Este artículo se publicó hace 4 años.
EEUUEl campo estadounidense, en bancarrota
El Sindicato Nacional de Granjeros alerta del incremento de suicidios de granjeros y quiebras de granjas en un sector que cerró 2019 con la deuda más elevada de su historia: más de 382.000 millones de euros.
Manuel Ruiz Rico
Washington-
Las pérdidas millonarias que arrasan el sector agrícola norteamericano llevaron a que el año pasado aumentara un 20% el número de bancarrotas; a esto se les añaden factores como la caída constante de los precios y los cambios en el patrón de lluvias debido a los efectos del cambio climático, hasta el punto de que una porción cada vez mayor del sector apenas se sostiene sino con la inyección constante de abultados fondos públicos, una respiración asistida que está evitando de momento que se expida el certificado de defunción definitivo. Es un cóctel que acaba pasando de la tierra a la persona: los casos de estrés, depresión y suicidios de granjeros se han disparado en la última década.
En los últimos meses, el suicidio de campesinos ha empezado a tomar una enorme relevancia pública y política. Uno de esos episodios más impactantes fue el de Chris Dykshorn, granjero de Platte, un pequeño pueblo agrícola de 1.200 habitantes en Dakota del Sur.
Según contó entonces el Washington Post, Dykshorn se quitó la vida en noviembre tras acumular una deuda de más de 275.000 euros. El granjero no había podido vender su cosecha por la situación de bloqueo desatada por la guerra comercial de Trump con China. Además, las lluvias intensísimas habían anegado sus tierras, lo que había reducido la cosecha siguiente. Se pegó un tiro con una pistola. Dejó mujer e hijos.
Aunque no hay datos recientes oficiales sobre el incremento de los suicidios entre granjeros, un reciente estudio de la Universidad de Iowa ha encontrado que entre 1992 y 2010, la tasa de suicidios de los granjeros y agricultores es, al menos, tres veces más alta que para el resto de la población.
Según ese estudio, durante esos 18 años un granjero se suicidó cada mes (230 en total). Y las asociaciones del sector aseguran que esta cifra se está incrementando en los últimos cinco años debido al desplome del sector.
Según ese estudio, durante esos 18 años un granjero se suicidó cada mes, o lo que es lo mismo, 230
El Sindicato Nacional de Granjeros (NFU, en inglés), el tercero en tamaño del país al aglutinar a más de 200.000 agricultores (fundamentalmente familias y pequeños propietarios), lanzó en la primavera de 2017 junto a otros colectivos agrícolas, una página web para asistencia en casos de estrés y depresión. En apenas tres años ha recibido 17.000 visitas.
"La situación económica en el mundo rural es muy difícil, con enormes pérdidas y problemas de rentabilidad, y en esas zonas las personas están muy aisladas, es un entorno muy hostil si las cosas van mal”, asegura Mike Stranz, director de políticas del NFU.
Una sucinta radiografía del campo americano arroja las siguientes cifras: el pasado año el sector cerró el ejercicio con unos ingresos netos de 85.000 millones de euros (según la previsión del Departamento de Agricultura), un el 10,2 por ciento más respecto al año anterior pero un 32,3 por ciento menos que "el pico de 136.600 millones de 2013 [unos 126.000 millones de euros]". Esto significa una sangría de casi 6.800 millones de euros cada año. Es decir, unos 19 millones de euros en pérdidas diarias para un sector de dos millones de personas.
La última racha de números rojos comenzó en 2013
La última racha de números rojos comenzó en 2013 y más de la mitad de los granjeros ha tenido pérdidas desde entonces. El futuro no envía señales de mejora. Al cierre de 2019 la deuda del sector se situó en más de 382.000 millones de euros, la más alta jamás registrada.
Stranz señala dos elementos clave para explicar este derrumbe. Uno es de carácter más puntual; el otro, sin embargo, es mucho más estructural y de calado. El primero es la guerra comercial de Trump con China en particular y con medio mundo en general (UE, América Latina, etc.). El segundo, advierte Stranz, "el cambio en los últimos años de los patrones climáticos a los que estábamos habituados en Estados Unidos".
Eso incluye períodos de sequías con inundaciones severas, como la que el año pasado retrasó la siempre de maíz y de soja; la misma que arruinó la cosecha de Chris Dykshorn. El maíz y la soja son los dos cultivos clave en Estados Unidos. Según el Departamento de Agricultura, en 2018 el valor anual de la cosecha de maíz ascendió a unos 47.000 millones de euros. En segundo lugar se situó la soja, con 35.850 millones. El siguiente cultivo fue el heno, con 15.600 millones.
El pasado mes de agosto, el Departamento de Agricultura (el equivalente al ministerio) informó de que los granjeros habían tenido que dejar sin sembrar casi ocho millones de hectáreas (una extensión similar a toda Andalucía). Es la cifra más elevada desde que el Departamento empezara a realizar estas mediciones, en 2007.
