Reverte vaticina una tarde "tormentosa" en la RAE: la pugna entre tildistas y antitildistas está servida
La institución cultural recomendó el uso de la tilde cuando "solo" se utilizara como adverbio para distinguirlo del adjetivo, hasta que en 2010 la suprimió. Ahora hay dos "facciones" ortográficas encontradas.
Madrid--Actualizado a
Pérez-Reverte augura tempestades. Y todo por una tilde. La Real Academia Española afronta este jueves su pleno semanal, una cita que acostumbra a ser rutinaria pero que en esta ocasión adopta tintes legendarios, no en vano hay una pugna ineludible; la tilde está en disputa, en concreto la del adverbio "solo".
"Tildistas y antitildistas" se verán las caras esta tarde lluviosa. O "tormentosa", como vaticina Reverte. Extrema agudeza la del escritor que fue reportero antes que predicador, que es hombre de palabra y académico de número y letra, en concreto de la T de taladro, de turra y de Timor Oriental. También de tilde.
Los "tildistas" deberán justificar la utilización de la tilde en el adverbio "solo" en los casos en los que haya riesgo de ambigüedad a juicio del que lo escribe. Una posibilidad ampliamente reivindicada, según apuntan los propios "tildistas", por académicos y escritores.
En frente tendrán al movimiento "antitildista", correoso en su defensa a ultranza de una "o" libre de grafías, desnuda y oronda como vino al mundo. Sin más añadidos que la perfección esférica de la que hace gala. Sobra decir que los "antitildistas" creen en la posibilidad de un mundo sencillo y diáfano.
Recordemos que durante años la RAE recomendó el uso de la tilde cuando "solo" se utilizara como adverbio para distinguirlo del adjetivo, hasta que en 2010 la suprimió, como ya pasó con otras palabras como "fué". Un decisión que supuso una quiebra entre los académicos. Y la brecha, todo apunta, está lejos de cicatrizar.
Barroquismo versus sobriedad. Modernidad versus tradición. Ambigüedad versus concreción. Es mucho lo que hay en juego esta tarde. No olvidemos que la RAE, fundada en 1713, tiene como misión principal velar por que los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico, según la institución.
Y eso, no cabe duda, es un tema muy serio. Las espadas están en todo lo alto. Los birretes también. 33 señores y 8 señoras, cada uno con su letra y su silla, tendrán la última palabra. El pueblo llano aguarda paciente el veredicto. Los académicos, por primera vez en mucho tiempo, no están solos.
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