Isabel Coixet, directora de 'Un amor': “Hoy me parece obsceno tener una mirada romantizada de la vida”
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Más retadora que nunca, Isabel Coixet provoca al espectador con la pura realidad desde su nueva película, una adaptación al cine de la novela de Sara Mesa Un amor. La provocación está servida desde el inicio de esta historia en que un hombre propone a una mujer hacer unos arreglos en una casa a cambio de sexo… y ella acepta.
Una historia con la que intentar comprender más que juzgar, revelar la complejidad del deseo sexual femenino, alertar y denunciar las microagresiones constantes que sufren las mujeres hoy, liquidar la imagen idílica de la vida en el campo o limpiar de romanticismo el amor, el sexo y la vida misma…
Laia Costa y Hovik Keuchlerian -mejor interpretación de reparto en San Sebastián por este trabajo- son los protagonistas. Ella es Nat, una mujer que huye de su vida en la ciudad y del dolor que le provoca su trabajo, traductora en una oficina de mediación para refugiados. Alquila una casa ruinosa, la única que se puede permitir, en un pueblo. Todo lo que recibe allí son agresiones, desprecios, miradas condescendientes… Un día ‘el alemán’, un tipo callado y solitario, le propone arreglar las goteras a cambio de sexo, ella acepta y ahí comienza el relato de una obsesión.La película comienza con una transacción, sexo a cambio de unos arreglos en una casa, en este mundo en que todo se juzga al instante ¿esto, desde una película, es una invitación a mirarse a uno mismo?
Esto es lo primero. Hay personas que inmediatamente dicen que eso no lo harían ellas, esa transacción, pero eso no lo saben. Mi meta es que todos, yo me incluyo, intentáramos entender más y juzgar menos.Pero ya pasó con la novela, ¿ahora pasará con la película? ¿la reacción inmediata será juzgar al personaje?
Y no lo puedo soportar, no soporto cuando juzgan a nadie desde una atalaya de superioridad moral… boberías. Si tú juzgas a esta persona, un personaje al que toda una comunidad está juzgando, el problema lo tienes tú que no estás viendo ni dónde estás ni con quién estás ni a dónde vas.
Yo ya sabía dónde me metía, o sea, esto no es Cuatro bodas y un funeral. El Un amor el título es absolutamente irónico. Esto no es una visión romántica de la vida, que yo a veces la he tenido, pero ahora ya me parece obsceno tenerla. Creo que no le hago ningún favor a nadie romantizando cosas que no deben ser romantizadas.La palabra clave de esta película es ‘incómoda’. ¿Crear incomodidad en el espectador era importante?
Y no intentar complacer, porque la película no intenta jibarizar ni el deseo, ni cómo somos las personas, ni aspira a ese rollo de redención y redondez… Hay algo que a mí me preocupa que es que con todo este uso de términos como ‘empoderamiento’ estemos minimizando la complejidad de los seres humanos y de las mujeres. La gente dice que ahora los hombres están muy confusos, ¡anda y nosotras! pero es que la confusión es humana. Y dicen que el personaje de Nat está muy perdido. Sí. Y yo tengo 63 años y estoy perdida y, es más, me preocuparía mucho si no me sintiera así, porque entonces sentiría que estoy acabada.
La confusión es humana. Yo estoy perdida, y me preocuparía mucho si no me sintiera así, porque entonces sentiría que estoy acabada.Hay también una cosa incómoda en mirar el sexo a través de una pantalla, como mirarlo a través de una ventana, ¿el cine también ha romantizado el sexo?
También. En la película, por ejemplo, para ser más concreta, la primera vez, cuando ella acepta el trato y va hacia él, yo ahí tuve un referente muy concreto que es un relato del New Yorker, Cat Person (de Kristen Roupernian) del que han hecho una película. Es el relato en el que yo he sentido que se describe mejor lo que es que tú, de repente, estás en la cama con alguien, y a mí me ha pasado, y te das cuenta de que eso no está bien. Y entonces te preguntas qué haces, pero no te sientes con fuerza para volver atrás, sigues, pero te desdoblas ¿no? Esa era la gran referencia que yo tuve muy, muy presente.
Pero en la película luego ¿qué hace que ella vuelva? Es que son muchas razones, la indiferencia de él, entre otras cosas, cuando le arregla las goteras. “Ah, entonces ¿no le gusto?” Esa cosa del gustar que te hace tan vulnerable. Cada una de las veces que hay una escena de sexo es una puerta que se abre a otra cosa. O sea, la segunda vez que va es para ver si realmente le es tan indiferente, para reclamar algo. La tercera vez es ya la necesidad de intimar, la necesidad de ir más allá… Cada una de las veces dice algo y es un camino hacia su obsesión.En todas esas veces se muestra cómo una mujer puede engancharse físicamente al sexo, algo que en el cine solo pasa a mujeres dementes que luego asesinan gente…
Sí, no es Atracción fatal. Es curioso, a mí me parece tan normal, como estar enganchada a personas que tú sabes que no te van a dar lo que quieres, pero tú estás ahí porque siempre tienes la sensación de que vas a cambiar a la otra persona… y conseguirás que sea como tú quieres que sea...
