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La agresividad de la ultraderecha provoca el exilio de otra política brasileña: Benny Briolly, negra, trans y socialista
Benny Briolly (Partido Socialismo y Libertad), concejala de Niterói, ha abandonado Brasil temporalmente. Mujer negra, trans y criada en una favela, fue amenazada con morir como su compañera y amiga Marielle Franco.
Víctor David López
Río De Janeiro-Actualizado a
La democracia brasileña, zarandeada sin pudor durante el último lustro, vive en estas semanas su último episodio turbio con el exilio temporal de Benny Briolly (Partido Socialismo y Libertad, PSOL): mujer negra, trans y criada en una favela. En noviembre del año pasado, Briolly, de 29 años, fue la concejala más votada en Niterói, ciudad de medio millón de habitantes situada frente a Río de Janeiro, al otro lado de la Bahía de Guanabara. Dentro de su labor parlamentaria, la concejala preside la comisión de derechos humanos, infancia y adolescencia de la Cámara Municipal.
Desde el mismo instante de la culminación de su éxito electoral, Benny Briolly se convirtió en la diana perfecta para la maquinaria de rabia y odio de la ultraderecha –políticos radicales y seguidores–. Las provocaciones dieron paso a la belicosidad y acabaron siendo violencia en toda regla, con amenazas constantes en los últimos meses. Le exigían renunciar a su cargo, o la matarían. Las amenazas indicaban la dirección de su domicilio con absoluta exactitud. La llegaron a augurar que moriría bajo "la ametralladora de Ronnie Lessa", miliciano paramilitar actualmente en prisión, a la espera de juicio, acusado de ser uno de los ejecutores de Marielle Franco, concejala de Río de Janeiro, compañera de partido y amiga de Briolly. La concejala hoy exiliada es precisamente una de las semillas que dejó esparcidas Marielle por todo el país, colocando al nuevo movimiento negro dentro de las instituciones.
Se presentaron requerimientos ante varias instituciones. Nadie se hizo responsable
El gabinete de la concejala explica a Público que llevaban denunciando estas amenazas desde el pasado mes de diciembre. Tanto ella como el PSOL, con el apoyo de las ONG Instituto Marielle Franco, Justiça Global, Terra de Direitos y Criola, presentaron requerimientos ante el Tribunal Superior Electoral, la Cámara Municipal de Niterói, el ayuntamiento de la ciudad y la secretaría municipal de derechos humanos, entre otras instancias. Nadie movió un dedo. Nadie se hizo responsable. No obtuvieron ninguna respuesta.
El 13 de mayo llegó la decisión drástica: el equipo de Briolly hacía público un comunicado en el cual se informaba del exilio temporal de la concejala. Días antes, en una fecha que forma parte del secreto de este procedimiento, la joven del PSOL había abandonado Brasil. Necesitaba alejarse, desaparecer por un tiempo. No deseaban, ni ella ni su partido, que la duración de este destierro fuera demasiado larga, pero lo veían totalmente necesario para frenar la escalada de tensión mientras se encontraba la mejor solución para lidiar con la insoportable coyuntura. Aprovechando que las sesiones parlamentarias se han estado realizando vía remota, Briolly ha podido mantener el pulso a la actividad diaria.
La salida del país de Briolly logró que, el 14 de mayo, fuera incluida en el Programa Nacional de Protección a Defensores y Defensoras de Derechos Humanos, iniciativa federal administrada por cada uno de los estados brasileños. Este programa, en teoría, permite que se apliquen una serie de medidas de seguridad, tanto en el exterior como en el regreso al país, como por ejemplo la adjudicación de un equipo de escolta. Con esta noticia paliativa, Benny Briolly y su gabinete han estado durante las últimas horas preparando el regreso: la concejala no quiere renunciar a su escaño, no quieren que las amenazas la obliguen a dejar de ejercer la tarea para la que fue votada y elegida.
