
Milei heredó una inflación interanual del 160% del Gobierno de Alberto Fernández. El descontrol inflacionario fue la causa principal de la derrota del peronismo. En su primer mes en el poder, el gobernante ultraliberal ha hecho historia al colocar a Argentina como el país con la inflación más alta del mundo, un 211% en 2023. Sólo en diciembre los precios subieron un 25%. Para muchos argentinos, comerse el tradicional asado es hoy un lujo inalcanzable.
Hasta ahora, el descontento ciudadano sólo se había visualizado durante algunas jornadas de "cacerolazos" antes de las fiestas navideñas. La huelga general y las manifestaciones convocadas para este miércoles podrían ser el inicio de una nueva etapa de contestación social.
Para tratar de desactivar su repercusión, Milei no ha tardado en descalificar a los organizadores del paro: "Hay dos Argentinas, una que se quiere quedar en el atraso, el pasado y la decadencia […] y otra que es la que votó las ideas de la libertad", declaró en una entrevista radiofónica.
La ley ómnibus y un Congreso dialogante
La CGT (Confederación General del Trabajo) ha elegido la plaza del Congreso como punto culminante de una manifestación en la que espera reunir a decenas de miles de personas en Buenos Aires. Los sindicalistas pretenden presionar así a los legisladores de la denominada oposición dialogante.
La Cámara de Diputados debate estos días la ley ómnibus del Gobierno. La Libertad Avanza —el partido de Milei— tiene tan sólo 38 de los 257 diputados, pero cuenta con el más que probable apoyo de la derecha macrista (el PRO), la centrista Unión Cívica Radical y la bancada del peronismo conservador.
Con sus votos, la ley vería la luz aunque sería aprobada con cambios sustanciales en su redacción final que afectarían a unos 140 de los 664 artículos que contiene. Entre otras modificaciones, se limitaría la delegación legislativa de poderes que pedía Milei y se pondría coto al plan de privatizaciones, con la petrolera YPF a salvo de la venta.
Frente a ese bloque que ampara las políticas ultraliberales de Milei, la oposición real al Gobierno se aglutina en torno al kirchnerismo. Pero esta fuerza política, hegemónica hace una década, ha ido perdiendo fuelle incluso dentro del propio movimiento peronista. Su carismática dirigente, la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, dio un paso al costado y no se presentó a ningún cargo institucional en las últimas elecciones.
El principal activo del kirchnerismo es hoy Axel Kicillof, gobernador reelecto de la provincia de Buenos Aires. Pero Kicillof, exministro de Economía de Cristina, está plenamente centrado en la compleja gestión del territorio más poblado de Argentina.
Ante la falta de un liderazgo opositor en el Congreso, la protesta en las calles será determinante para tratar de frenar a un Milei empeñado en cumplir una suerte de misión divina (sus alusiones a "las fuerzas del cielo" son recurrentes). Aunque se autodenomina "libertario" y "anarcocapitalista", el mandatario argentino es, antes que otra cosa, un neoliberal clásico aquejado de un anticomunismo enfermizo.
A Milei lo votaron, además de sectores de clase alta y media, miles de jóvenes desideologizados de todo el espectro socioeconómico. Muchos de ellos lo hicieron por la falta de oportunidades y la desconfianza en la política tradicional. La fidelidad de esa legión de seguidores dependerá del tiempo y la naturaleza del sacrificio exigido por Milei para dejar atrás la crisis.
Si la inflación no da tregua y la recesión se acentúa, el respaldo popular se agrietará. Algunas encuestas ya han detectado una caída de la popularidad del gobernante. La consultora CEOP estima que su aprobación ha descendido nueve puntos (del 61% al 52%) en estas seis semanas.
Las lunas de miel entre gobernantes y gobernados duran cada vez menos en un país urgido de soluciones. Pero Milei cuenta de momento con la bendición de las grandes corporaciones económicas y mediáticas que antes de las elecciones apostaban por la candidata del macrismo, Patricia Bullrich, hoy ministra de Seguridad.
El poder económico se hizo "mileísta" de la noche a la mañana cuando comprobó que aquel outsider que soltaba exabruptos en las tertulias de televisión, barría a sus adversarios políticos y estaba dispuesto a favorecer sus intereses sin pestañear. Si las "fuerzas del cielo" dejan de proteger en algún momento al presidente, las "fuerzas de la tierra" tal vez le aconsejen que le ceda más poder a Macri, quien continúa siendo el favorito del establishment.
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