Este artículo se publicó hace 5 años.
GastronomíaShow Rocking: la música entra por la boca
El festival PortAmérica reúne a 35 chefs en un evento gastronómico dirigido por el cocinero Pepe Solla que alimenta los sentidos, no sólo el del oído y la vista, sino también el del gusto. Estrellas del pop y de la cocina, juntos en Caldas de Reis.
Caldas De Reis-
“Esto es una bendita locura”. La chef Begoña Rodrigo, con unas guitarras eléctricas que cuelgan de sus orejas a modo de pendientes, no se sabe si canta, si baila, si salta, si cocina, si reparte cañas o si le echa una mano a sus colegas, como una pinche que sirve pinchos.
Quizás lo esté haciendo todo al mismo tiempo detrás de la atestada barra del Show Rocking, donde los asistentes a PortAmérica —un festival que marida música y gastronomía— se avituallan y reponen fuerzas con tapas a la altura de los cabezas de cartel que presiden el escenario: Rozalén y Amaia, Carolina Durante y Sidecars, Carlos Sadness y Depedro, Madness y Andrés Calamaro.
En la carballeira de Caldas de Reis (Pontevedra), estrellas del pop y de los fogones compiten en atención. A Cruz, por ejemplo, le atrae más la oferta gastronómica que la músical. “Me gustan los conciertos, pero no soy fan de ningún grupo. Hemos venido por el concepto: actuaciones, comida y ambiente en un robledal que se presta como perfecto envoltorio a todo el conjunto”, explica junto a sus amigas Sonia y Natalia, llegadas desde Santiago.
Sus platos favoritos: la carrillera de cerdo ibérico, arroz jazmín y salsa de cacahuete, elaborada por Yolanda León y Juanjo Pérez, del restaurante Cocinandos; y el siumai de papada de Gonzalo García, chef de Nakeima, quien precisamente se atreve a plantar una pica en Galicia con su lacón con grelos thai. En realidad, la verdura es pak choi, una variedad de col china, pero el trampantojo es reconfortante para los sentidos.
“No le hacemos la competencia a los chefs locales, porque mi socio es de aquí. De hecho, Nakeima significa algo así como on fire en gallego”, explica García en su segunda tierra, pues se formó en el Centro Superior de Hostelería de Galicia —donde conoció a Luis Gómez-Búa— y, desde entonces, regresa siempre que puede. “Caldas es un destino obligatorio, pues los festivales no ofrecen buena comida, una de las apuestas de PortAmérica. Reunir a grandes nombres de la canción y de la gastronomía no se hace en ningún otro sitio”.
Patrocinado por la Guía Repsol y con un gran despliegue de medios materiales y humanos, ¿cómo explicar el Show Rocking? Una de las acepciones, como soltaba Begoña Rodrigo, de La Salita, es “bendita locura”, que se repite en boca de otros chefs, que no sólo cocinan, sino que también brincan al ritmo de la banda que toca sobre sus cabezas. Con máscaras de lucha libre mexicana, los miembros de La Mosca Valiente interpretan versiones, acompañados a la guitarra por Pepe Solla, organizador del evento, o por Nagore Irazuegi, responsable de la taberna-vermutería Arima y corista por un día.
Durante tres jornadas, puedes encontrarte en este escenario alternativo con Depedro o Iván Ferreiro, un habitual de esta cita que pocha a fuego lento el verano: el sol y el bochorno ceden al fresco de unas noches que se estiran hasta bien entrada la madrugada. Ofrecer miles y miles de platos mientras suena la música no es tarea fácil. Imprime ritmo, aunque la cadencia es frenética. “Está padre y chingón. Sin embargo, no se si aguantaría mucho tiempo”, reconoce Edgar Núñez. “No obstante, la experiencia es increíble, por eso repetimos”, añade el chef del restaurante mexicano Sud777.