Albu: "El nivel de violencia aumenta cuando se orienta hacia grupos minoritarios"
"Aunque la polarización no es algo nuevo, ya que es común a otras democracias latinoamericanas y a otras democracias jóvenes, a partir del impechment a la presidenta Dilma Rousseff, en 2016, los discursos vienen cargados de este lenguaje agresivo", analiza para este reportaje Debora Albu, coordinadora del área de democracia y tecnología del Instituto de Tecnología y Sociedad de Río de Janeiro. La politóloga hace, además, un inciso inevitable: "Existen aspectos identitarios –género, raza, sexualidad, clase– que hay que analizar con mirada interseccional. El nivel de violencia aumenta cuando se orienta hacia grupos minoritarios".
Y la violencia se convierte en injusticia y sinrazón. Si antes la concejala fue ignorada por las autoridades, ahora mismo se topa con obstáculos variopintos, entre ellos el mal funcionamiento del programa de protección. Acaban de comunicarle que cuando pise de nuevo Brasil no contará con esa unidad de escolta preasignada. Su petición no ha sido aceptada. El día del retorno está marcado, sin vuelta atrás, en principio, de modo que Briolly y su gabinete han tenido que gestionar por su cuenta –y lo han logrado– un servicio de guardia privada que, el día del regreso al país, la custodie por lo menos desde el aeropuerto hasta un lugar seguro.
Transformación digital que exacerba la agresividad política
La transformación digital, en general, y las redes sociales, en particular, colaboran en la exacerbación de la agresividad política a lo largo y ancho del mundo, alcanzando tintes dramáticos en el Brasil de Bolsonaro. "Hay varias formas de controlar eso. Brasil fue pionero en 2014, con el Marco Civil de Internet, que puede ser una solución desde la vía regulatoria", indica Debora Albu. "Otra línea es la construcción de evidencias, para colocar más datos e información sobre cómo ocurren estos ataques, quién los dirige, a quiénes suelen ir dirigidos. Hay que documentar todo esto. Con la pura y llana regulación no se alcanzará todo el potencial posible: tiene que ir acompañado de buenas investigaciones".
La estrategia obscena de muchos candidatos y cargos electos de la ultraderecha brasileña, desparramada en varios partidos, como lo está el propio clan Bolsonaro, les ha compensado en los últimos tiempos. "En cierta medida, hay una simplificación de la política", asegura la politóloga del ITS. El estado permanente de refriegas e intimidación les da frutos: "Presentan la política cruda, agresiva. Es un ambiente complejo, sobre todo en el ecosistema de la información". Los proyectos que pueda elaborar y gestionar Benny Briolly desde la comisión de derechos humanos de Niterói pueden ser complicados de presentar, divulgar y accionar en una época de frivolidad, superficialidad y evidente falta de diálogo. Albu, desde el Instituto de Tecnología y Sociedad de Río de Janeiro, opta por el optimismo. "Actualmente evaluamos que el elector necesita y busca algo más. Las manifestaciones de la ultraderecha son muy ruidosas pero no reciben el mismo apoyo que recibían en 2018, cuando parecían ser la respuesta a todo lo demás. La oferta ya no es tan interesante. El rechazo al presidente Bolsonaro en las últimas encuestas lo demuestra".
Brasil, mientras tanto, no para de perder líderes. El exilio de Benny Briolly se suma a otros cuantos que se han ido consumando desde 2019: entre otros, el de la antropóloga, investigadora y activista Debora Diniz; el del diputado federal Jean Wyllys, el de la filósofa Marcia Tiburi, candidata a gobernadora de Río de Janeiro por el Partido de los Trabajadores, y el de Camila Mantovani, defensora de los derechos humanos. La diputada federal Talíria Petrone, compañera de sigla de Briolly, y criada también en Niterói, es desplazada interna: tuvo que abandonar su residencia en Río de Janeiro y fijarla en otro estado.
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