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Actualizado:Tavernes de la Valldiga (Valencia) acogió durante estos últimos días la séptima edición del Iboga Summer Festival, un evento relativamente pequeño si lo comparamos con otros grandes festivales, pero que genera una pasión enorme por parte de los aficionados que acuden año tras año.
Iboga comenzó su andadura hace ya casi una década a través de fiestas en salas de Madrid, y logró conectar con una nueva audiencia que descubrió lo divertida y estimulante que es la música balcánica. Y con la creación del festival veraniego, consolidado desde hace años como un evento de referencia en la costa levantina, los impulsores del Iboga supieron dar forma a un evento diferente y mágico, que en cada edición presenta una programación que poco tiene que ver con la de cualquier otro festival de España.
Un festival bien valorado por los que allí acuden, pero que también tiene su otra cara, ya que algunos vecinos de Tavernes consideran excesivo el nivel de ruido ocasionado en los conciertos; incluso se ha creado una plataforma ciudadana para reclamar cambios a la organización. Cierto es que ésta debería hacer lo posible para reducir al máximo las molestias que pueda sufrir cualquier vecino (por ejemplo, cambiando la orientación del escenario si eso soluciona algo), pero buscando el equilibrio para no perjudicar tampoco la experiencia de los asistentes al festival, que al fin y al cabo es una iniciativa cultural valiosa para Tavernes.
De hecho hay una división vecinal entre los que se quejan y los que reciben con los brazos abiertos festivales como el Iboga, cuyo público llega a Tavernes con respeto y buenas maneras, y que este año ha generado un impacto económico de 1,6 millones y ha disparado la hostelería, con el beneficio que ello supone para los comerciantes de la zona.
El afrobeat de Femi Kuti & the Positive Force
En lo que a música se refiere, cada vez se aprecia un mayor eclecticismo en el cartel que da cabida a más géneros. Este año, el afrobeat entró por la puerta grande con Femi Kuti, el hijo mayor de Fela Kuti (que fue el músico africano más importante de la historia), y demostró lo bien que encaja en este festival. Con su banda, The Positive Force, el artista nigeriano ofreció uno de los mejores espectáculos del género que se pueden ver actualmente en el mundo, e interpretó las canciones de su último y notable álbum “One People One World”. El afrobeat combina ritmos tradicionales africanos con el jazz y el funk.
Rodeado de músicos de inmensa calidad, y de coristas femeninas que cantaban y bailaban con mucha intensidad, Kuti dejó muy buen sabor de boca tanto a la voz como sobre todo al saxofón e hizo valer su propio y valioso legado, que va mucho más allá de la sombra de su legendario padre. Además, también presentó a la nueva generación que representa su joven hijo (y nieto de Fela), que también forma parte de la banda: Omorinmade Anikulapo-Kuti. Este nuevo talento tocó el bajo durante la mayor parte del concierto, pero también tuvo tiempo para deleitarnos con su magnífico dominio del saxofón.
Otro género que cada vez tiene más espacio en Iboga es el rap, que este año estaba representado por uno de los cabezas de cartel. La banda cubana Orishas, uno de los máximos exponentes del hip hop latino, no tenía mucho que ver con el resto de la programación, pero dio un gran concierto que convenció al público, especialmente con temazos de su mítico primer disco como “Represent”, “Atrevido” y “A lo Cubano”.
Lo más valorado por los fans del Iboga es el balkan
Pero lo más valorado por los fans del Iboga es el balkan, y el mayor reclamo de todos era Dubioza Kolektiv. Con su brillante mezcla de ska, dub, punk y otros estilos, los bosnios son la banda por antonomasia del Iboga Summer Festival, lo cual volvió a quedar claro en la que ya era su cuarta visita a Tavernes. Como siempre, fue una apisonadora que hizo mover a todo el mundo, con su extensa y enérgica formación que incluye dos cantantes.
Otra banda que cuenta con dos vocalistas, y que también combina de manera explosiva diversos géneros, es Asian Dub Foundation. La mezcla de dub, electrónica, breakbeat, ragga y otras locuras de los ingleses fue otra ocasión para bailar y saltar.
