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La joven cineasta revela en Una veterinaria en la Borgoña el grave problema de escasez de veterinarios rurales en Europa. Además, indaga en el necesario reencuentro del ser humano con la naturaleza y se pregunta por el trato que esta sociedad da a los animales.
Los veterinarios rurales están en peligro de extinción. Los jóvenes no quieren ir a trabajar al campo, donde las condiciones laborales son pésimas y no se compensan con incentivos económicos. Es un problema de salud pública. Este colectivo profesional es el que trabaja en la preservación de la sanidad animal y de los sistemas agroalimentarios, por tanto, es un gremio absolutamente indispensable en la salud general. El problema, que se agrava cada año, no es exclusivo de nuestro país. Ahora, la joven directora y guionista Julie Manoukian lo muestra desde el cine en la película Una veterinaria en la Borgoña.
La Federación Europea de Veterinarios (FVE) realizó el pasado año un informe sobre la escasez de veterinarios en zonas rurales y remotas de Europa, para el que se envió un cuestionario a las organizaciones miembro y autoridades competentes de 28 países, entre ellos España. El 78,5% de los encuestados reconocieron estar sufriendo ya esta carencia. La misma que padecen en la Morvan, una zona montañosa de la Borgoña francesa, donde uno de sus dos únicos veterinarios se jubila y deja a los ganaderos insuficientemente asistidos. Nico, el hombre que queda a cargo de todo, necesita convencer a Álex una joven profesional, especializada en epidemiología, para que se una a él en el equipo.
Protagonizada por la joven actriz Noémie Schmidt y por Clovis Cornillac, la película revela el grave problema de escasez de estos profesionales, pero además indaga en el necesario reencuentro del ser humano con la naturaleza y se pregunta por el trato que esta sociedad da a los animales con los que convive y por la situación de la mujer en un círculo dominado por hombres.
La película arranca con un diálogo en el que se habla de una pandemia, pero la pandemia de la Covid-19 aún no había llegado cuando rodó ¿no?
La película se rodó en 2019 y empecé a escribir en 2018, mucho antes del Covid. Cuando empecé a trabajar descubrí que los veterinarios tenían un papel esencial de prevención, cosa que no sabía antes. Son ellos los que están en contacto con los ganaderos y saben alertar cuando ocurre una crisis pandémica de animales. Y el personaje de Álex se impuso en esa especialidad de epidemióloga frente al personaje de Nico, las dos cosas encajaron, ella epidemióloga y el veterinario de campo. Además, yo me acordaba muy bien, por desgracia, de 2009 en que hubo una pandemia, la de la gripe A (H1N1), cuando ya los médicos decían que otra pandemia vendría. La idea me perseguía desde hacía años.
¿Ver la película hoy, en plena pandemia, obliga a reflexionar en un necesario reencuentro con la naturaleza, con los animales?
Desde luego, pero creo que es un movimiento que ya había empezado, sobre todo la relación con los animales y el regreso a la naturaleza, por eso mismo escribí esta historia, es lo que se vivía en ese momento. Para mí, la pandemia no ha cambiado nada de esto, todo existía y muchos urbanistas se querían ir de la ciudad y querían que se tratara mejor a los animales. Lo malo es que ocurrió lo que temíamos. Quizás la pandemia hizo que la película fuera mucho más realista. Me sorprendió mucho cuando tuve a mi primer hijo en 2009, durante la pandemia de la gripe A, que en Francia se puso un inmenso dispositivo de vacunación. Pregunté a la pediatra por qué tenía que vacunar a mi niño si la pandemia no era grave, me contestó: "Hay que entrenarse, sabemos que llegará otro virus más tarde y hay que estar preparados". Me traumatizó, me enoja profundamente que los médicos lleven años diciendo que esto iba a ocurrir y que nadie haya hecho nada. Cuando empecé a trabajar en la película volvió a surgir.
Entonces ¿usted cree que el éxodo al campo que ha comenzado va a continuar?
Creo que este cambio de mentalidad que empezó hace tiempo en Francia va a acelerarse ahora. Clovis Cornillac se pasó toda la gira de promoción de la película en Francia diciendo que estaba convencido de que el éxodo rural no iba a parar, que la gente volvería al campo, y en las ciudades y pueblos pequeños estaban encantados. Fue algo profético por su parte.
Los animales son también protagonistas de la película, uno de ellos, un perro, sufre una depresión. ¿Hacemos daño a los animales, los tratamos bien o mal?
Estamos haciendo mucho daño a los animales y lo peor es que no lo creemos, creemos que los tratamos bien, eso me sorprende. Hay mascotas a las que no se les da lo que necesitan y les tratan un poco como a una mercancía, las personas que viven con ellas quieren a esos animales pero están equivocadas a la hora de cuidarlos. Tratamos mal a los animales y a la naturaleza. En la ciudad se ve mucho a la mascota como un accesorio, como una prolongación de la importancia de la persona.
No es igual una mascota de ciudad que los animales de los ganaderos…
No, y tengo que decir que no esperaba encontrar, descubrir, el profundo cariño que une a algunos ganaderos con sus animales, incluso cuando los llevan al matadero. Como mujer urbanita siempre había oído el discurso típico del ganadero que trata a los animales como objetos.
La escasez de veterinarios rurales es un problema grave, ¿fue una intención de la película que la opinión pública lo supiese?
No fue al principio una voluntad didáctica, pero al documentarme comprendí la intensidad de la dificultad de los veterinarios, a la que se añadía lo que yo ya sabía de los agricultores en Francia... no podía escribir la historia de otra forma. La historia se impuso de forma natural. También por el sitio donde rodé, no era tanto contar la historia, como no traicionar la realidad que quería contar.
¿El trabajo casi artesanal que muestra en la película es parte de esa realidad?
Sí… el oficio, los veterinarios hablan con amor y cariño de su trabajo, que es un trabajo muy físico. Había alguno que decía que le tranquilizaba coser tras una intervención. Eso me hizo imaginar cosas. Es una afición al trabajo increíble, que requiere una capacidad intelectual muy grande y al mismo tiempo una fuerza física…
Su protagonista es una mujer, ¿cómo es la situación de las mujeres veterinarias rurales?
Las mujeres veterinarias se ven reflejadas en el personaje, pero en general el público se asombra de su dureza. Yo creo que la tachan de dura porque es mujer, si fuera un hombre no dirían eso de él. A una mujer no se le perdona que no muestre ternura. Lo que es conmovedor en un hombre, en una mujer es agresivo. Pero ya me ha pasado antes que me han pedido que dulcifique los personajes femeninos.
Pero ¿en la realidad, se acoge bien en el campo a las veterinarias?
No, no se acoge bien a la mujer en el campo, y a las mujeres veterinarias, tampoco. Hay muchos prejuicios, sobre todo por la fuerza física… y eso que hoy hay ya máquinas para todo. Los ganaderos que no han visto antes a una mujer ayudar en el parto de una vaca, por ejemplo, tienen miedo, pero también es verdad que quizás en el campo se cambie antes de opinión que en la ciudad. El campo es más conservador, pero está obligado a cambiar, en la ciudad la mentalidad no evoluciona, cada uno vivimos dentro de nuestra burbuja.
En la película todo transcurre en un tono amable para un tema que no es amable, ¿por qué?
Yo me encuentro regularmente en esta situación. La gravedad del tema existe, pero no puedo evitarlo, siempre busco el lado alegre, soy vital, me gusta reír. Por muy grave que sea el tema, yo voy a buscar la sonrisa.
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