MADRID.- ¿Te imaginas que alrededor del edificio en el que vives el alcalde de tu ciudad construye un muro de casi tres metros de altura con la intención de aislarte del resto de la sociedad? Esto ocurrió en 2011 en la ciudad de Baia Mare, una localidad situada al norte de Rumanía, cerca de la frontera con Ucrania, y afectó a todo un barrio de la periferia donde la mayoría de habitantes eran de etnia gitana. La excusa que dio Catalin Chereches, el alcalde, fue que lo hacía para el bien de la comunidad, ya que se encuentran cerca de la principal vía que cruza la ciudad y podría ser peligroso para los niños.
La directora y dramaturga rumana Gianina Cărbunariu, como muchos, no se creyó la explicación del máximo responsable de la localidad y por eso decidió plasmar esta historia sobre los escenarios, para concienciar a los ciudadanos. “La intención del alcalde era aislar a esa comunidad del resto para demostrar que se puede restablecer el orden”. Una de las formas más grotescas que tenemos los humanos de solucionar algunos de nuestros problemas: construir muros, algunos visibles y otros invisibles, tras los cuales todo lo que ocurre permanece fuera del alcance de nuestra vista. Si no lo vemos, no existe, habrá pensado.
Esta es una de las seis historias que se cuenta en Solitaritate, una función que nació hace dos años al amparo de seis teatros europeos con un propósito: contar la vida en las ciudades del viejo continente. "Cada artista tenía que elegir un tema y desarrollarlo. Todos tuvimos mucha libertad, algunos hablaron sobre las minorías, las fronteras, otros sobre el amor… En general, cada uno sobre lo que veía y sentía", explica Cărbunariu. Su espectáculo llega a España de forma fugaz, solo dos funciones en el teatro de la Abadía, hoy y mañana.
Baia Mare es una ciudad mediana, muy rica y tiene una zona industrial, explica la directora rumana, en la que viven aislados los gitanos romaníes. Los edificios en los que viven antes eran usados por los obreros que trabajaban en las fábrica, y son propiedad del Estado. Lo que ocurrió allí hace cuatro años fue en su día motivo de indignación en la comunidad internacional, aquí en España salió en algunos medios, pero en pocos. Tras esta medida, el alcalde consiguió su reelección con un porcentaje de votos superior al 80%.
Trato a las minorías
Europa hoy está en alerta terrorista. La amenaza de un ataque tiene en jaque a los ciudadanos y son muchos los que se preguntan: ¿por qué nuestros propios compatriotas atentan contra nosotros? La respuesta a esa pregunta es compleja, va más allá de las motivaciones religiosas que puedan tener los violentos, también tiene que ver con cómo tratamos en Occidente a las minorías, cómo las marginamos y cómo fingimos que no existen hasta que un día pasa lo de Charlie Hebdo y salimos en tromba a la calle para mostrar nuestra repulsa por una acción deplorable que podría haberse evitado no mirando a otro lado, como la mayoría solemos hacer. ¿De verdad alguien puede creer que un ciudadano puede sentirse español (francés, inglés, rumano…) si ese mismo Estado y sus ciudadanos lo marginan?
“Las capitales europeas suelen ser todas iguales, la diferencia se encuentra en las medianas. Allí es donde lo puedes notar. En todas hay un casco antiguo, que es el centro, luego, la zona contigua y seguido la periferia, donde normalmente se guarda lo sucio, esa gente que a las autoridades no les gusta nada”, asegura Cărbunariu.
Decorar el muro
La historia del muro no termina ahí. Hace unos meses, al alcalde de Baia Mare se le ocurrió la "fantástica" idea de hacer que unos cuantos estudiantes de la escuela de arte pintaran murales sobre una de las caras, la que está de cara a la ciudad, despreciando a la que se enfrenta a los edificios. Tras una nueva indignación internacional alegó que “ya no se puede hablar de un muro, sino de una obra de arte, así que no se puede demoler o destruir”. Más tarde, los artistas que participaron en este proyecto aseguraron no saber nada de las intenciones del máximo responsable. Curiosamente, en uno de los momentos de la Solitaritate, los actores deciden pintar de colores el muro, idea que tuvieron hace año y medio. Cuando escucharon esta noticia los miembros de la compañía tuvieron un debate sobre la responsabilidad que tienen los aristas. “Al llegar y pintar la muralla tendrían que haber pensado en lo que estaban haciendo, no te pones a dibujar animalitos en un muro que mide más de dos metros sin más”, alega la directora rumana.
Esta es una de las seis historias que se pueden ver en Solitaritate, dentro de un género que se llama ficción documentada, que consiste en inventarse una historia a partir de hechos verídicos. Cărbunariu explica que de todas, ésta es con la que más información ha contado. Y que aunque este caso puede ser extrapolable a otras ciudades europeas su objetivo siempre fue el de dirigirse a esa clase media rumana que en los últimos años lo está perdiendo todo y tiende a radicalizarse y a ver con buenos ojos medidas dignas de la extrema derecha. Algo habitual en la Europa de hoy.
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