Y pobre de la que no haya pasado esto, quizás es porque no ha vivido, no sé, o ha tenido una vida muy protegida. Estupendo, en su caso, me alegro mucho por ella. Yo sí he pasado por ahí, pero también es verdad que gracias a eso puedo contar esta película ahora en este momento de mi vida, con toda la tranquilidad del mundo y dispuesta a defender a mi personaje hasta la muerte… y a que me resbale bastante lo que pueda decir la gente.
Gracias a haber pasado por las mismas experiencias, puedo contar esta historia en la película. Y defenderé a mi personaje hasta la muerte.¿No estamos ya las mujeres en un momento en que nos hemos ganado más que de sobra el derecho a contar que tenemos fragilidades, que estamos confundidas?
Sí, ¡Déjennos vivir, por favor! Déjennos subsistir como seres humanos con contradicciones, con fobias, con obsesiones.El personaje huye de una crisis que tiene que ver con el dolor y sufrimiento que experimenta con su trabajo como traductora en una oficina de mediación para refugiados, en el que escucha testimonios terroríficos…
Nadie me ha preguntado por la actriz que interpreta a ese personaje (al que está traduciendo) y a mí me sorprende. Es una mujer que está contando algo que le pasó a su familia, no a ella, pero que es real. Es una actriz que vive refugiada en Francia porque un director de cine de su país, de Burkina Faso, le rajó la cara.
Es una mujer que ha tenido que huir de Burkina Faso porque un director de cine la intentó violar. Y no puede volver a su país porque este director y su hermano son los directores que más controlan la industria de su país. Oímos estas historias y ya es como si oyéramos llover, pero si tuviéramos que traducirlo, si tuviéramos que medir todo lo que decimos porque el futuro de esa persona depende de lo que hagamos, pues estaríamos como Nat, hechos polvo. Las traductoras que estuvieron el juicio a Milosevic acabaron todas con fuertes trastornos.Laia Costa y Luis Bermejo, en una secuencia de la película (BTeam Pictures)Obviamente, esa historia es muy terrible, pero luego está también el dolor del día a día del personaje en ese pueblo, esas constantes microagresiones que tiene que soportar, ¿tiene que ver con la cadena de dolor y sufrimiento de las mujeres en el mundo?
Sí. Y a mí me han pasado las cosas que le han pasado a Nat, incluido literalmente algo que dice un personaje que en teoría era como una persona buena, que le dice: “Es mejor que no te vean con nosotros. No es contra ti…” Es importante decir que las supuestas buenas personas al final a veces son las que te dan las puñaladas más dolorosas.Es más fácil siendo mujer reconocerse en personajes femeninos, pero también podemos hacerlo con los masculinos, ¿cuánto hay de usted en ellos?
La mancha, es decir, tenemos que reconocer nuestra mancha, no somos gente perfecta y a veces yo también he dado lecciones a personas, lecciones que me podía haber ahorrado perfectamente. Pero nos cuesta. Es esa atalaya del moralismo. Ahora mismo, cuando ves a las personas que firman estos manifiestos por el pueblo palestino… y tú sabes la realidad de algunas de esas personas, sabes lo que han hecho y cómo se comportan con la gente que tienen alrededor… Claro, muy fácil, todos súper solidarios…Volviendo a estas microagresiones que sufren constantemente las mujeres, ¿se producen igual en el cine?
Hace un mes he tenido una cena con un director que tiene dos Palmas de Oro y ha intentado explicarme una película premiada. Me dijo que yo no la había entendido. Viven en esa atalaya.
Bueno, vale, te han dado dos Palmas de Oro, estupendo ¿y eso te convierte en un árbitro moral justiciero, te convierte en Einstein, en la Madre Teresa de Calcuta? no. Pues este es el mundo.La prosa de Sara Mesa es muy áspera, ¿hasta dónde quería trasladar esa sensación casi de inclemencia a la película?
A mí me parecía que toda la novela de Sara Mesa raspaba, me sentía como cuando te pasan de repente un papel de lija por las rodillas, una cosa incómoda y sí es verdad que la tenía muy metida en mí, así que trasladarla no fue tan difícil. Una vez decididos los detalles, todo lo demás fue saliendo. Todas las personas del rodaje se habían leído en la novela, pero hasta el último eléctrico, y así fue muy fácil.Isabel Coixet, en el rodaje de la película (BTeam Pictures)El personaje escapa a una vida supuestamente mejor en el campo y se mete de cabeza en territorio hostil. ¿Esa sensación es la que tiene usted hoy en el mundo?
Es una sensación más que de aspereza, amenazante, sí. Y para mí era importante reflejarlo. Yo puedo ser la persona más sensible y puede dolerme ver el cuerpo de una paloma al que un gato le ha comido la cabeza, pero también puedo reírme de mi sombra. Pero si tengo que sentarme a escribir y tengo que sentarme a contar y tengo que dirigir, desde luego, lo que veo es un ambiente hostil, con destellos de alegría, de desenfado y tal, pero básicamente hostil.
Creo que las cosas que me han pasado a mí en el cine y en la vida, y eso que ninguna de ellas es una gran tragedia… pues lógicamente influyen en mi visión del mundo, está sesgada por toda la leña que me han dado.
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