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"La humanidad tiene que adquirir una nueva conciencia moral si quiere sobrevivir". Los académicos de Hollywood apoyaron la convicción de J. Robert Oppenheimer en la gala de los 97 premios Oscar y decidieron recompensar el inmenso trabajo de Christopher Nolan con siete galardones, subrayando además una de las preocupaciones que más insistentemente acechan al planeta. Resonó la palabra paz varias veces en una gala en la que triunfaba esta inteligente y deslumbrante historia del padre de la bomba atómica, donde las españolas Robot Dreams y La sociedad de la nieve se fueron de vacío y en la que Ucrania ganó el primer Oscar de su historia por una película sobre la guerra, 20 días en Mariúpol.
Fue, sin duda, la gran noche de Christopher Nolan y su película Oppenheimer y ello a pesar de batirse con poderosos contrincantes. Ahí estaba la monumental obra de Martin Scorsese, Los asesinos de la luna, aunque a Hollywood no le ha gustado nada que Scorsese pusiera los puntos sobre las íes y señalara tanta ruindad del hombre blanco en EE.UU. Con ella, la devastadora mirada al Holocausto de Jontahan Glazer, La zona de interés, que se llevó los Oscar a mejor película internacional y mejor sonido, reconocimientos justísimos, o la impresionante disección que ha hecho Justine Triet en Anatomía de una caída, ganadora del premio al mejor guion original.
Este Oscar, el cuarto de la noche, fue una bofetada con la mano bien abierta a los miembros de la Academia de Francia que no apostaron por Anatomía de una caída para que les representara en estos Oscar y que vieron cómo Justine Triet recogió flamante, al lado de Arthur Harari, la estatuilla. Merecidísima.
La radical Pobres criaturas, de Yorgos Lanthimos, se fue con cuatro Oscar, uno de ellos el de mejor actriz para Emma Stone, que se lo arrebató a Lily Gladstone, que se hubiera convertido en la primera intérprete nativa en ganarlo. Una decepción para los que esperaban el discurso más reivindicativo de la gala, que no se escuchó.
La ópera prima de Celine Song, Vidas pasadas, y el cuento navideño de Alexander Payne, Los que se quedan, preciosas, no tenían posibilidades en esta guerra de titanes, en la que nadie apostaba tampoco por Maestro, la película de Bradley Cooper, que, de todas, era la única que no se merecía realmente estar entre las nominadas.
Además, los académicos de Hollywood han despreciado Barbie, a pesar del millonario éxito de taquilla y de cómo contribuyó a levantar una asistencia a los cines que se empezaba a dar por perdida en todo el mundo. Oppenheimer, que hizo el mismo viaje al lado de la comedia dirigida por Greta Gerwig, con su sello de 'cine serio', arrasó con ella. Era de ley.
Y, por último, American Fiction, que también aspiraba al máximo galardón, fue la gran sorpresa de la noche al conquistar el Oscar al mejor guion adaptado. La espléndida comedia de Cord Jefferson es la adaptación de una novela extraordinaria de Percival Everett, en España titulada X y publicada por Blackie Books, en la que denuncia, en palabras del escritor, "la venta descarada del estereotipo de la raza negra".
El creador de la bomba atómica, "el hombre más importante de la historia de la humanidad", según Nolan, el Holocausto y toda la maldad que encierra el ser humano, la moral machista dominante y la cultura de la cancelación se impusieron en una de las ediciones más serias de los últimos años, en la que, al lado de agradecimientos aburridísimos a familias, equipos y compañeros, se escucharon otras voces, como la de Cillian Murphy: "Para bien o para mal, vivimos en el mundo de Oppenheimer –dijo–. Quiero dedicar este galardón a los que luchan por la paz en todo el mundo".
"¿Cómo se puede resistir?" se preguntó el cineasta británico Jonathan Glazer, que habló de deshumanización, la de su perturbadora película y la de la vida hoy. "Ahora estamos aquí como personas que rechazamos el Holocausto judío cuando se está produciendo una agresión al mismo tiempo, ya sean las víctimas del 7 de octubre o las de Gaza, ¿cómo se puede resistir?".
Con el símbolo de 'artists for the ceasefire' en la solapa de muchos esmoquin, la gala aparcó la fiesta cuando el periodista Mstyslav Chernov, director y productor de 20 días en Mariúpol, Oscar a la mejor película documental, habló. "Seguramente sea el primer director en este escenario que diga que desearía no haber hecho jamás esta película, que desharía cambiar este Oscar porque Rusia no hubiera ocupado nuestras ciudades, que no hubiera matado a miles de compatriotas, que hubieran liberado a todos los rehenes. Pero no puedo cambiar la historia, el pasado. Pero juntos todos podemos asegurarnos de que la historia refleje lo que ocurrió, que prevalezca la verdad y que el pueblo y la gente de Mariupol y los que dieron sus vidas no se olviden jamás. El cine crea recuerdos y los recuerdos crean la historia".
Hubo tiempo y premios para algunos ilustres. Pablo Berger, creador de Robot Dreams, acertó, tristemente, en su predicción al decir que si alguien tenía que ganar era Hayao Miyazaki, gran maestro de la animación mundial. Robot Dreams, pura emoción y puro amor por el cine, se quedó sin Oscar. A cambio Hollywood reconoció a uno de los grandes y a la que podría ser la última película de su memorable carrera. Y se rindió homenaje a El Padrino 2 en su cincuenta aniversario con Al Pacino, que entregó el premio gordo y consiguió sacar a Robert de Niro su única sonrisa de la noche.
Al final, en la 96 gala de los Premios de la Academia de Hollywood se reencontraron otras dos leyendas, "para bien y para mal", Godzilla, el monstruo nuclear que emergió de las aguas después del lanzamiento de las bombas de Hiroshima y Nagasaki (Godzilla vs. Kong, Oscar a los efectos visuales), y J. Robert Oppenheimer, el hombre que hizo real la posibilidad de destrucción de todo el planeta.
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