Berlín
"Los inmigrantes tienen la culpa de todo. Ya ha habido antes palabras similares en esta cámara”. Martín Schulz, el antiguo líder socialdemócrata, resumía así la sesión parlamentaria del pasado miércoles. Fue una sesión bronca, cargada de insultos y acusaciones de fascismo, una sesión más propia de turbulentos episodios de la historia alemana que de los tediosos y monótonos debates parlamentarios característicos de la República Federal.
La llegada de la ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD) al Bundestag fue el primer signo de la normalización de ideas extremistas en la vida política germana. Las recientes manifestaciones violentas de Chemnitz, en las que se pudo ver simbología abiertamente nazi, incluso en conexiones en directo, suponen un nuevo paso en la radicalización de la política.
“Antes de Chemnitz ya había habido violencia de extrema derecha. Sobre todo en 2015 y 2016 hubo una ola de diferentes ataques contra, especialmente, residencias de refugiados”, señala a Público Dierk Borstel, politólogo experto en ultraderechismo. “Pero lo nuevo de Chemnitz es que una parte del centro de la sociedad se ha manifestado codo con codo junto a reconocibles extremistas de derecha y hooligans neonazis, sin distanciarse de ellos. Con Pegida [marchas semanales contra la “islamización de Occidente”] ya había empezado a ocurrir. Ahora en Chemnitz se ha roto la presa, y eso sí es nuevo”.
En Chemnitz los neonazis instrumentalizaron el asesinato de Daniel Hillig, un joven de 35 años, para marchar y propagar odio impunemente. La policía acusó como responsables a un iraquí y a un sirio, y la orden de arresto fue filtrada y hecha pública por un diputado de AfD.
Pocas semanas después, el fenómeno se repetía en otra ciudad del Estado federado de Sajonia, en la antigua Alemania oriental. En Köthen, localidad de cerca de 26.000 habitantes, unos 2.500 radicales salieron a las calles después de que una persona muriera tras una pelea con dos solicitantes de asilo. Allí, David Köckert, parte del movimiento Thügida (vinculado a Pegida) y exmiembro del neonazi NPD (Partido Democrático Nacional de Alemania), es decir, una figura muy conocida de la escena de la extrema derecha, realizó un discurso en el que hablaba de “guerra racial”: "Es una guerra. Lo que aquí está sucediendo es una guerra racial contra el pueblo alemán”, dijo Köckert durante la marcha.
AfD no baja en las encuestas
La agrupación local Pro-Chemnitz fue la que llevó la voz cantante en las manifestaciones violentas de esta ciudad. Pero su presencia va mucho más allá. Fundado en 2009, tienen representación en el ayuntamiento de Chemnitz desde 2014, y entre otras medidas, han pedido que se introduzcan horarios diferentes en las piscinas públicas para alemanes nativos y extranjeros.
Tras los sucesos de los en Chemnitz, las encuestas otorgando al partido ultra alrededor del 16% de los votos
Sin embargo, a nivel estatal es AfD la que se lleva los réditos electorales de la movilización y normalización de los grupos ultraderechistas. Lo hace, como siempre, con un discurso medido y centrando el mensaje en apoyo a los manifestantes.
“Así como los saludos hitlerianos son repugnantes, el acontecimiento verdaderamente grave fue el derramamiento de sangre cometido por solicitantes de asilo”, declaró Alexander Gauland, copresidente de AfD, en la tribuna del Bundestag.
Las encuestas publicadas con posterioridad a los acontecimientos en Chemnitz siguen situando al partido ultraderechista alrededor del 16%, incluso por delante de los socialdemócratas, según algunos sondeos. Los saludos nazis y los ataques contra personas que los radicales consideran de apariencia extranjera, por tanto, no parecen ser problema para los votantes de la ultraderecha, a pesar de que muchos se ven a sí mismos como conservadores moderados desencantados con las políticas de la canciller Angela Merkel.
"Durante los últimos años hemos vivido una nueva división de la sociedad, que se ha hecho especialmente visible desde 2015 con el debate sobre los refugiados, aunque viene de más lejos. Una parte de la sociedad quiere volver a un Estado nación de carácter más nacionalista y se muestra en contra del concepto de diversidad y apertura de la globalización. La otra parte de la población se muestra a favor de ello”, comenta Borstel.
Y añade: “La AfD es el motor y el medio parlamentario del primer grupo. En él se incluyen conservadores, liberales atemorizados y también radicales y extremistas de derechas. La AfD es, por tanto, un vínculo entre el borde de la derecha democrática y los extremistas”.
Críticas a las instituciones
Cierto es que la conmoción que ha provocado la violencia neonazi en Chemnitz también ha servido para movilizar a esa otra parte de la sociedad. Por toda la geografía alemana se suceden marchas antiracistas y contra la AfD, y en la propia Chemnitz, la vieja Ciudad de Karl Marx de la República Democrática Alemana, se celebró un concierto multitudinario contra la extrema derecha al que acudieron alrededor de 65.000 personas bajo el lema Wir sind mehr (Nosotros somos más).
Los Verdes están subiendo en las encuestas, que les sitúan cerca de AfD
Además, en una tendencia de la que se está informando menos en comparación con el aumento de la extrema derecha alemana, Los Verdes están subiendo en las encuestas; algunas incluso les sitúan al mismo nivel que la AfD. Este fenómeno se ve claramente en los sondeos de las próximas elecciones regionales de Baviera, donde el partido ecologista es el que está recogiendo con más efectividad el desencanto hacia los socios de Merkel de la conservadora CSU (Unión Socialcristiana).
A pesar de ello, entre los sectores más progresistas de la sociedad alemana se han encendido las alarmas durante las últimas semanas al ver ciertas actitudes y comentarios de instituciones y cargos públicos.
La primera se produjo antes incluso antes de que Chemnitz ocupara todos los titulares y portadas de la prensa alemana. Un equipo de la televisión pública fue retenido por la policía durante 45 minutos después de que un manifestante increpara a los periodistas en una marcha en Dresden de Pegida. Posteriormente se supo que el hombre, que acudió de paisano y a título individual a la concentración, era miembro de la policía. Finalmente, el hombre ha abandonado su puesto de trabajo.
Por otro lado, pocos días después de los sucesos de Chemnitz, el ministro de Interior y Patria, Horst Seehofer, miembro de la bávara CSU, consideró que la inmigración “es la madre de todos los problemas” durante un discurso en un congreso de su partido.
Asimismo, Seehofer se resiste a cesar al polémico jefe de los servicios de inteligencia de interior, Hans-Georg Maaßen, quien también ha cobrado protagonismo durante las últimas jornadas. Maaßen, en una entrevista con el sensacionalista Bild, el diario más leído de Alemania, dijo que “no había pruebas” de que los neonazis persiguieran a extranjeros en Chemnitz. Con esa declaración, el jefe de los espías alemanes apoyaba la tesis del colíder de la AfD, Alexander Gauland, que calificó de falsas las imágenes que se publicaron al respecto, al mismo tiempo que contradecía a la canciller Merkel, quien había denunciado “la cacería de extranjeros”.
Esta no es la primera polémica de Maaßen, pues la actuación de sus servicios de inteligencia ya fue duramente criticada por la turbia relación de algunos confidentes con los terroristas neonazis de la NSU. Los socialdemócratas piden ahora la destitución inmediata de Maaßen, con lo que la Gran Coalición ha entrado en una nueva crisis tras el acuerdo de Gobierno alcanzado hace apenas siete meses. Mientras, la extrema derecha y AfD siguen marcando el debate político en Alemania.
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