Su compatriota Roberto Ruiz vuelve por sexta vez. “Esto es una locura, pero de las buenas, porque te permite salir de la rutina diaria, estar con tus amigos y portarme muy mal”, afirma mientras sujeta una botella de mezcal el fundador de Punto MX, quien tiende puentes con este rincón atlántico. “Es un evento gastronómico cercano y real. Y, por encima, los gallegos y los mexicanos damos bien, porque ellos, al ser norteños, son muy sincerotes”.
De repente, alguien aparece disfrazado con una careta del Chapo Guzmán. Kim Jong-un lo abraza. No falta quien inmortalice con la cámara de su móvil el histórico encuentro. Aquí no hay guerra fría entre los profesionales, ni tensión nuclear: el nitrógeno, las esferificaciones y otras virguerías son descartadas en favor de una oferta apetitosa pero práctica, para comer con una sola mano y en ocasiones contundente. Quedan muchas horas por delante y se impone cimentar una base sólida en el estómago, aunque alguna proposición se queda en un par de mordiscos fugaces, aunque deliciosos.
Alta cocina en un festival: “Parecía descabellado”
Quizás quien pueda definir el Show Rocking sea su alma mater, Pepe Solla, guitarrista aficionado y heredero de Casa Solla (Poio), que cuenta con tres Soles Repsol. “Bueno, esto es difícil explicar. Cuando Kin Martínez, el organizador de PortAmérica, me lo propuso hace años, pensé que una propuesta ineludible, aunque entonces cocinar en medio de un festival parecía descabellado”. Pepe matiza que hace ocho años el marco gastronómico era distinto, por lo que el objetivo era acercar la alta cocina, tildada de elitista, a la gente. “Un concepto erróneo: no es para unos pocos, sino para todo el mundo”.
Para socializar la gastronomía, recluta cada año a una treintena de chefs, quienes se reparten en tres días y en dos turnos. Al igual que en el apartado musical, aquí también se persigue estrechar lazos con América Latina, por lo que los invitados proceden del otro lado del charco —aunque algunos se han asentado en nuestro país— y de la geografía peninsular, incluida la cuota gallega.
“La música es un buen instrumento para acercar la gastronomía al público”
Lograr que todos ellos estén en una fecha concreta (4, 5 y 6 de julio) en un pueblo de Pontevedra resulta más complejo que el encaje de bolillos, pero lo curioso es que, una vez que vienen la primera vez, repiten.
Diego Guerrero se trae a todo su equipo, que revolotea tras la barra para servir su propuesta: un ají-kubak de pichón y un roll de carabinero, ponzu, nuta y pickle de berza y naranja. “Nosotros cerramos a propósito el restaurante y nos venimos al completo. Es nuestra fiesta, porque estar aquí, encontrarte con Pepe y compartir momentos con la gente es un regalo, una maravilla, algo precioso”, asegura el chef de DSTAgE. “Ojo, que somos veinte personas. Quizás se nos ha ido de las manos”, tercia sonriente el sumiller y jefe de sala, Javier Barroso. “Disfrutar de este fin de semana es un premio”.
“Que vengan todos, además de ser increíble, pone de manifiesto la amistad y el compromiso entre cocineros”, cree Pepe Solla. “Los llama un colega y aceptan la invitación, pero no se imaginan qué se van a encontrar. Una vez que lo viven, quieren más. Ahí tienes a Andoni Luis Aduriz, el cocinero más grande del mundo, quien ya me ha confirmado que desea volver el próximo año. O a Diego Guerrero, que viaja desde Madrid con toda su troupe para que disfruten del festival”. Enfundados en unas camisetas negras con el nombre del restaurante, se entremezclan con el público que asiste a los conciertos cuando terminan la faena.
Julián Otero se presenta como “el gallego de Mugaritz”, aunque Aduriz concreta que es el responsable de I+D de su restaurante, cuyas propuestas deben amoldarse al público. “Es un concepto completamente distinto, por lo que procede adaptarse y presentar un producto diferente y festivalero, como unos buenos bocadillos”, explica el jefe de laboratorio lucense. La oferta de su restaurante, un scarlet roll y una pita de cordero, dos bocados gustosos que llevarse a la boca sin complicaciones. “La clave es que cunda el pincho, o sea, que sea goloso y llene”, señala Guerrero. “Hay que aplicar el formato festivalero y preparar algo rico, sabroso y potente”.
