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Actualizado:Tener amigas puede llevarte a hacer una película. Más si eres fan de Éric Rohmer y te encantaron los enredos que narra en El amigo de mi amiga. Cuando Zaida conoció a Marc, y conoció a Rocío, a Lara, a Alba, a Aroa..., se sembró la semilla de esta historia: La amiga de mi amiga, un título en claro homenaje a la película de aquel director.
Público habla en esta entrevista con su directora, Zaida Carmona (Castellón, 1986), una autora que bebe de lo más clásico de la nouvelle vague y continúa la tradición de contar como en un diario, con un estilo personal y con mucha autoparodia, lo que le pasa a un grupo de mujeres lesbianas y personas no binarias en las calles de Barcelona.
Personajes que se entrecruzan, se lían, se aman, incluso se mal aman (porque están hartas de ser ejemplares y ejemplarizantes), y nos dan el placer de disfrutar de una comedia romántica sencilla, sincera y llena de una de las mejores cosas de la vida: las amigas.
¿Cómo se cuela Éric Rohmer dentro de su cine?
Soy bastante fan del cine de Rohmer, es cierto que cuando lo descubrí en la universidad me dio un poco igual pero, hace unos años lo volví a redescubrir y me empecé a obsesionar. Me parece que en esa época y en la nouvelle vague, él hace unas películas bastante divertidas y, sobre todo, me encanta que sus personajes femeninos tienen mucho pavo. Estás viendo una película súper hetero filmada en el 70 y pico, en un entorno muy pijo, pero con conversaciones que yo podía tener con mis amigas a día de hoy. Hay una influencia en mí en la forma en la que narra diálogos, en la que estructura los guiones y en esa ligereza, eso es lo que más me interesa, aunque salvando mucho las distancias entre él y yo (ríe).
Pero la Barcelona que retrata no es tan pija, ¿no?
Un poco snob sí que es, los personajes van menos de pija de lo que realmente son (risas). Pero sí que no es esta cosa tan... , bueno, digamos que las pelis de Rohmer son muy heteropatriarcales y esto no, pero sí hay cosas de sus películas que a nivel de cinematografía me parecen brillantes. En la película, aparte del título, hay algunas escenas que son copiadas y calcadas plano a plano.
Lo que no es nada pijo es el presupuesto de la película. ¿Cómo sale adelante un proyecto como este?
"La idea sería conseguir financiación sin tener que contar siempre nuestras historias desde lo underground"
Hemos hecho una película desde lo punki y desde los márgenes. La hemos financiado con crowfunding, con un presupuesto ínfimo, es colectiva y parte de la colaboración de mucha gente. Casi todo el equipo es LGTBIQ+ o son mujeres y muchas se sentían implicadas a contar esta historia, que no deja de ser una comedia pero protagonizada por tías bolleras, en un entorno muy concreto y queer de la ciudad. Había muchas ganas de contar una historia nuestra. No solo yo como directora, sino la directora de arte, la de fotografía...
Se puede hacer una película así pero no más porque sería seguir precarizándonos. Pero era la única forma de hacer una película, intentar colarnos por las rendijas del mainstream y está teniendo un recorrido mucho más potente del que imaginábamos. Muchas veces personas queer hacen su primera película con muy pocos medios y cuando piden más para la segunda, ya no es tan fácil. La idea sería conseguir financiación para los proyectos sin tener que contar siempre nuestras historias desde lo underground de lo underground porque también queremos vivir de esto. Sin embargo, es la única manera de contar una historia sin que se pervierta por el capitalismo...
Su coguionista es Marc Ferrer, ya había trabajado antes con él, ¿cómo es hacerlo ahora como directora?
Con Marc había trabajado como actriz en algunas de sus películas, tenemos una relación muy fuerte, somos muy amigos, y cuando él entró en la película como coguionista fue lo natural. Empezamos a escribir la película juntos durante la pandemia y él tenía claro que no quería estar en el rodaje y a mí me pareció bien porque como habíamos escrito ya la película, así había más independencia a la hora de rodarla. Así yo me sentía más libre para dirigir. Nuestra relación siempre ha ido muy ligada al cine y yo creo que en algún aspecto se ha afianzado aún más.
¿Es un acto de justicia social que el equipo esté integrado casi al completo por personas del colectivo?
Hay un posicionamiento, sí. También son las personas con las que yo quería trabajar porque son las personas de mi entorno, en las que confío. Sí que creo que lo hizo todo más honesto que no solo las personas delante de la cámara fueran LGTBIQ+, sino también las de detrás. Esta película nace desde un sitio pequeño, un grupo de amigas haciendo cosas, no es algo buscado que el 90% de las personas que trabajemos aquí sean del colectivo, nos surge naturalmente que es cuando más potencia tienen las cosas.
¿Es la autoficción una buena herramienta para conseguir esa honestidad?
"Que personas queer pongan en primera línea sus vivencias y su cotidianidad es un acto político"
Ahora la autoficción es muy usual. Yo me siento muy cómoda ahí, no sé si por falta de inventiva (ríe). También estamos en un momento en el que nos narrativizamos constantemente, nos narramos en stories, en redes, ¿no? Estamos contándonos a nosotras mismas. Un momento muy egocéntrico. En este caso nos sirve para contar nuestra historia desde el 'nosotras'. Que personas queer pongan en primera línea sus vivencias y su cotidianidad es un acto político porque seguimos relegadas al que no se vean mucho, que no molesten y que si se ven estén atravesadas por el cliché y una mirada desde fuera. Además, nos reímos de nosotras mismas, nos lo pasamos bien y eso puede molestarles (ríe).
