Este artículo se publicó hace 12 años.
El ex presidente Clinton ensalza a un Obama "'cool' que arde por dentro"
El inquilino de la Casa Blanca intenta recuperar el entusiasmo del 'Yes we can' en la convención demócrata
Isabel Piquer
El miércoles por la noche, en un viaje nostálgico a los 90, cuando Estados Unidos estaba en pleno boom económico, la convención democráta acogió a un Bill Clinton totalmente rehabilitado (nadie parece acordarse no ya del escándalo Lewinsky que empañó su último mandato sino de la antipatía que sentía el ex mandatario hacia el rival de su mujer durante la primarias demócratas de 2008). Clinton describió a un Obama cool por fuera pero que "arde por dentro" a favor de Estados Unidos y que "creará millones de nuevos y trabajos" y nueva riqueza.
"Si quieren una sociedad en la que estén por su cuenta, en la que el ganador se lo lleve todo, deberían apoyar a los republicanos. Si quieren un país de prosperidad compartida y responsabilidad compartida —una sociedad en la que todos estemos juntos— deberían votar por Barack Obama y Joe Biden", dijo Clinton. Es el lema de los demócratas, luchar por la clase media, que es la que podría darles la victoria en noviembre si todavía creen en el Yes we can.
Pero este año no habrá columnas griegas como en Denver hace cuatro años ni tanto entusiasmo. Barack Obama ya no es el candidato del Yes we can, sino un presidente que ha resultado ser mucho más normal de lo que sus simpatizantes esperaban y que ahora les pide de nuevo su voto.
Aun más lejos queda aquella frase en la que el joven senador por Illinois prometía en 2004, en el discurso de la convención demócrata que le dio a conocer, que no habría dos países, uno progresista y otro conservador, sino sólo Estados Unidos de América. Ahora Washington está más dividida que nunca y desde que los republicanos consiguieron la mayoría en las legislativas de 2010, la Casa Blanca prácticamente no ha conseguido aprobar ninguna medida.
La clase media, si todavía cree en el 'Yes we can', es la que podría dar a Obama la victoria en noviembre
Pese a su exótica historia personal y ser el primer presidente negro de Estados Unidos Obama no ha resultado ser un cambio generacional y aunque muchos reconocen estar decepcionados con las promesas incumplidas (el cierre de Guantánamo) o la escasa política exterior o la falta de reforma migratoria para resolver el tema de los once millones de clandestinos, los sondeos parecen indicar que una pequeña mayoría estará dispuesta a darle una segunda oportunidad.
Pero no va a ser fácil. Los republicanos han conseguido definir a Obama como un peligroso "socialista" que básicamente quiere convertir a Estados Unidos en una Europa decadente, acabar con las libertades del país e imponer un sistema de salud Obamacare que les obligará a endeudarse el resto de sus vidas. Un mensaje que ha calado no sólo entre los conservadores sino en un franja de los independientes.
Balance de la crisisEl balance de la crisis, en el que Obama se juega la presidencia, puede leerse de muchas maneras. Los republicanos han intentado recuperar la frase que la campaña de Ronald Reagan acuñó en las elecciones de 1980 y les permitió ganar a Jimmy Carter preguntando a los electores si estaban mejor que hacía cuatro años.
La pregunta no es fácil de contestar. Obama debe convencer a la opinión publica de que Estados Unidos está mejor que en 2009 cuando la economía perdía cada mes 800.000 puestos de trabajo. El paro (7, 8%) sigue siendo peor que cuando llegó a la Casa Blanca y la economía crece ahora un apático pero positivo 1,7%. "Hemos evitado caer en el abismo" declaraba estos días a The New York Times el exconsejero en asuntos económicos de Obama, Lawrence Summers. "No es fácil de explicar pero es la verdad", apuntillaba.
Definir la realidad por lo que no pasó es un argumento electoral escasamente convincente. Preguntados por las encuestas sólo 20% de los estadounidenses asegura estar mejor que hace cuatro años. En abril un 47% pensaba que las cosas iban a ponerse peor de lo que ya estaban. Anticipando algo del discurso del presidente, Valerie Jarrett, una de sus asesoras más próximas, aseguró que Obama, en respuesta a las críticas de los republicanos, hablaría sobre cómo acabar con la deuda estadounidense que esta semana superó los 16 billones de dólares. "Una de nuestras prioridades es poner orden fiscal" dijo Jarrett.
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