Sostenible y transatlántico
Si se sustituyen las manos por el plato y el cubierto, su material es reciclable, otra de las apuestas del festival: la sostenibilidad y el medio ambiente. Así, los vasos reutilizables pueden usarse como semilleros, el papel se puede plantar y las bolsas no son de plástico, sino de organza. Además, por segundo año consecutivo, la campaña Una entrada, un árbol pretende compensar con una plantación forestal las emisiones de CO2 generadas por el transporte. Y para acarrear a la juventud salen buses gratuitos desde varias ciudades.
“Es una línea de trabajo novedosa que se sustenta en principios como la naturaleza, la participación, la solidaridad y la accesibilidad”, enumera Kin Martínez, responsable de Esmerarte, quien llevaba años organizando el festival hasta que consiguió llevárselo a casa. Así, en 2017 lo trasladó de Nigrán a Caldas de Reis, una villa termal donde en los noventa había programado conciertos en el pub Rañolas y avivado Cultura Quente, dos semanas de actividades en las que se enmarca el PortAmérica. Aunque Kin había nacido en el municipio limítrofe de Portas, podía considerarse un profeta en su tierra.
Y también el ideólogo del Show Rocking, un instrumento para vender la gastronomía local en el exterior. “En Galicia se come bien, pero hay que explicar por qué. Partiendo de unos productos de calidad, había que darles visibilidad y, para ello, hicimos partícipes a grandes chefs nacionales y extranjeros, de manera que luego ejerciesen de embajadores de nuestra tierra en España y América Latina”, sostiene Martínez, quien también ha promocionado las bondades pontevedresas, empezando por la carballeira de Caldas de Reis y el entorno del río Umia, a través de los artistas latinos que tocan en el festival.
Este año, Mon Laferte, Trending Tropics, El Mató a un Policía Motorizado, Cuarteto de Nos, Cumbia All Stars, Trapical Minds, Los Espíritus, Camilo Lara, Miss Bolivia y, claro, Andrés Calamaro, cuya actuación en la tercera edición se vio frustrada por una tormenta. El argentino no paró de hacer guiños durante su concierto al bonsai atlántico y a sus afamados productos: “La última Bretaña, Galicia, buenas noches”, saludó antes de contagiar su entusiasmo al auditorio, que estalló en aplausos.
La carballeira, “gran cabeza de cartel”
Calamaro alternaba canciones de su último disco, Cargar la suerte, con sus clásicos —de Flaca y tantos otros a alguna perla de Los Rodríguez— y sus peroratas, que zigzagueaban entre árboles para alcanzar los oídos de los fans de brazo alzado, deseosos de que retomase el cante y el teclado. Música y comida en medio de un robledal: “El marco es incomparable. Llevo veintidós años organizando festivales aquí y, aunque la producción es complicada, la carballeira resulta muy agradecida. Es un ecosistema particular y, sin duda, el gran cabeza de cartel de PortAmérica, que ha hecho de Caldas una marca”, añade su organizador.
“No cabe duda de que este evento musical y gastronómico sirve para visibilizar el emprendimiento y la credibilidad gallega en un momento de crisis de la condición humana, que se está viendo vulnerada”, cree Martínez, satisfecho tras hincarle el diente al taco de mole verde de Edgar Núñez. “El Show Rocking es una oportunidad única para los chefs, porque pueden arriesgar y ofrecer sus creaciones a miles de personas, quienes a su vez experimentan nuevas sensaciones al instante. Hay un retorno inmediato, porque el público quizás ni sabe lo que va a probar, lo que supone una experiencia intensa y emotiva”.
El éxito del siu mai de papada, a cargo de Nakeima, es unánime. Un bocado sabroso en boca de muchos. “Estaba muy bueno y, además, nos atendieron muy rápido”, comenta Ester, quien ha venido desde Mieres para ver a Depedro. “No se come mal”, suelta con retranca el músico madrileño —Jairo Zavala en la pila bautismal— mientras degusta una de las tapas.
