2024 acaba con un peligroso pulso entre Rusia y la OTAN en Ucrania y el Báltico que marcará el nuevo año
La guerra de Ucrania cierra 2024 con ventaja militar rusa, incertidumbre ante la llegada de Trump y una escalada de tensión sin precedentes entre Moscú y la OTAN.
Madrid-
La última amenaza de la OTAN sobre Rusia evidencia la zozobra de Occidente ante la evolución de la guerra, adversa para Ucrania en todos los frentes. La Alianza ha anunciado el refuerzo de la seguridad en el mar Báltico tras acusar a Moscú de lanzar ataques híbridos y sabotear cables de comunicación y energía, sin que se hayan presentado evidencias consistentes sobre la culpabilidad rusa. En respuesta, el Kremlin ha puesto de nuevo sobre la mesa la confrontación nuclear y sus derivaciones concretas sobre esa región septentrional.
Esa manifestación de fuerza de la OTAN tiene en realidad poco peso estratégico. Desde la reciente adhesión de Finlandia y Suecia a la Alianza Atlántica derivada del comienzo de la invasión rusa de Ucrania, en febrero de 2022, el Báltico es para Rusia un área de posible confrontación y su presencia militar se ha disparado en toda la ribera rusa de ese mar.
Los argumentos que ahora presentan los países nórdicos y bálticos ya no engañan a nadie sobre la creciente fragilidad de la posición de la OTAN en el conflicto indirecto que le enfrenta a Moscú en Ucrania. Además, tampoco son nuevas estas alertas sobre sabotajes a las infraestructuras submarinas en esa región.
Los daños que los servicios secretos ucranianos, con respaldo occidental, causaron a los gasoductos rusos Nord Stream, a pocos meses de comenzar la contienda hace casi tres años, ya convirtieron la cuenca del Báltico en una zona prebélica para los países ribereños. La promesa de la OTAN de multiplicar su presencia en el Báltico llueve así sobre mojado.
La OTAN no ganará en Ucrania y por ello prepara su nueva Guerra Fría
Para el Kremlin supone la constatación de que la OTAN da por fallida su ayuda a Ucrania y que se prepara para establecer un sistema de disuasión tipo Guerra Fría que tendrá como escenario no solo el territorio ucraniano, sino también el Báltico, Moldavia y el Cáucaso, en concreto en Georgia. Este país se ha convertido ya en el nuevo espacio de pugna entre Bruselas y Moscú, y donde pronto podría repetirse un escenario más violento de esa rivalidad, como ya ocurrió en 2008.
El fracaso evidente de la OTAN y la Unión Europea en Ucrania podría quedar listo para sentencia con la inminente llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el 20 de enero. Trump insiste en que el conflicto de Ucrania es una espina en la política de seguridad de EEUU y que es preciso acabar con el mismo cuanto antes, dada, además, la situación desfavorable en el campo de batalla para el Ejército ucraniano.
Las últimas promesas de ayuda firmadas por el todavía presidente Joe Biden llegan tarde y solo servirán para alargar la agonía militar de unas fuerzas armadas ucranianas que a lo máximo que pueden aspirar es a no perder mucho más territorio del anexionado por Rusia y posicionarse para una Europa de posguerra.
Ucrania, piedra angular del futuro "gran juego" entre Rusia y la OTAN
Dado que una de las condiciones innegociables que el presidente ruso, Vladímir Putin, puso en junio para abordar un alto el fuego era la renuncia de Ucrania a entrar en la OTAN, a Kiev no le queda otra que salir del conflicto con la mayor fuerza posible y reduciendo al máximo las pérdidas, que serán cuantiosas.
Pérdidas que para el estado ucraniano se refieren sobre todo al personal militar, diezmado por el conflicto, y no tanto al armamento, suministrado por sus aliados. Por eso, el presidente Volodímir Zelenski lleva tiempo pidiendo inversiones en la industria de Defensa ucraniana. No para esta guerra, sino para la próxima.
Está claro que tales inversiones no podrán cambiar el curso de esta guerra, pero sí servirán para que, en caso de armisticio y aun desempeñando un teórico papel "neutral" en una nueva configuración de seguridad posbélica, Ucrania pueda ser una de las grandes potencias militares de Europa, como ya ha mencionado en diversas ocasiones el propio Zelenski.
Zelenski pide a Trudeau dinero para futuras fábricas de armas
Por eso, este domingo, el presidente ucraniano habló por teléfono con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, cuyo país presidirá desde el 1 de enero el G7, que reúne a los países occidentales, más Japón, con mayor poder económico y militar. Entre otras cuestiones, Zelenski pidió a Canadá más inversiones en la industria ucraniana de Defensa para incrementar exponencialmente la producción de armas.
Es evidente que esas inversiones no se concretarían en la fabricación inmediata de más misiles y cañones ucranianos para sostener la actual contienda. Lo que pretende Zelenski es establecer en Ucrania la producción armamentística de ciertas armas que después puedan ser vendidas en Occidente.