¿Por qué es tan importante esa autoparodia en la película?
Creo que es un recurso que he utilizado toda mi vida. Igual desde la adolescencia como herramienta de supervivencia (ríe). Para hacer comedia era la herramienta clave. Hay una cosa que me cuesta mucho en las ficciones que son los personajes que se toman a sí mismos demasiado en serio. En esta ficción era importante poner dosis de humor. Generar más complicidad con el espectador a través de ese reírse de una misma porque, además, es más difícil empatizar con una persona a la que le va todo bien, es perfecta, tiene estilazo y siempre dice lo que tiene que decir... Es más fácil empatizar con una protagonista un poquillo torpe, como la mayoría de los humanos.
No hace un discurso moralizante sino que deja que las protagonistas se cuenten a sí mismas.
Para mí era primordial poder huir de unos personajes ejemplificadores, que tuvieran que ser buenistas y que hubiera una moral recta en ellos. Primero, porque se acerca más a la realidad, sobre todo de las relaciones afectivas en donde no nos comportamos así en general. Y segundo, porque estoy harta de que a las mujeres, personas queer, y demás disidentes, se nos obligue a tener un discurso ejemplificador cuando estamos representados. Porque si yo soy bollera, puedo ser una egoísta y no pasa nada. Solo faltaría que no pudiera tener comportamientos reprochables, que no son por mi identidad, son porque soy humana (ríe).
Se pueden hacer películas en las que se hable de amar de otra forma y de que la amistad esté en el centro sin que las protagonistas amen bien ni prioricen la amistad, ya el espectador hará ese juego. Hay una serie que me fascina, I Love Dick (Mis experiencias sexuales con Dick, en español), en la que el personaje de ella tiene actitudes machistas y a mí me parece una serie profundamente feminista. La serie te da una bofetada porque lo interesante es poder representarnos en todo.
Amar bien... Las protagonistas dan bandazos en el amor hasta el final en el que llega la calma y una reconciliación a través de la amistad. ¿Es un alegato? ¿El poliamor es hacerle gazpacho a tus amigas?
"Es necesario que la amistad conquiste el espacio del amor romántico en el cine"
Sí (ríe). Aunque la película se enrede en sí misma con mucha trama de enamorarse sin saber a quien tienes delante, yo tenía una cosa clara al empezar a escribir, quería dejar esa sensación final de la que hablas, de calma y reconciliación, quería que fuera una película sobre la amistad. Hay pocas películas sobre ese amor, el de la amistad, y a mí me fascinan. En el cine, que es el espacio del amor romántico, donde hemos aprendido a amar, es necesario que ese espacio lo conquiste la amistad, el amor de las amigas. En ciertos entorno la amistad es la salvadora. La frase que acabas de decir del gazpacho podría ser perfectamente el lema (ríe).
No es mía, es de una pintada (risas). Presentáis en el Festival de Cine de Rotterdam y dice emocionada que no se lo podía esperar, ¿por qué?
Uf. Es que al ser una película nacida tan en los márgenes... Luego hicimos un circuito de festivales bastante potente pero vernos en uno como Rotterdam era impensable. Hemos roto todas nuestras expectativas. El hecho de no tenerlas a nivel de industria, es lo que tiene. Ojalá se pudiera trabajar pensando en que algo llegue desde lo punki a ese nivel pero no lo tengo nada claro (ríe).
Después de la agresión machista en los Premios Feroz usted publicó que cada vez era más difícil encontrar espacios seguros en la industria.
"El secreto mejor guardado del cine son sus acosadores"
Se dijo en la gala, y lo comentaba también Marc Ferrer, el secreto mejor guardado del cine son sus acosadores. Se supone que es un espacio con gente deconstruida y repensada y sabemos que estas situaciones suceden una y otra vez. ¿Qué se necesita entonces? ¿Más protocolos? Estos contextos que tendrían que ser de celebración, de acompañamiento y de cuidado, de repente se convierten en infiernos. Este suceso ha sido horroroso y es algo que es recurrente pero hemos creído que es lo natural, que tú estés en una fiesta y eso pase y tengas que aguantar al pesado de turno. Es muy difícil encontrar un espacio seguro de verdad.
Pocas películas de lesbianas hay en las que no se teje el drama victoriano con depresión, suicidio o muerte. ¿Le ha costado mucho mantener vivas a las protagonistas?
"Hay que reivindicar la posibilidad de los finales felices y de ser unas mamarrachas"
(Risas) Esto sí que lo tenía claro desde el principio. A mí hay dramas lesbianos que me flipan, algunas de mis películas favoritas lo son, pero, ostras, que siempre estemos condenadas a la tragedia, a volvernos locas, a suicidarnos... ¡Ojo! Que esto igual viene del código Hays, de los años 30 en Estados Unidos, cuando los personajes LGTBIQ+ tenían que acabar muertos o que fueran siempre perversos. Hay que reivindicar la posibilidad de los finales felices y de ser unas mamarrachas.
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