“Somos esclavos de la belleza. Cualquiera que me ilumine me maravilla y los chefs, al igual que nosotros, usan un mismo producto y le dan la vuelta en poco tiempo. Este escenario compite con el nuestro”, apunta entre bambalinas Depedro, quien ironiza sobre la voracidad de sus colegas. “Hasta ahora he probado pocos platos porque ellos se lo comen todo, pero me han encantado”.
“Reivindicamos lo local”
Iago, de Pontedeume, está fascinado con la posibilidad de comerse por tres euros una tapa elaborada. “Compara la talla de estos chefs con la fritanga de otros festivales”, añade este joven coruñés, sorprendido con el lacón con grelos thai, “exótico y espectacular”.
Sonia concuerda con el precio ajustado de los pinchos gourmet, entre los que destaca el de caballa, pepino y gin de Vasco Coelho Santos, al frente del Euskalduna Studio, en Oporto “Es tan importante la comida como la música. Estos cocineros son las estrellas de la gastronomía y, gracias a ellos, la gente se está abriendo a otros conceptos”. Su amiga Natalia también celebra la “fusión”, que permite catar tantos grupos como platos. “A tres euros”, insiste Cruz. “¿En qué otro sitio puedes comer un bocado de Diego Guerrero por ese precio?”.
“La clave es que cunda el pincho, o sea, que sea goloso y llene”, señala el chef Diego Guerrero. “Hay que aplicar el formato festivalero y preparar algo rico, sabroso y potente”
“Sacarlos de sus restaurantes, cuadrar sus agendas y juntar a una treintena de chefs sólo lo puede hacer Pepe Solla”, cree María Ritter, directora de la Guía Repsol, quien recuerda el mensaje en una botella lanzado por el cantante de Vetusta Morla: “Hay un festival que es muy molón”. Todo hay que decirlo: la banda de Pucho está en nómina de Esmerarte, la agencia organizadora de PortAmérica, que comenzó años atrás su andadura a lomos de Deluxe.
Tras recuperar su nombre, Xoel López también figura en el cartel como líder del grupo de versiones Combo Viramundo —flanqueado por los músicos David Quinzán, Fer Lamas y Adrián Seijas—, al que habría que sumar otros proyectos como Lovely Luna —su dúo folk con Félix Arias— o la germinal y mod The Elephant Band. Tras su etapa en Argentina, viró el rumbo con Atlántico, donde se empapó de sones suramericanos: un pie aquí y otro allá.
Además de patrocinar el Show Rocking, la Guía Repsol ha dado cuenta detalladamente en su web del frenético ritmo entre los fogones. “Queremos descubrir sitios a la gente no sólo relacionados con el turismo o la gastronomía y reivindicar el slow travel [viajar sin prisas], así como dar pistas a un público que forma parte de la realidad actual: el viajero festivalero”, añade Ritter, quien resalta la “impresionante labor de promoción de la gastronomía en Galicia”. Y gallega, representada tras la barra por varios abanderados.
A saber: Iago Pazos, de Abastos 2.0; Gerson Iglesias, de Adega das Caldas; Diego López, de La Molinera; Manuel Núñez, de Arume —coruñés establecido en Barcelona—; Pablo Pizarro, de Bocanegra —porteño adoptado por A Coruña—; y David Abalo, de La Radio, el nuevo proyecto culinario de Pepe Solla en Santiago de Compostela, tras abandonar el Atlántico de Madrid. “Contribuimos a la reivindicación de lo local”, prosigue la directora de la Guía Repsol, quien establece una comparación con el cartel musical.
“Lo hemos trasladado a la cocina a través de chefs con uno, dos y tres Soles Repsol, procedentes de México, Perú, Chile, Argentina, Italia y España, porque lo que está pasando en nuestro país no sucede en ningún lugar del mundo”, estima Ritter. “Antes había grandes chefs catalanes y vascos, pero ahora hay un nivelón en muchas regiones, como se refleja en el Show Rocking”.
