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Irune Costumero: "No sabían que no hay más fuerza en el mundo que una madre que lo ha perdido todo"
Este lunes comienza el juicio a la Diputación de Vizcaya por dejar a Irune Costumero sin su hija basándose en la aplicación del inexistente Síndrome de Alienación Parental.
Nuria Coronado Sopeña
Madrid-
Cuenta los minutos para la llegada de este lunes 7 de junio a las 9 de la mañana con las ganas de hacer justicia. Este día comienza el juicio a la Diputación de Vizcaya por dejar a Irune Costumero sin su hija basándose en la aplicación del inexistente Síndrome de Alienación Parental (SAP). A varios cargos de la Diputación se les imputan los delitos de maltrato, prevaricación y lesiones psíquicas a Costumero y su hija. "Un día histórico para un juicio histórico", tal y como ella misma resume, "porque servirá para sentar en el banquillo a la Diputación Foral de Vizcaya y a los cuatro responsables, con nombres y apellidos, que han sido culpables del arrancamiento de mi niña aquel 4 de agosto de 2017", señala ella.
"Estoy preparada para todo y sobre todo tengo mucha energía y muchas ganas de hablar y de poder decirle a su señoría el daño tan tremendo que se ha causado a mi niña, pero también a mi madre y mi padre y a mí misma en un camino que se nos ha hecho eterno y muy muy duro", dice a Público por teléfono Costumero.
Un sendero que ha sido puro precipicio y que ha provocado "que cada uno de los días y las noches que ha durado, y aún duran, estos cuatro años se hayan llevado demasiadas cosas por delante que nunca, por todo el dinero del mundo y por toda la condena que pueda salir de esto, devolverán la infancia de mi hija y nos marcarán para siempre", añade.
La mayor tortura
El calvario de esta madre pone el punto y final esta semana a un viaje que inició "por pura tozudez y amor del bueno" a su hija el mismo día que vivió cómo los agentes de la Ertzaintza uniformados y varias funcionarias le arrebataron a su hija de cinco años. "Se la llevaron a la fuerza y en volandas, ignorando sus gritos de auxilio y desesperación. Una funcionaria me leyó la orden en la que se me decía que desde ese momento la Diputación asumía la tutela provisional de ella y que viviría con su padre, mientras escuchaba sus gritos y su llanto de alejándose por el pasillo", recuerda.
"Se la llevaron a la fuerza y en volandas, ignorando sus gritos de auxilio y desesperación"
"Esta tortura, que me ha arruinado económicamente, que me ha destruido físicamente y que ha hecho que ni si quiera me reconozca en el espejo y que solo vea arrugas en la cara y en el alma y una mirada en la que pesa el dolor y la tristeza, por fin termina. Aunque sea tan palpable el deterioro físico, la fuerza interior se ha ido engrandeciendo en mí y he ido cogiendo fortaleza. Llegar hasta aquí es un triunfo para mí y para todas las madres y menores a las que represento", dice.
Ahora ella será quien mire "directamente a los ojos y con la cabeza bien alta" a los cuatro imputados en su caso: Sergio Murillo Corzo, director general de Promoción de la Autonomía personal de la Diputación (hoy ascendido a diputado Foral de Acción Social, a pesar de los cargos que pesan sobre él); Maika Urutxurtu Cueva, trabajadora social de dicha institución; Antonia Giner Cucarella, jefa de sección de Recepción, Valoración y Orientación; y Consuelo Alonso Vergara, jefa del servicio de Infancia. "El lunes seré yo quien diga que a esta a quien tachaban de loca estaba muy cuerda, y que la única verdad que existe es la de mi hija, que no quería estar con quien más tema y teme", recalca.
Su abogado ha solicitado para los acusados cinco años, ocho meses y un día de prisión, además de 15 años de inhabilitación especial para cargo o empleo público. Por esta querella, la Diputación de Bizkaia ha tenido que depositar ya 600.000 euros en el juzgado. Una petición de penas que para Costumero "es irrisoria para todo el daño que están causando".
El caso de Irune es el de la denuncia a un sistema que ha hecho pasar a una menor de edad por el mayor terror. "Estar con alguien que le hace daño. A pesar de tener tres protocolos abiertos de malos tratos hacia ella y que una fiscal pidiera para él dos años de prisión y orden de alejamiento, fue absuelto".
La revictimización que no cesa
La situación ha llevado a la máxima desprotección a su hija. "Es como si a una mujer violada se le obliga a vivir con su violador. Si esto es impensable, ¿cómo a mi hija, que rechaza a su progenitor, con el que llega a perder control de esfínteres cuando va con él, la Diputación me la arranca y la llevan con él? ¿Cómo es posible que aún con la llamada de atención de la ONU al Gobierno de España y al Ministerio de Igualdad de Irene Montero por la violencia institucional no haya cambiado nada?", se pregunta.
"Si ya de por si la veía poco, imagina lo que es saber que está viviendo la pandemia junto a quien no quiere"
Un terror que, lejos de reducirse, se ha recrudecido con la covid. "Si ya de por si la veía poco, imagina lo que es saber que ella está viviendo la pandemia junto a quien no quiere y solo poder comunicarte con ella a través de una videollamada". De hecho, Costumero recuerda con horror en una de las videollamadas: "De repente ves como el progenitor entra, a la niña se le cae el teléfono, y al cogerlo ves el miedo en su cara. Mi hija tenía pura cara de terror", recuerda.
A su pequeña no le ha dicho nada del juicio: "Intento dejarla al margen del mundo de los adultos para que ella se preocupe solo de lo que se tiene que preocupar con nueve años: hacer los deberes, jugar con sus amiguitas". Pero lo cierto es que "como últimamente he salido más en los medios y sus compañeros de clase lo han visto y se lo han dicho", no ha podido dejarla al margen.
"No hay nada que me llene más de orgullo que ella, que me dice que está orgullosa de mí. Ella no es una princesa, es una guerrera, y está llevando todo con tal valentía que siempre le digo que no hay nada de lo que avergonzarse. Que solo hemos hecho una cosa: contar la verdad. Su valentía y su ejemplo para mi es tal que estoy convencida que tiene que haber alguien que ponga luz entre tanta penumbra", añade.
"No me he podido venir abajo nunca, por muy mal que estuviese, porque sabía que, si caía yo, mi hija lo perdía todo"
Además, Irune también le infunde otros dos valores de vida a su hija: el primero, el de "no desear nada malo a nadie ni tener rencor. Este horror no se lo deseo a nadie, ni siquiera a las cuatro personas imputadas porque te deja vacía y llena de un dolor que no se puede describir". Y el segundo valor es el de resurgir cual Ave Fénix: "Hay que resistir siempre. Yo no me he podido venir abajo nunca, por muy mal que estuviese, porque sabía que, si caía yo, mi hija lo perdía todo".
Y no le ha querido dar ese gusto a la otra parte. "Lo que he ido haciendo es recoger y pegar cada uno de los días los pedacitos en los que se había hecho añicos mi vida y pegarlos". Y los ha pegado de la mejor manera posible: "Con la esperanza de volver a estar juntas, de latir en un solo corazón y para siempre y no separarnos nunca más".
A quienes ella ahora sienta en el banquillo les manda un mensaje: "Son un ente, el nudo del patriarcado en el juzgado. Su error más grande ha sido haberme quitado a mi hija. No sabían que no hay más fuerza en el mundo que una madre que lo ha perdido todo, y que no hay desprogramación ni arrancamiento alguno que extirpe el apego maternal ni el amor más grande: el de mi hija y el mío", finaliza.
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