Este artículo se publicó hace 2 años.
La vida rápida y muerte lenta de María Isabel: la mujer que desencadenó la huelga de prostitutas en Bilbao
Dictadura y prostitución, prisión y pobreza, democracia y tribunales franquistas. En esos binomios se mueve el relato que la periodista Andrea Momoitio recupera de la memoria nublada, débil y negada de los personajes secundarios de lo que ocurrió aquel noviembre de 1977 en Bilbao.
Madrid--Actualizado a
Esta historia está escrita desde las esquinas, las sombras de los calabozos, la represión de los tribunales franquistas aún perennes en democracia, la tortura psiquiátrica y la lucha callejera. También desde el olvido a un nombre propio, a unas protestas comunales: María Isabel Gutiérrez Velasco, que murió quemada en una celda de la prisión de Basauri el 9 de noviembre de 1977. La movilización de las prostitutas de Bilbao que eclosionó en la huelga que llevaron a cabo dos días después del fallecimiento vendría después. La periodista Andrea Momoitio desanda los pasos que un día dio una tambaleante María Isabel en Lunática (Libros del K.O., 2022), la publicación que resucita esta historia tan calcinada como fugaz. Hasta ahora.
"No sé escribir un libro, pero lo he intentado, entre miedos, vinos y muchos bloqueos", advierte la también cofundadora de Piakara Magazine al principio de la monografía. Una vez leídas las 230 páginas que la componen, cualquiera podría afirmar que lo ha conseguido. "Ha sido un proceso muy largo, tedioso, caro, y ahora tengo un mono importante. Durante los últimos años de mi vida me he dedicado a preguntar a personas en cada esquina, casi de manera aleatoria y enfermiza, si conocían a María Isabel o algo de su entorno", relata la escritora a Público.
Decenas de testimonios, múltiples traslados de una ciudad a otra, ejercicios de memoria con personas que no sabían siquiera qué recordaban exactamente de aquella época son la base de Lunática, de una María Isabel con "mala luna" cuya vida terminó calcinada dentro de una celda. "El día de la muerte también comienza algo, pero dura muy poco tiempo, como su propia vida, que parecía condenada a vivir cosas intensas y cortas. Tras su muerte se crea el Comité de Prostitutas de Cortes, la calle de Bilbao que frecuentaban, pero apenas un mes después ya estaba desintegrado", relata Momoitio. María Isabel murió a los 23 años con un hijo a punto de cumplir los cinco cuando su madre falleció. Ella estaba esperando el traslado a un centro psiquiátrico de Madrid.
El periplo judicial y psiquiátrico de María Isabel empezó como empiezan muchas de las historias más injustas de aquel tiempo: en los términos recogidos en Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, no derogada hasta 1995. Una historia vital marcada por los varapalos y la persecución policial que también la convirtió en víctima del régimen franquista, como los centenares de presos sociales que en aquellos momentos llenaban las cárceles españolas. Según apuntilla Momoitio, "María Isabel no tenía mucha capacidad ni muchas herramientas para hacer frente a la dictadura. Tan solo se buscaba la vida, por si eso fuera poco".
Higienismo, prohibición y ostracismo
En realidad, eso ya era mucho, muchísimo. "Las putas estaban atravesadas por un engranaje de normas franquistas que buscaban guardar la moralidad católica", recoge la autora en su libro. Pero eso no siempre fue así. La dictadura franquista, al principio, siguió las posturas higienistas, esto es el control de las prostitutas pero siempre pensando en la salud de los hombres y de cara a evitar la propagación de enfermedades veneras. "Eso cambió en torno a 1955, cuando el régimen apuesta por el prohibicionismo, lo que condenó al ostracismo a las prostitutas y obligó a que desempeñaran su trabajo en condiciones de mayor vulnerabilidad", reflexiona la autora.
Este libro publicado sobre uno de los muchos acontecimientos que sacudieron Bilbao durante la Transición pinta a una María Isabel incontrolable, rebosante de vitalidad
Este libro publicado sobre uno de los muchos acontecimientos que sacudieron Bilbao durante la Transición pinta a una María Isabel incontrolable, rebosante de vitalidad: "Las personas que no dejan rastro son esas que no se saltan ninguna norma, pero ella precisamente saltó y saltó", concretiza la monografía. Saltó tanto que el eco de sus gritos de auxilio echan por tierra cualquier diagnóstico oficial sobre su salud mental. ¿Cómo escuchar, entonces, esa desesperanza momentánea que sobrecogía a la María Isabel más impulsiva? "He tenido que leer entre líneas, y ha sido una gran pelea el poder acceder a la información sobre su estado psíquico. Al final me di cuenta de que no quería saber lo que opinaba la psiquiatría franquista sobre ella", enuncia la autora.
