Entrevista a Carolina Yuste"Quiero que haya grupos de hombres del mundo del cine y el teatro que denuncien las agresiones machistas"
María Martínez Collado
Madrid-
Carolina Yuste es una conocida intérprete española. En 2019, ganó un premio Goya a la mejor actriz de reparto por la película Carmen y Lola. Yuste no solo es admirada por su talento actoral, sino también por su dedicación a causas sociales y su labor humanitaria. Su influencia va más allá de la pantalla, inspirando a otros a unirse a la lucha por un mundo más justo e inclusivo. Durante la XVIII edición del festival de cine FiSahara, llevado a cabo en los campamentos saharauis afincados en Tunduf (Argelia), ha atendido a Público para esta entrevista.
¿Había estado antes en un campamento de refugiados?
Sí, en 2021 estuve en el campo de refugiados de Samos, en Grecia. Fui porque tenía unos conocidos que llevaban muchos años en el activismo y me invitaron. Aquello fue muy duro, como esto. Aquí en el Sáhara no había estado nunca, vine porque me llamó Willy Toledo. Tengo amigos que ya habían venido antes, así que tenía ganas.
La hostia de este tipo de cosas llega cuando vuelves. Aquí ahora estás en modo supervivencia, pero cuando estés en tu casa con todas las comodidades del mundo y te acuerdes de las condiciones de vida tan injustas en las que viven, te darás cuenta de que estabas un poco disociada. A veces me pregunto qué está en mi mano para intentar cambiar algo de toda esa puta mierda, pero sin intentar ser la mujer privilegiada que va de salvadora.
¿Qué es lo que más le ha chocado al llegar a Ausserd?
Como ya estuve una primera vez en campos, no ha habido ese impacto. Lo que mi cerebro no es capaz de entender son las condiciones de vida en general, es durísimo. Creo que lo mejor que podemos hacer es estar, ver y contar. Yo me he dado de bruces muchas veces. Me preguntaba, ¿cómo convives con la frustración de después? Recibes toda esta información, empiezas a ser consciente y ¿qué más? Porque migrar y salir de estos lugares tan hostiles tampoco es nada fácil. Los impedimentos para poder vivir en otro país, sobre todo siendo pobre, son muy frustrantes. Cuando oigo a la extrema derecha decir "pues mételos en tu casa", pienso: ¡Ojalá pudiera! Pero es que el Estado español me lo impide, bloquea todas las posibilidades. Así que he llegado a la conclusión de que lo importante es estar, acuerpar, dar visibilidad y generar más conciencia en otros círculos para reducir los prejuicios y el desconocimiento.
Algo que me llama mucho la atención de estos lugares tan pobres, no obstante, es la mala comida que les llega. Comen muchísimo azúcar y parece que es algo que tenemos normalizado, que la ayuda sea en forma de comida ultraprocesada.
¿Cree que el Gobierno español está actuando correctamente respecto al Sáhara Occidental?
Creo que la política migratoria de España es vergonzosa, en general, y en cuanto al Sáhara también. Supongo que tiene que ver con cosas de la geopolítica que a mí se me escapan, pero tengo ojos y estoy viendo cómo vive la gente aquí. A España se le olvida que tiene un pasado colonial y que la responsabilidad del futuro de este pueblo es suya. A su vez, estamos viendo ese doble filo que tienen respecto a Palestina a la que parece que apoyan, con toda la razón; pero esto que han hecho con los saharauis no tiene ningún sentido.
De todas formas, a mí tampoco se me olvida que hace casi dos años al menos 33 personas murieron y otros tantos desaparecieron en la masacre de la valla de Melilla, y aquí nadie ha asumido responsabilidades. No es demasiada novedad. La tragedia de Melilla es, probablemente, lo más grave que ha pasado en los últimos años en nuestro país y todo ello bajo el mandato del Gobierno supuestamente más progresista de la historia. Yo entiendo que gobernar no debe ser fácil, pero si en teoría tienen un discurso progresista, que sean coherentes. Ni siquiera es ya una cuestión de partidos, es un tema del sistema político que está podrido de base. No me creo eso de que vaya a llegar un partido político a salvarlo todo.
¿Le ha desencantado la nueva política?
Sí, absolutamente. Creo que las nuevas generaciones deberíamos sentarnos a pensar y hacerlo de otra forma. Yo no sé cuál es la solución, pero lo que veo es que en este país cada vez la gente está más triste y más precarizada. Vivimos por y para trabajar, y no nos podemos permitir disfrutar de nuestro tiempo libre. De alguna manera, ahora mismo pensar es un privilegio que no todo el mundo puede permitirse porque requiere tiempo y no lo tenemos. Cuando me pongo a reflexionar, pienso que la gente ha dejado de vivir para alimentar un sistema que no va a dejar de asfixiarnos sin parar.
¿Se definiría como activista o militante de alguna causa?
No me quiero abanderar de nada porque me considero una persona que sigue aprendiendo cada día y soy la primera que la voy cagando todo el rato. Creo que hay tanta gente que se dedica enteramente al activismo, que prácticamente es su vida, que a mí me daría un poco de vergüenza definirme así.
¿No se puede ser activista desde el cine o la interpretación?
