Este artículo se publicó hace 17 años.
La enigmática muerte de Ryan Shay
El corredor de maratón estadounidense es el primer atleta de élite que fallece en competición.
La muerte visitó el Central Park el sábado pasado. Una muerte extraña,
inusual, inexplicable. No es habitual que un corredor de maratón de élite, dos veces campeón de los Estados Unidos (la última hace tres años), joven, fallezca súbitamente en plena carrera.
Se disputaban en Nueva York los míticos Olympic Trials en maratón, las pruebas de selección olímpica para los Juegos de Pekín. En Estados Unidos no se tontea en atletismo: los tres primeros van a los Juegos, caiga quien caiga. Ése es el gran atractivo de esta prueba, la competición favorita de muchos aficionados americanos, incluso por encima de los propios Juegos Olímpicos.
La carrera comenzó con una gran igualdad en el grupo y la tragedia golpeó la prueba muy pronto. Apenas han pasado 27 minutos desde el pistoletazo de salida: el grupo de cabeza se acerca al cartel que señala el kilómetro nueve. De repente, uno de los atletas se desploma sin causa aparente. Su nombre es Ryan Shay, un atleta con un récord personal de 2 h 14’.
Cuidados intensivos
La unidad móvil de cuidados intensivos atraviesa Manhattan a toda velocidad. En su interior, los médicos intensivistas trabajan a fondo para intentar resucitar (como se dice en el argot médico) a Shay. Los esfuerzos son en vano. A las 8.46 de la mañana, el hospital neoyorquino de Lenox Hill certifica su fallecimiento.
En el Hospital Clínico de Madrid trabaja el doctor Julián Pérez Villacastín, una de las máximas autoridades en arritmias a nivel europeo. Es el jefe de la Unidad de Arritmias y tiene experiencia en el seguimiento de deportistas con alteraciones del ritmo cardiaco. Desde su punto de vista, el caso de Shay es raro. “Es extraño, y nos falta aún información. Sin embargo, las noticias de que en la ‘macro’ de la autopsia no aparece nada ya descartan la displasia arritmogénica”.
Los primeros resultados de la autopsia de Ryan Shay se hicieron públicos a las pocas horas de su fallecimiento. Y no fueron concluyentes. Según el doctor Pérez Villacastín, “las muertes puramente ‘eléctricas’ no dejan rastro”.El gran enigma médico que rodea la muerte de Shay se centra en su edad (joven para ser víctima de un problema coronario) y en su condición de atleta de élite, un corredor al que se le habían practicado multitud de pruebas de esfuerzo y estudios cardiológicos.
No existe ningún caso en la historia del atletismo en el que, en plena carrera, un atleta se desplome y fallezca a continuación. Salvando las distancias, el fallecimiento del corredor español Diego García podría tener cierta similitud porque también la muerte le sobrevino cuando corría. Pero en el caso del guipuzcoano, ya se encontraba retirado del deporte de competición cuando falleció y simplemente había salido a correr de forma suave la mañana en que falleció.
Incidencia
El doctor Pérez Villacastín insiste en que, incluso en la población normal que no presenta síntomas en su vida diaria, se producen muertes súbitas. “Actualmente, la incidencia de muertes súbitas en personas completamente normales está cifrada en unos 16 a 20 casos por cada 100.000 habitantes. Se trata de casos en los que nos es imposible actuar porque habría que llevar a cabo exámenes a toda la población. Es lo que llamamos la base de la pirámide. Por el contrario, en el vértice de la pirámide es donde sí debemos actuar los cardiólogos porque el riesgo de muerte súbita en estas personas sí es muy alto”.
En ese vértice de la pirámide se encuentran las personas que han sufrido síncopes o palpitaciones (síntomas con los que da la cara una arritmia, alteraciones en el electrocardiograma o antecedentes familiares de muerte súbita. Ryan Shay no se quejaba de síntoma alguno. El único antecedente, según su padre, se remonta un reconocimiento practicado cuando el atleta tenía 14 años. “Nos dijeron que Ryan tenía el corazón grande”.
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