Manolo Kabezabolo: "Prefiero ser oveja negra que rebaño"
El quijote del punk español cumple cuatro décadas en la carretera sin pisar el freno, en perpetua colisión con el sistema.
Madrid-Actualizado a
"Que a Manolo se le haya considerado un loco es que el mundo está muy loco". Lo dice Albert Pla en el documental sobre el quijote del punk español. No es el único: otros entrevistados por el cineasta J. Alberto Andrés Lacasta insisten en su cordura y sensatez, una visión que desmonta algunos mitos salvajes en torno al caballero de la ácrata figura.
Ahora vive en un pueblo de Lleida junto a su pareja, con quien ha compuesto un puñado de nuevas canciones. "Tenemos bastantes letras y algunas ya con música, pero todavía no tengo claro cómo las quiero grabar", explica Manolo Kabezabolo (Carenas, Zaragoza, 1966). Cuatro décadas en la carretera sin pisar el freno, en perpetua colisión con el sistema.
Acaba de cumplir 58. ¿Cumpleaños feliz?
Sí, porque a los veinte no pensaba que llegaría hasta aquí…
Su trayectoria profesional ha sido reconocida en los Premios de la Música Aragonesa y ha protagonizado un documental. 'Ya hera ora', ¿no?
Más o menos. Siempre es agradable y reconfortante que te reconozcan el trabajo. Una lástima que hayan tardado treinta años, porque llega un poco tarde.
Aunque algunos se han quedado con el humor, en sus letras cuestionaba el sistema y el capitalismo: una enmienda a la totalidad.
Prácticamente.
¿Cree que le puso a la sociedad un espejo delante?
El punk consiste en mostrar a la sociedad toda su basura.
¿Había más basura antes o ahora?
Bueno, parece que va in crescendo.
O sea, que esto ha ido a peor.
A bastante peor, y a pasos agigantados…
¿Y usted ha ido a mejor?
Bueno, hombre, pues aquí estamos, que no es poco. Ya te digo que hace treinta años no teníamos muchas esperanzas de llegar a estas alturas.
A los doce años sufrió una depresión. ¿Cómo lo vivió?
Son mis cálculos, pero creo que tuve una depresión bastante crónica desde niño. Lo que pasa es que no fue tratada y las cosas se fueron un poco de madre.
¿Era un chaval introvertido?
Un poco sí. Un poco solitario y eso.
Hijo de militar, de familia católica y conservadora. Fue oveja negra, pero nunca rebaño.
Exactamente. Prefiero ser oveja negra que rebaño, la verdad.
Usted era un buen estudiante. ¿Por qué dejó de estudiar? ¿Ahora no lo habría preferido en vez de alistarse voluntariamente a la mili?
Me aburría con los estudios y no le veía ninguna utilidad práctica para lo que yo quería, así que los dejé. En cuanto al arrepentimiento, no me gusta esa palabra y no me arrepiento de haber dejado los estudios. Antes del Ejército, estuve un par de años trabajando como instalador de gas y conociendo un poquillo el mundo laboral [risas]. Y al final, pues bueno, aquí estamos.
¿El trabajo dignifica al hombre?
El trabajo es una mierda y es obligatorio.
Del cuartel sale un cantante que se involucra en el movimiento insumiso…
En aquella época había cierto sector que me miraba con recelo por estar en un cuartel, pero también recuerdo que en la imprenta del propio cuartel hacíamos octavillas antimili y luego las repartíamos por ahí.
Allí sufre un brote psicótico y le diagnostican esquizofrenia. ¿Cómo ha marcado la enfermedad su música?
La música no lo sé, pero la enfermedad marcó todo. De hecho, se me inhabilitó para trabajar, aunque algún error tendría que haber, porque llevo cuarenta años haciendo canciones.
¿Está vivo gracias a la música?
Sí, la música me ha permitido aguantar, superar y continuar.
Recitó con Leopoldo María Panero y se entendían bien, ¿no?
Durante una temporada, tuvimos una relación por correspondencia. Yo estaba en el psiquiátrico y me mandó un libro suyo. Él también estaba encerrado y le envié una casete. Le gustaba mi actitud, mis letras y todo eso.
Ha comentado que las sustancias lo han salvado.
Respecto a la depresión que tuve, las drogas jugaron un papel bastante importante para superar algunas cosas.
Sin embargo, en sus canciones advertía del peligro de la heroína.
Mis letras hablaban de lo que conocía: la calle y lo que había en aquella época. Pero debía avisar de los peligros, claro. Contenían una crítica social y un mensaje de prevención. A mí alrededor, la mayoría de la gente se enganchaba a la heroína. Gracias al cielo, era una droga que nunca me llegó a gustar. Vistos sus efectos devastadores, decidí apartarme de ella.
En el documental, los entrevistados apelan a su cordura y a su sensatez. También dejan claro que es un tío responsable que se toma muy en serio su trabajo.
Eso dice todo el mundo, que soy el más sensato de todos. A pesar de mi enfermedad.
¿Cuál es la anécdota más gamberra y falsa que ha escuchado sobre usted?
Me casaron con una tibetana y decían que me había ido a vivir a Laos y que estaba preparando un disco basado en las flautas de cerámica niponas... Era muy gracioso [risas].
Si en vez de cintas grabadas hubiera vendido discos, ¿otra gallina cantaría?
Mola que la gente se grabe la música y no sea todo original. No sé, me va el pirateo. De hecho, en la portada de las primeras maquetas recomendaba: "Grábasela a tus colegas". ¡Que rule!
¿Por qué cree que funcionaban sus letras?
Porque eran sinceras y por el sentido del humor que le ponía a la mayoría de las canciones. También hablaba de cosas de la calle con las que muchas personas se podían sentir identificadas. Eso fue lo que hizo que la gente se volcara tanto.
Sus letras han ido cambiando en los últimos años. Podríamos decir que dejan de hablar de los excesos y son más sociales.
En el último disco me propuse no hablar de drogas. Dada la situación social y política del país, creí que era el momento de hablar de cosas más serias.
¿Le da más asco la política de antes o la actual?
La política siempre da asco. Al final, es todo una mentira.
Prefiere tocar con banda que en solitario, ¿no?
Me gusta más el sonido con banda, aunque ahora me resulta más cómodo tocar solo.
Entiendo que ahora lleva una vida sana.
Sí, bastante sana. Siempre hay algún escarceo por ahí, porque hay cosas que nos gustan, pero ya no es a destajo, como antes.
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