Trompetas a tutiplén
Fanfare Ciocărlia estuvo también entre los platos fuertes y fue uno de los momentos más festivos y divertidos del festival. Con un sonido que es puro balkan y una formación integrada por doce veteranos músicos rumanos, los instrumentos de viento son siempre los grandes protagonistas.
Otra de las bandas fetiche del festival, Bohemian Betyars (que sólo ha faltado a una de las siete ediciones), volvió a contentar al público del Iboga con su particular sonido, que definen como “speed-folk freak-punk”. El alma del grupo, el violinista y co-contante Máté Palágyi, mostró una vez más que es uno de los músicos más especiales que han pisado el escenario de este festival. Además, hubo un momento para el recuerdo cuando se les unieron miembros de sus compatriotas húngaros Parno Graszt, que también actuaron el mismo día con un buen concierto de folk romaní.
Máté Palágyi mostró una vez más que es uno de los músicos más especiales que han pisado el escenario de este festival
Por su parte, los franceses La P’tite Fumée transportaron al público a otra dimensión con su música tribal psicodélica, que destaca por sus irresistibles ritmos trance y el uso de un instrumento tan llamativo como el didgeridoo. Tras sorprender a muchos con su propuesta en la pasada edición, este año les ha confirmado como una banda clave de la familia Iboga.
La rumba/ska de La Pegatina, y el ska más puro de The Toasters, también estuvieron entre los conciertos más destacados de una edición del Iboga Summer Festival que musicalmente ha sido de las mejores hasta la fecha. En cuanto al ganador del concurso de bandas, Jamaleònics, dieron un concierto excelente con elementos de jazz, ska y funk, pese a que tuvieron que enfrentarse a algunos problemas de sonido.
Tampoco faltaron las habituales batucadas, los espectáculos de percusión que como cada año deleitaron al público entre concierto y concierto, y que son uno de los ingredientes mágicos que hacen del Iboga algo especial.
Además, este año se estrenó el dub corner, una nueva carpa en la que diversos artistas pincharon e interpretaron canciones de dicho género, y que ha enriquecido más la oferta musical del festival.
Un festival cómodo, una experiencia extraordinaria
A nivel organizativo, casi todo funcionó correctamente. Una de las grandes claves de este festival es el hecho de que recinto, camping y playa estén tan cerca, y sea posible alternar entre los tres lugares con sólo dar unos pocos pasos. Esto permite una experiencia muy cómoda, y pasar las horas previas a los conciertos tomando el sol en la playa.
La organización trata de luchar contra la reventa con un sistema que sólo permite el cambio de nombre pagando un suplemento abusivo
Además, nunca había cola en las barras, y los precios de las bebidas son más que razonables si los comparamos con los de otros festivales. Eso sí, también hay algunos detalles un tanto cuestionables que deberían cambiar de cara a próximas ediciones. Como los abonos son nominales y salen a la venta con más de medio año de antelación a precio reducido, el cual va aumentando gradualmente a medida que se acerca la fecha del festival, la organización trata de luchar contra la reventa con un sistema que sólo permite el cambio de nombre pagando un suplemento abusivo (la diferencia entre el precio original de la entrada y el precio final en taquilla, que es mucho mayor).
Argumentan que lo hacen para evitar que la gente compre puñados de abonos a precio promocional para luego hacer negocio revendiéndolos a mayor precio en el mercado negro, pero sin duda hay otros sistemas mejores para reducir ese problema de especulación. Y es que, si alguien compra su entrada medio año antes y luego no puede ir al festival, debería tener la posibilidad de venderla a alguien que sí pueda por el precio que le costó.
Ciertas confusiones con algunos horarios de la programación, y la falta de suministros en la barra del interior del camping (donde se suponía que vendían hielo y agua, pero nunca les quedaba nada), también dieron unos pequeños quebraderos de cabeza, pero nada grave que empañase la fantástica experiencia Iboga.
En definitiva, Iboga Summer Festival es una cita más que recomendable, con buena música, buen ambiente y justo al lado de la playa, que todos los años logra dejar muy satisfecho a un público exigente y apasionado.
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