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El pasado 5 de julio se conocieron los resultados de las elecciones británicas y el rey Carlos III invitó al líder laborista, Keir Starmer, a formar gobierno, tras catorce años de conservadurismo. Desde entonces, Starmer ha estado en Londres nombrando el gabinete (Consejo de ministros, integrado por catorce hombres y doce mujeres) y poniéndolo a trabajar. Ha visitado Escocia, Gales e Irlanda del Norte, y el martes 9 llegaba a Washington para la cumbre de la OTAN hasta el 11 de julio. Todo un récord en kilometraje, rozando el don de la ubicuidad, en las primeras cuatro noches que pernoctaba en Downing Street, su nuevo domicilio.
La transición de tories a laboristas se ha hecho en un visto y no visto, como se hace tradicionalmente. El mismo día que nombró a sus ministros, Starmer anunció que el programa conservador de deportar a Ruanda a solicitantes de asilo político en Reino Unido está "muerto y enterrado". El plan lleva dos años de litigios judiciales y ha costado 310 millones de euros. El resultado ha sido la deportación de cinco solicitantes voluntarios, a quienes se les ha compensado económicamente para que sirviesen de ejemplo. El programa de Ruanda se había convertido en la china en el zapato del ex primer ministro, Rishi Sunak, y su política de reducción de la inmigración, incluida la de las barcas que llegan a las costas inglesas, a la que Starmer también se ha comprometido con la creación de una nueva fuerza policial de fronteras y el aumento de la cooperación con Europa, especialmente, con Francia.
En su viaje a Washington para asistir a la cumbre de la OTAN en el 75 aniversario de su creación, Starmer se llevó con él no solo a los secretarios de Estado (ministros en la jerarquía española) de Defensa y de Asuntos Exteriores, sino también al ministro (secretario de Estado en España) para asuntos de Europa en una clara intención de empezar ya el reset (reajuste, es la palabra favorita del laborismo) de Reino Unido con la Unión Europea (UE). La agenda de reuniones en la cumbre ha sido intensa, aun así, el futbolero Starmer ha encontrado minutos sueltos para comentar en las redes el devenir de la selección inglesa de fútbol.
Durante su encuentro con el presidente Joe Biden, a quien, a tenor del británico, ha "encontrado en plena forma", el primer ministro reiteró su deseo de mantener las "relaciones especiales" entre Reino Unido y EEUU, como hizo su antecesor, Tony Blair, que se traducen en apoyo casi incondicional a la política estadounidense. El ministro de Exteriores británico, David Lammy, sugirió a su colega norteamericano "la necesidad de conseguir un alto el fuego en Gaza que asegure la liberación de los rehenes y coloque los cimientos para una paz duradera". Un anhelo que se repite a lo largo de los años. A Starmer, la política de total alineamiento con EEUU le causará problemas por la presencia en la Cámara de los Comunes de varios diputados independientes pro-Palestina de distritos previamente laboristas y muchos laboristas presionados por electores pro-Palestina. El mismo Starmer ha visto reducido su apoyo electoral al pasar de 36.641 votos en 2019 a 18.884 el pasado 4 de julio. Perdió apoyos en favor de candidatos independientes pro-Palestina.
En Washington, el primer ministro confirmó lo ventilado en campaña electoral: la intención de su Gobierno de destinar el 2,5% del PIB (Producto Interior Bruto) a Defensa cuando las cuentas estatales lo permitan, por encima del 2% que requiere la OTAN. La presencia del ministro para Europa en el séquito de Starmer enfatiza el nuevo acuerdo de Seguridad que quiere negociar Londres con la Unión Europea a raíz del brexit. "Este acuerdo se complementará con la OTAN, que continuará siendo el centro neurálgico de la defensa en Europa. Sin embargo, hay un espacio vacío entre Reino Unido y la Unión Europea para cooperar en seguridad y defensa", ha manifestado Starmer en Washington, donde ha mostrado también su apoyo a Ucrania y ha evitado pronunciarse sobre el double standards (doble rasero) que aplican algunos países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU a Ucrania y a Israel acerca del cumplimiento de la ley internacional.
De vuelta a casa, y al gabinete de Gobierno que votó a favor de quedarse en la UE en el referéndum de 2016, el primer ministro anunciará su programa legislativo el próximo miércoles 17 en boca del rey Carlos III, que con la pompa y el boato que tanto gusta a muchos británicos, inaugurará el año parlamentario. La agenda política en el interior puede resultar más complicada que la exterior. La decisión conservadora de limitar las prestaciones sociales (no universales) a solo dos menores de la misma familia apunta a poner a Starmer en el primer aprieto o rebelión de sus propias filas, puesto que muchos diputados laboristas y otros de la oposición (liberales, escoceses y verdes) quieren revertir la política tory y ampliar los subsidios (no universales) a todos los menores de la misma familia con derecho a ellos, lo que costaría 3.700 millones de euros anuales a las arcas del Estado. El primer ministro dijo en la campaña electoral que querría retirar la restricción, conocida como two-child benefit cap, pero las finanzas públicas no lo permiten. La diputada laborista Zarah Sultana considera que abolir el límite "debería ser una de las prioridades del nuevo Gobierno".
Las medidas contra la pobreza infantil no serán el único frente abierto contra Starmer. Las empresas que gestionan el agua privatizada, acusadas de contaminar los ríos y las playas y de enriquecer a directivos con grandes ingresos, ya estaban enzarzadas con el Gobierno anterior por los sueldos desorbitados y la contaminación. La pelea no apunta a amainar, sino a crecer ante el aviso de las empresas de subir la factura del agua. Otro tema que ya ha creado controversia es el de aligerar las cárceles poniendo en libertad a presos que hayan cumplido el 40% de su condena, una medida que estudiaba el anterior Gobierno y que pone en cuestión la validez del sistema penitenciario. Unos 88.000 presos están a punto de colapsar las prisiones. "Algo hay que hacer", clama el nuevo ministro de Prisiones a la BBC Radio de buena mañana del viernes 12 de julio.
La que también avisa de que esta legislatura no será un camino de rosas. A pesar del ajetreo que lleva el premier, es la nueva chancellor o ministra de Economía, la primera mujer en el cargo, Rachel Reeves, quien, tras tomar posesión del mismo, advirtió: "Aquí no hay mucho dinero. Sé muy bien que heredo una economía raquítica y, por consiguiente, tengo un gran reto ante mí. Por eso, apuesto por el crecimiento económico y por crear las condiciones que lo hagan posible". El plan de la ministra de Economía tendrá que subvencionar los 6.500 nuevos maestros o profesores que ha prometido Starmer, el aumento del presupuesto de Sanidad o la construcción de 1,5 millones de moradas en cinco años para paliar la crisis de la vivienda. Así está la sexta economía del mundo, según el Fondo Monetario Internacional, que lidera en número de bancos de alimentos para los pobres.
Y mientras los laboristas se ponen manos a la obra, los tories inician su travesía del desierto en busca de su propia identidad: ¿giran más a la derecha o al centro? Algo ha cambiado también en el Conservative Party. De los seis aspirantes (no oficiales), cuatro mujeres y dos hombres, al liderazgo, cuatro pertenecen a minorías étnicas y dos son de raza blanca y estereotipo tradicional como la Familia Real.
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