Este artículo se publicó hace 4 años.
Elecciones EEUULa guerra de Trump al voto por correo pone en jaque la supervivencia del Servicio Postal estadounidense
El presiente se opone a rescatar la empresa pública, de 245 años y que este año ha acumulado pérdidas de 6.700 millones de dólares, para tratar de que el voto por correo universal, que considera "fraudulento", esté lo menos operativo posible en las elecciones presidenciales.
Manuel Ruiz Rico
Washington-
El servicio estatal de correos de Estados Unidos, US Postal, un símbolo del país, está contra las cuerdas. Las finanzas de la empresa pública, cuya historia se remonta a 1775, llevaban tiempo viviendo momentos complicados cuando surgieron dos factores que poco tienen que ver entre sí pero que pueden resultar decisivos para su defunción definitiva: la pandemia de coronavirus y las elecciones presidenciales de noviembre. Como éstas se desarrollarán en medio de un previsible repunte de la pandemia en invierno, el voto por correo se antoja fundamental y ahí es donde entra en juego Donald Trump: el mandatario ve este modo de votar como "fraudulento" y no deja de reiterar que se opondrá a cualquier intento de financiar el servicio público postal para impedir que el voto por correo pueda usarse de manera efectiva y generalizada.
"Los demócratas quieren 3.500 millones de dólares para destinarlos a algo que acabará derivando en un fraude", aseguró Trump el pasado jueves, según recogen la emisora de radios públicas estadounidenses (NPR). El presidente, como hace a menudo, transmitió con esa frase el mensaje de que el voto universal por correo es intrínsecamente fraudulento; además, da a entender que su uso será masivo en noviembre cuando, de momento, de los 50 Estados del país y el Distrito de Columbia, sólo ocho, según la NPR, han aprobado el envío de papeletas de voto a todos los ciudadanos que se registren en el censo electoral, y de ésos, seis ya llevaban años implementando ese sistema. El voto por correo universal implica enviar por sistema un sobre con las papeletas al domicilio de todo aquel que se registre como votante.
Esos 3.500 millones de dólares es la cantidad que los demócratas propusieron en mayo para garantizar el correcto funcionamiento del voto por correo en los comicios presidenciales de noviembre. Esta cifra se engloba dentro de una propuesta global de ese partido para salvar la empresa pública postal, que incluye destinar 25.000 millones en tres años. No son cifras que los demócratas hayan propuesto porque sí; la sangría del Correos estadounidense es descomunal: perdió 2.200 millones de dólares en el segundo trimestre de este año, una cifra que se suma a los de 4.500 millones en pérdidas entre enero y marzo, y la empresa pública asegura que se enfrenta a una sangría que podría alcanzar los 20.000 millones en dos años.
Con todo, es previsible que, si la pandemia de coronavirus vive una segunda ola en noviembre en Estados Unidos, haya más Estados que aprueben el voto por correo universal. Trump teme que, de suceder esto, esta modalidad podría ser extremadamente abundante y generalizada, lo que llevaría a una participación elevada. Como Trump no quiere que esto último suceda, desde el principio ha cuestionado (sin pruebas ni sostén objetivo) la limpieza de un escenario así, hasta el punto de que cuando la cadena ultraderechista Fox le preguntó el pasado 19 de julio si aceptaría, fuese cual fuese, el resultado electoral, no se escondió: "No voy a decir simplemente que sí. Tendré que verlo".
Es así como una de las víctimas inesperadas de esta guerra al voto por correo puede acabar siendo el servicio postal estadounidense, con sus 245 años de historia a cuestas, un año más de los que tiene el propio país, que emitió su Declaración de Independencia en 1776. Ya antes de la pandemia lasituación de la empresa pública postal no era muy boyante. La causa original de ello data de 2006, cuando el Congreso aprobó la obligatoriedad de que la empresa pública financiase gastos de pensiones y del seguro de salud de sus jubilados, una obligación que comprometía de lleno su solvencia. Y todo, bajo un modelo comercial que nunca se llegó a modernizar. Si logró navegar las aguas de esos siguiendo a flote fue porque la empresa halló un filón de negocio como contratista que entrega paquetes de Amazon, propiedad de Jeff Bezos, quien, para rizar más rizo, resulta ser el dueño del Washington Post y enemigo acérrimo de Donald Trump.
En esa situación llegó US Postal a la pandemia, que ha desplomado su volumen de negocio en un entorno general de declive de los servicios postales: si la empresa tuvo su pico en los envíos de primera clase (una de sus principales fuentes de ingresos) en 2001 con 104.000 millones de correos gestionados, en 2019 esa cifra bajó a 55.000 millones. Para poner más sombras sobre la gestión de la empresa, Donald Trump nombró en mayo como director general de Correos a un republicano y amigo suyo, Louis DeJoy.
Un mes antes, a primeros de abril, la empresa había comunicado al Congreso que, de no tener asistencia financiera estatal, se quedaría sin liquidez en septiembre: ahí estaba el precipicio. Su esperanza era quedar incluida en el nuevo paquete de ayudas que se negocia en el Senado, pero éste ha encallado definitivamente: las negociaciones se suspendieron el pasado jueves y la cámara alta decidió echar el cierre hasta el 7 de septiembre.
Con vistas a que esto pudiera suceder, el 29 de julio, el Departamento del Tesoro (equivalente al Ministerio de Economía) anunció que abría una línea de crédito de 10.000 millones de dólares para la empresa pública. DeJoy anunció entonces que Correos no recurría inmediatamente a ella, si bien alertó de que, incluso con esa alternativa, "el servicio postal continúa en una senda insostenible" y aseguró estar trabajando para "mejorar la eficiencia operativa y realizar otras reformas para poner al servicio postal en la senda de la estabilidad financiera a largo plazo", según un comunicado recogido por Reuters. La expresión otras reformas se leyó como una llamada a la privatización, elemento que los demócratas rechazan.
A pesar de este telón de fondo y pese a la presión incesante de los demócratas para salvar la empresa estatal de correos, Trump no cede: aseguró el pasado jueves que no daría su brazo a torcer para refinanciar la empresa y salvar su futuro. Y volvió a cargar contra el voto por correo. "Si no llegamos a un acuerdo", se jactó, "significará que ellos [los demócratas] no tendrán el dinero [para el Servicio Postal] y eso querrá decir que no podrán tener el voto por correo universal". La polarización del mensaje de Trump es más que evidente y ahonda en otras que mantienen dividido al país: llevar mascarilla, demócrata; no llevarla, republicano. Del mismo modo, rechazar el voto por correo es de republicanos mientras que apoyarlo es cosa de demócratas. Es el juego de Trump.
¿Y cómo argumentó Trump este bloqueo al voto por correo, que podrá echarel portazo al Correos estatal además de comprometer la limpieza del procesoelectoral, al impedir o dificultar el voto de muchos millones de estadounidenses? "No hay nada malo en salir a la calle a votar", simplificó el presidente, que añadió: "Sales y votas. Se votó así durante la Primera Guerra Mundial y la Segunda". Ante esto, los demócratas no callaron. Uno de los más severos y clarividentes fue el congresista por Nueva York Hakeem Jeffries, quien aseguró, según recoge el medio The Hill, que "los esfuerzos por destruir el servicio de correos es parte de la conspiración continua para robar las elecciones". En esta partida, Trump se puede llevar por delante una de las instituciones más antiguas y con más solera del país.
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