Según la Administración Nacional Atmosférica y Oceánica, los doce meses transcurridos entre junio de 2018 y mayo de 2019, ambos inclusive, fueron los más lluviosos y húmedos jamás registrados en la historia del Medio Oeste del país, los doce Estados del centro norte, entre ellos Illinois, Iowa, Minnesota, Wisconsin o Kansas.
Muchos granjeros del Medio Oeste tienen riesgo de suicidio
En estos Estados es, precisamente, donde el estudio de la Universidad de Iowa halló una de las tasas mayores de suicidios entre granjeros: uno de cada tres había ocurrido en esa zona del país.
"Muchos de los granjeros del Medio Oeste reúnen el perfil para tener un elevado riesgo de suicidio: edad media, blanco, varón, un entorno laboral completamente volátil y una vida en aislamiento, a lo que se añade el fácil acceso a un arma. Muchos de esos suicidios han sido causados por un arma de fuego", explica Brandi Janssen, una de las autoras del estudio.
Esto es debido, fundamentalmente, a que en Estados Unidos no existe ni el derecho intrínseco a la salud ni un modelo sanitario público como se entiende en Europa
La coautora de esta investigación, Corinne Peek-Asa, añade a este cuadro "la carencia de recursos dedicados a la salud mental en esas zonas rurales. Esto ha llevado incluso a que este año los senadores Grassley (republicano de Iowa) y Tester (demócrata de Montana) hayan promovido en el Senado una normativa sobre salud mental en el mundo rural. Sin embargo, la financiación de la infraestructura que conllevaría la medida está encontrando problemas". Esto es debido, fundamentalmente, a que en Estados Unidos no existe ni el derecho intrínseco a la salud ni un modelo sanitario público como se entiende en Europa.
En cuanto a la guerra comercial con China, Stranz señala que las importaciones de productos agrícolas realizadas por ese país han caído un 20%. "El reciente acuerdo con China anunciado tiene buena música pero desconfiamos de cuanto se ha dicho porque otras veces hubo bonitas palabras que no se cumplieron. Cuando veamos mejorar nuestra situación, nos lo creeremos", asegura el director de políticas del NFU, organización que ha sido muy dura con la administración Trump.
La NFU, de hecho, ha emitido recurrentes comunicados a favor de la inmigración y su regularización, de políticas sobre cambio climático y de la promoción de energía sostenibles, entre otros asuntos que están lejos de ser la punta de lanza de la administración Trump.
Hasta el punto de que, en marzo de 2019, en el congreso por el 117º aniversario de la fundación de la NFU, Michael Stumo, el presidente de la Coalición por una América Próspera (una ONG sobre comercio, empleo, impuestos y crecimiento sostenible), aseguró sin ambages que "el laissez-faire, el enfoque del libre comercio está arruinando nuestro campo".
La NFU defiende desde sus inicios en 1902 el sistema agrícola basado en la producción local sobre la base de las granjas familiares, "una granja gestionada por una familia, que asume los riesgos y la toma de decisiones, es una piedra angular para una sociedad progresista, libre y democrática así como para un sistema alimentario estable y seguro. La verticalidad de una multinacional de grano o de un conglomerado empresarial dedicado a la alimentación está lejos de ser una granja familiar" afirma Stranz.
Las grandes granjas, las únicas que no pierden
A perro flaco todos son pulgas, dice el dicho; de lo que se podría colegir lo contrario: a perro robusto todo son ganancias. Es decir, ante la mala situación que afecta especialmente a los pequeños agricultores y granjeros, los grandes propietarios de tierras (con más mimbres para resistir los embates de esta crisis) se están frotando las manos: mientras que Estados Unidos ha perdido unas 100.000 granjas entre 2011 y 2018, el número de grandes granjas (a partir de 800 hectáreas) ha aumentado de forma estable durante ese período de tiempo. "Se está produciendo una concentración cada vez mayor de tierras en menos manos", alerta el NFU.
Estados Unidos ha perdido unas 100.000 granjas entre 2011 y 2018 pero el número de grandes granjas (a partir de 800 hectáreas) ha aumentado
El pasado mes de mayo, Patty Edelburg, vicepresidenta de la NFU, aseguró en una entrevista: "Está siendo una locura. Muchas cosechas se han quedado en el suelo porque se han perdido enormes mercados de exportación, mercados que había tenido durante 30 años. Estamos sufriendo cada vez más bancarrotas y muchos más suicidios de granjeros. Es demencial". Hace casi diez meses de esta afirmación y la sangría sólo se agranda.
Esta es la radiografía actual del campo de Estados Unidos: frente a la imagen fresca, apacible y hasta bucólica de la América rural, la realidad es un sector devastado al borde de la ruina, unos campos infinitos cuyas cosechas en vez de transmitir serenidad y abrigo transmite soledad y angustia.
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