La capacidad de maniobra militar europea en Ucrania se reduce por momentos, pero eso no significa que Bruselas deje de pensar en ese país. Menos aun cuando la guerra está siendo el mejor pretexto para impulsar la propia industria militar de la UE y, llegado el caso, como también pretende Kiev, convertir a Ucrania en el gran arsenal de la OTAN incluso aunque no sea parte del bloque militar. Ucrania sabe que así recibiría ciertas garantías de seguridad por parte de sus amigos de la Alianza.
Aunque se piense en el futuro militar de Europa, la guerra sigue
En cualquier caso, todos estos planes de futuro han de solventar un pequeño problema. La guerra sigue y Rusia está superando a Ucrania en toda la línea del frente, desde Zaporiyia al Donetsk. Y las perspectivas para el resto del invierno y los primeros meses de 2025 no son nada halagüeñas para Kiev y sus aliados occidentales.
El Ejército ruso incluso ha recuperado ya la mitad del territorio ocupado en agosto por fuerzas ucranianas en la región rusa de Kursk. Esta gran baza que ostentaba Ucrania como una innegable ventaja ante posibles negociaciones podría quedar en nada si se cumplen los pronósticos de altas fuentes militares estadounidenses citadas por Bloomberg.
Tal información apunta a la necesidad de una retirada de todos esos efectivos ucranianos de territorio ruso antes de primavera si es que no quieren verse rodeados por las fuerzas rusas, ahora reforzadas por miles de soldados norcoreanos.
A la par que Moscú sigue dominando en el frente de batalla, el Kremlin está planteando ya nuevas formas de presionar de cara a unas negociaciones en las que, como va quedando claro, serán Trump y Putin sus principales protagonistas, en detrimento de Zelenski y sus amigos europeos.
Por eso, las últimas declaraciones del ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, tienen en mente la próxima llegada al poder de Trump y han de ser consideradas en el contexto de que se produzca algún tipo de diálogo. El Kremlin no se fía ya de lo que puedan proponer Estados Unidos, la OTAN o la UE, y por eso va poniendo sobre la mesa todas las cartas, algunas de ellas muy altas.
El tema nuclear estará también sobre la mesa
En un mensaje lanzado este domingo, Lavrov confirmó que "Rusia abandonará la moratoria sobre el despliegue de cohetes (con carga nuclear) de mediano y corto alcance". El argumento del Kremlin es que EEUU "ya ha comenzado a desplegar este tipo de misiles en varias regiones del globo".
Esta decisión de Moscú pone punto final a uno de los tratados de control de armas nucleares más importantes firmados durante la Guerra Fría, clave para la disuasión entre las dos grandes superpotencias, Estados Unidos y Rusia. El Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF), firmado en 1987, fue el primer gran acuerdo entre la URSS y EEUU para reducir sus arsenales nucleares.
Según Lavrov, la moratoria rusa para el despliegue de misiles de corto y medio alcance "ya no es prácticamente viable y tendrá que ser abandonada". El jefe de la diplomacia rusa dijo que "EEUU ha ignorado arrogantemente las advertencias de Rusia y China y en la práctica ha comenzado a desplegar armas de esta clase en varias regiones del mundo".
En 2019, durante la anterior presidencia de Trump, Estados Unidos ya se retiró del tratado INF tras acusar a Rusia de violarlo. Moscú negó tales acusaciones y afirmó que Washington utilizaba ese pretexto para desplegar ese tipo de armamento. El Kremlin aplicó entonces una moratoria sobre su desarrollo de misiles prohibidos por el tratado INF, en concreto sobre los de tipo balístico y de crucero terrestres con un rango de 500 a 5.500 kilómetros.
La principal preocupación de Trump era entonces el desarrollo misilístico por parte de China mientras Rusia cerraba los ojos ante la carrera de armamento de su socio asiático. La alianza reforzada que Moscú y Pekín han sellado a partir de la guerra de Ucrania da más peso a la decisión rusa de suspender definitivamente esa moratoria del INF.
El temible 'Oreshnik', guardián del Báltico
En todo caso, Lavrov estaba comunicando este domingo unos hechos ya consumados. El pasado 21 de noviembre, en respuesta al uso por Ucrania de misiles de largo alcance autorizados por EEUU contra territorio ruso, Moscú lanzó su nuevo misil hipersónico Oreshnik, con carga convencional, no nuclear, contra una factoría de armamento en el centro de Ucrania.
Este misil es casi imposible de interceptar por los sistemas antiaéreos occidentales que posee Ucrania. El propio Ejército alemán ha reconocido que tampoco tiene una defensa efectiva contra los Oreshnik. Menos aún este misil es desplegado en territorios cercanos a Alemania, como, por ejemplo, Kaliningrado, una región rusa clave situada entre Lituania y Polonia.
La suspensión de la moratoria da precisamente a Rusia la potestad para emplazar este tipo de armamento en Kaliningrado, lo que convertiría a este enclave en una punta de lanza que apuntaría hacia el corazón de la OTAN y dejaría el supuesto "refuerzo" de la Alianza en el Báltico en algo baladí ante tal escalada de la amenaza rusa.
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