Fando y Lis se acercan con parsimonia a una mesa de un patio con fuente en un hotel del centro de Madrid. Lis le sirve de apuntadora a Fando. Fando se muestra, en principio, esquivo y cortante. Fando es Fernando Arrabal, Lis es su mujer y colaboradora Luce Moreau. Ambos estuvieron en Madrid para presentar las siete películas que Arrabal rodó entre 1971 y 1998 y que edita Cameo por primera vez en DVD en España. A la mesa de Arrabal (Melilla, 1932), van llegando invitados pintorescos: un poeta-leñador llamado Martín Marcos, también un realizador francés que graba un vídeo que se presentará en el Festival de Cannes. Arrabal pide 'algo fuerte': una Cola Light.
¿Qué le parece la edición de estas películas?
En el pack aparece algo inexacto. Dice que mis películas no se estrenaron en España. Eso es insultar a España. Ahora bien, como el resto de mis cosas, no tienen repercusión.
Ha escrito 800 libros de poesía, 100 obras de teatro y sólo siete películas... ¿por qué?
Hay que tener en cuenta que cuando habla usted de cine o de poesía, yo no diferencio. Yo no hago carreras. No soy ni cineasta ni autor dramático. Yo soy peatón. Ni siquiera soy poeta. Lo que sí creo que soy, misteriosamente, es un chivo expiatorio español. Mi biografía es insólita en relación a los demás escritores. Soy el único escritor cuyo padre fue condenado a muerte por los franquistas. El único que, a la muerte de Franco, le consideraron entre los cinco españoles más peligrosos.
¿Cómo se vive eso, qué le pareció?
¡Una cosa infamante! Me pusieron con cuatro personas que no tenían nada que ver conmigo [Dolores Ibárruri La Pasionaria, Carrillo, Valentín González El Campesino y Enrique Líster]. También soy la única persona que escribió una carta a Franco. Lo cual me parece sorprendente, teniendo en cuenta que yo nunca he pertenecido a ningún partido político, ni siquiera episódicamente como es el caso de Goytisolo. También está el hecho de que sea el único superviviente de los tres avatares de la modernidad [surrealismo, patafísica, pánico]. Mi lenguaje nunca ha sido nada. Como soy un testigo o un chivo expiatorio de mi época, no sé lo que mi época va a pedirme que haga.
De cualquier forma, usted no haría caso a lo que se le pide que haga, ¿no?
¡Ah no! No merece la pena.
¿Por qué le interesan las matemáticas?
Las matemáticas han forjado la geopolítica: la creación de la teoría de conjuntos. No es que los políticos sepan algo de matemáticas, pero al crearse los conjuntos y los subgrupos, Europa se convirtió en conjuntos. Entonces se comprende el conjunto Italia y el conjunto Alemania, que antes estaba disperso. Cuando Mandelbrot propone los objetos fractales, el mundo se fractura. Quiero recordar una cosa importante que va a pasar el 19 de noviembre: se publica la biografía de Mandelbrot, Oasis de sencillez.
Le llaman provocador, pero realmente ¿usted sabe qué es la provocación?
A Houellebecq o Kundera se les acusa de lo mismo. Es cursi, tan ridículo. Es centrípeto. Autodestructivo. No puedo pensar en una persona inteligente que sea provocadora. Puede ser una maniobra económica para un productor. Además, la provocación no se puede determinar.
¿Qué opina de que se le conozca en España por aquello del milenarismo?
Es insólito es que sea el minifilme más visto de un escritor. Ha habido cosas más graciosas e interesantes, como la borrachera de Grotowski. Es misterioso porque son esa serie de cosas las que, de una forma inmerecida, me hacen convertirme en un chivo expiatorio. En un fenómeno mundial. Sé muy bien lo que se espera de mí, quién soy. No me hago ilusiones. No soy responsable de que a mi padre le condenaran a muerte, ni de que hubiera un régimen tan gilipollas que pusiera bombas en los cines donde proyectaban mis películas. Pero lo que hago se convierte en algo simbólico y especial.
¿Como lleva ese peso simbólico?
No lo manejo. Suelo decir la verdad. Cuando estuve en Murcia me preguntaron por el Cervantes. Y yo digo lo que siento. Y lo que siento es que no se lo hayan dado a Corín Tellado. [Lis se ríe]. Era la escritora más célebre de su tiempo y hay que tener en cuenta que Cervantes y Feliciano de Silva, eran de los escritores más leídos de su tiempo. Sinceramente, creo que si fuera hombre se lo habrían dado.
¿Qué opina de los premios?
Voy a contarle algo. Hace un par de años me llama [Luis María]Anson para decirme que estaban buscando a Kundera para darle el Príncipe de Asturias. Le pedí todos los detalles y llamé a Kundera y me preguntó que qué era eso. Entonces le contesté que para el premio había que ir a una charlotada con trompetas y pompa. Y me dijo: '¡Yo no voy a ir a una charlotada!'. El lado charlotesco del Cervantes, por ejemplo, es impresionante ¡Qué necesidad hay de humillar a un escritor poniéndolo frente al rey! Si se hiciera en un puticlub con alguien interesante, todavía.
¿Veremos la Tercera República en España?
¡Ojalá! ¡Pero es un anacronismo!
¿Se siente exiliado, desterrado o emigrante?
Nunca he sido exiliado ni político ni económico. Yo he sido desterrado porque no podía respirar aquí. En realidad estaba tuberculoso. ¿Sabes que me acaban de dar la tarjeta de inválido en Francia? Se han dado cuenta de que me falta medio pulmón y me la han dado. No soy español, aunque tenga el pasaporte español. No soy tampoco de Melilla, ni de Ciudad Rodrigo, ni de París. Yo soy de destierrolandia.
¿En qué cree con convicción?
En la poesía, en el arte, en las matemáticas. En todo por lo que estoy frustrado sobremanera. En todos esos terrenos, estoy rodeado de gente infinitamente mejor que yo. Siempre quise ser matemático. Lo que ocurrió es que cuando gané el premio de superdotados a los 10 años, insistieron en que estudiara Matemáticas. Así que pensé: si estos franquistas me dicen eso, haré lo contrario. Me pasa también con la pintura.
¿Qué va a hacer ahora?
Iré a Chipre, porque hago una ópera. Este año he hecho tres óperas. En Barcelona, en Litz y en Chipre. Y ¡cuidado!, porque Chipre es el único país de Europa gobernado por un partido comunista. El jefe de Estado es un gordito maravilloso que había leído el mejor texto erótico que conozco, las memorias de Peggy Gugenheim. Allí escribí un poema de 50 versos, Mi idolatrada felatriz. Le gustó. Cuando le dije que lo había escrito a mano mandó llamar a su secretaria, una señora mayor. Cuando acabó de pasarlo me dijo: '¡Qué romántico!'.
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