Sí, yo creo en el cine y en el arte como forma de denuncia, y como forma de reivindicación. Creo que es una responsabilidad del mundo de la cultura también hacerse cargo de estas causas. El impacto que tiene sobre las personas es brutal, son claros referentes. La industria debería revisarse en este sentido. Con esto no me refiero a hacer películas intensísimas que cuenten problemas sociales, lo mainstream también puede ser revolucionario. Una película hecha para que a un público muy amplio le guste, no tiene por qué ser un veneno, podría perfectamente contar algo hermoso y bueno. Sin embargo, no lo vemos. Me consta que hay muchas directoras que quieren trabajar en este sentido, pero hay según qué temas que no se pueden tocar.
¿Como cuáles? ¿Ha perdido alguna oportunidad laboral por su compromiso político y social?
A día de hoy, trabajo un montón y con gente maravillosa. Puede que me haya pasado, pero yo no lo sé. También es un miedo que tengo que superar, sigo teniendo miedo a que me dejen de llamar. Al final es el trabajo lo que me da para vivir. Yo no tengo familia con casas en lugares, tengo que pagarme un alquiler. Tampoco tengo familia con empresas donde me puedan enchufar. Eso a veces te bloquea, pero a mí me sentaría muy mal tener la sensación de que estoy dejando de ser la ciudadana y el ser humano que soy por mantener mi parcela de privilegio con respecto a la profesión. Es que luego te vienes aquí, a un maldito campamento de refugiados, y te dices: ¿Eres tonta o qué? Al mismo tiempo, sé que es normal porque nos merecemos aspirar a no vivir en condiciones de mierda. De todos modos, las cosas que yo digo son un poquito de cajón.
Sin embargo, no todo el mundo está dispuesto a exponerse de esa forma...
Y lo entiendo perfectamente. Recibir la violencia y la presión que se recibe no debe ser sencillo. A mí, a día de hoy, todavía eso no me ha pasado mucho. Sí que he tenido algún imbécil que te viene con alguna pataleta, sobre todo cuando comparto algo de Irene Montero, pero no es la norma en mi caso.
¿Por qué cree que ocurre así con Irene Montero?
No lo puedo llegar a entender. Es una señora que, básciamente, ha hecho lo que prometió que iba a hacer. Es la persona que más violencia política ha sufrido en los últimos años y lo que más me ha reventado es el silencio y, por tanto, la complicidad que ha habido con semejante injusticia. Montero y todo su equipo no han dejado de recibir ataques, también desde la propia izquierda. Me parece una crueldad. Apenas salió gente a sostenerla, a acuerparla. No hace falta pensar como ella o querer que vaya en tu lista electoral, pero sí al menos dar ese respaldo.
En su caso, no solo se ha implicado en luchas sociales como actriz, sino también dirigiendo, como en 'Ciao Bambina', una película sobre la historia de un chico trans. ¿Por qué escogió este tema?
Este proyecto lo hice con mi amigo Afioco Gnecco. Él es director y me comentó que le gustaría documentarlo. A mí me ha ayudado un montón. Ha sido muy duro, muy difícil, pero me ha ayudado mucho a entender cómo hemos llevado el binarismo de género a un extremo absurdo y que nos oprime a todas las personas. Creo que esa idea tan rígida sobre lo que significa ser un hombre o ser una mujer, sobre qué es la masculinidad o la feminidad nos hace presos. ¿Tú sabes qué significa ser un hombre? Porque yo no. Sé, por ejemplo, todas las violencias que implica la feminidad. Sé lo que implica la identidad a nivel político, pero a nivel del ser, de tu experiencia en la vida, no tengo ni idea.
Quizá nos tomamos demasiado en serio eso de performar el género...
Es que la performance que es el género nos oprime a todas las personas. Por eso yo creo que los discursos y los aspectos que cuestionan las personas trans nos atraviesan a todos. A mí misma la feminidad me ha constreñido desde que era pequeña. Nunca me ha gustado depilarme, por ejemplo, pero es algo que se nos exige y tengo que hacer aunque no me sienta bien. Eso, llevado al extremo, me fuerza a rechazar todo lo que yo soy. Y a los hombres cis, aunque les cuesta reconocerlo, les pasa igual con sus rollos masculinos. La masculinidad es un invento y, además, un invento malo.
Hace poco hemos visto cómo varias mujeres de la industria han denunciado públicamente haber sido abusadas y agredidas sexualmente por diferentes directores... ¿Cree que hay más compañeras que han pasado por lo mismo, aunque no lo han contando todavía?
Claro que me consta que les ha ocurrido a muchas otras compañeras. La industria no está exenta de las cosas que pasan en la vida y, si vivimos en un sistema que violenta a las mujeres, la industria claramente también habrá normalizado estas agresiones. Lo bueno es que estamos generando redes de apoyo entre nosotras. Estamos cansadas de estar en silencio y callar. Una de las cosas que me gustaría que ocurriera es que no seamos solo nosotras, las mujeres de la industria, quienes lo contemos. Quiero que haya grupos de hombres del mundo del cine y el teatro que denuncien las agresiones machistas. Para mí, ahora mismo, es de las cosas más importantes que tienen que pasar.
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