Su trabajo de investigación, casi de arqueología, se presenta en la publicación como la extensión de un 'yo' que surca la línea de lo personal y lo profesional. La periodista indaga, insiste y reflexiona sobre sus propios anhelos, la configuración del olvido, la presencia de la memoria. "En ocasiones, ha sido complicado asumir y respetar los silencios de las personas que decidían no facilitarme la información que tenían. Yo, como muchas periodistas, tenemos la idea de que la memoria es justicia, y me di cuenta de que mucha gente no comparte esta opinión y cree que es mejor que el pasado quede enterrado", se explaya Momoitio.
La unión de los marginados
"Esa firmeza con la que caminan quienes no tienen nada que perder, ni que ofrecer. Esa firmeza con la que sobreviven esos a los que se les ha despojado de todo", tal y como aparece en la publicación, es la misma firmeza con la que se manifestaron el incipiente y organizado colectivo LGTBI, el movimiento feminista y los grupos de apoyo a la Coordinadora de Presos en Lucha (COPEL) tras el fallecimiento en prisión. "En ese tránsito hacia esta democracia, cada grupo fue encontrando su sitio, pero estos quedaron en segundo plano, así que se unieron para reclamar sus derechos", agrega la periodista, quien aprecia ciertos paralelismos con el presente. De ahí surgió una Coordinadora de Marginados a nivel estatal de la que también formaban parte los objetores de conciencia.
En ese "veneno compuesto de calle y cárcel", tal y como Momoitio califica, María Isabel se calcinó, pero todas sus compañeras también estaban muy quemadas. "A sus espaldas tenían la presión moral del régimen franquista, presiones familiares y del entorno social, la nula aceptación que tenía su trabajo, la persecución policial… Estaban completamente machacadas, y es que en realidad estaban condenadas a la prostitución por la inexistencia de posibilidades fuera de ella", explica la cofundadora de Pikara Magazine.
"Esa firmeza con la que caminan quienes no tienen nada que perder, ni que ofrecer. Esa firmeza con la que sobreviven esos a los que se les ha despojado de todo", explica Andrea
En retrospectiva, es la propia Momoitio quien asume que el debate sobre la prostitución es el debate que lo atraviesa todo. "Al movimiento feminista nos hace falta mucha memoria, porque hemos aprendido poco desde entonces. Muchas de las propuestas actuales ya se intentaron en el pasado y no sirvieron, sino que llevaron a las mujeres a una situación de mayor vulnerabilidad. Si eso lo tuviéramos claro, al menos podríamos proponer cosas nuevas y no repetir los mismos errores", desarrolla.
Una muerte común y comunalizada
"La vida se acababa cada noche al irse a la cama, y estaba más que ganada si podía dormir tranquila", explicita Momoitio en la publicación. Hasta que un día no pudo. La escritora continúa: "María Isabel ni se suicidó ni fue asesinada. Estoy segura de que fue un simple accidente y me jode". En realidad, lo que la autora cree es que "María Isabel fue una desgraciada incluso para eso, para tener una muerte común, pues en esa misma época hay documentados otros casos de presos que mueren por el mismo motivo". Atrás quedaban sus ingresos en psiquiátricos, sus viajes a comisaría, las escaramuzas de los centros en los que la recluían y las repetidas idas y venidas de Bilbao a Santander como escapatoria del día a día.
Por delante quedaba la solidaridad que inundó parte de Bilbao durante los siguientes días. Esos días, de hecho, fueron pocos. La propia idiosincrasia de las componentes del movimiento y su situación a nivel social no ayudaron a que se pudiera hacer algún tipo de presión para que se esclarecieran los motivos reales del fallecimiento. Momoitio quizá sea la persona que más conoce a María Isabel tras haber hablado con algunos de sus familiares, personas que la conocieron e, incluso, hombres que mantuvieron relaciones sexuales con ella: "Me da mucha pena no haber encontrado a nadie que dijera que fue su amigo. Me da mucha pena pensar que a lo mejor nunca tuvo uno", reflexiona al respecto.
Así, de la prostituta María Isabel que abrió periódicos en 1977, el texto final presenta a Maribel; y es a ella a quien quiere la autora después de bucear en la vida de esta chavala que falleció entre rejas, con sufrimiento psíquico, con un hijo de 4 años. Hasta casi dos meses después del fallecimiento, el Juzgado de Peligrosidad y Rehabilitación Social no archivó su expediente. María Isabel no tiene ningún asunto pendiente con la justicia, ¿y viceversa?
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