De Valencia a Oporto
De La Salita de Valencia procede Begoña Rodrigo, quien no duda en subirse al escenario situado sobre la cocina para acompañar a los músicos. “Nos tratan fenomenal, por lo que si no nos invitan el año que viene, amenazamos con volver, aunque no nos llamen”, advierte la ganadora de la primera edición del programa Top Chef, quien ofrece cochifrito y pollo indonés.
Contundente y jugosa la panceta a la brasa que acompaña las migas con guindilla de Teresa Gutiérrez. Desde el Azafrán de Villarrobledo ha aterrizado con su recetario manchego, que se completa con un atascaburras de bacalao y queso. “He traído lo más representativo de mi tierra para poner en valor unos platos desconocidos, antaño de pobres y con ingredientes sencillos. Mi cocina siempre se viene conmigo”, explica la chef albaceteña mientras ultima sus propuestas. “Al principio es un lío, pero luego le pillas el punto”.
Vasco Coelho Santos, además de la caballa, apuesta por un hot dog de cordero. Está encantado con el concepto, que según él debería ser exportado a Portugal. “Es muy interesante cocinar con un estilo informal junto a Pepe, Andoni, Diego y otros grandes de la cocina española”, comenta el responsable del Euskalduna Studio. Desde el sur de su país también ha venido Estanis Carenzo, chef de la Casa dos Prazeres, que presenta una bifana do Porto a la moda de Xi’an y un curry de huevo de galo celta.
Fernanda Fuentes Cárdenas y Andrea Bernardi disfrutan de los conciertos nocturnos tras cubrir el expediente. Las cuatro manos de Nub, su restaurante en Tenerife, han elaborado una sopaipilla y aguacate con pollo escabechado y un millo rebozado en pan de merken, mayonesa de lima y cilantro. “La música es un buen instrumento para acercar la gastronomía al público”, cree Andrea, convencido de que ejerce de gancho ideal para atraer e involucrar a nuevas audiencias. “Los platos son populares, porque no puedes ofrecer alta cocina. Pero si le brindas un producto de calidad a la gente joven, le estás demostrando que la buena gastronomía es accesible a precios asequibles”, le secunda Fernanda.
“Aquí la intención no es ganar dinero, algo imposible si sirves una albóndiga de txuleta de vaca madurada, como ha hecho Manuel Núñez”, añade Andrea, italiano de Roma. Junto a Fernanda, chilena de Quilpué, abrieron su restaurante en La Laguna y aprovechan la visita a Caldas para conocer Galicia durante unos días. A ella, además del Santiago monumental, le han impresionado los mejillones que probó en una visita a Cambados, donde procedió regarlos con albariño. “Los comí sin cocinarlos y eran mejores que unas ostras. ¡Mejillones crudos, quién iba a decírmelo!”.
Nagore Irazuegi, tras servir una gilda Joxefa y un shrimp roll Maine style, se entrega a la actuación de Carolina Durante. El cocinero de su taberna ilustrada, Rodrigo García Fonseca, omnipresente durante el evento, no andará lejos, aunque a estas horas quizás no sea reconocible tras la máscara de luchador mexicano. “Esto es la hostia”, exclama desinhibida la responsable de Arima. “No hay mejor congreso de gastronomía, porque el cocinero se muestra sin miedo ante el público, igual que lo hacen los artistas sobre el escenario”.
Locales vs. visitantes
La creatividad local estuvo bien representada y hasta hubo chefs que se acercaron al Show Rocking pese a que no figuraban en el programa, como Yayo Daporta. “Más que un festival, es un punto de encuentro con colegas que no ves a menudo. Venimos a currar, porque estás en una barra rápida, pero nos lo pasamos bien, pues aquí se mezclan muchas pasiones: gastronomía, música y amigos”, confiesa Iago Pazos. “Una ecuación que no puede fallar y que es necesario vivirla”.
El fundador del compostelano Abastos 2.0 sirve un mixto de chicharróns y unas patacas amarelas, un homenaje a las tapas de las tabernas añejas y enxebres —o sea, castizas—. Como el bar Negreira de Santiago, que infelizmente terminó echando el cierre sin perder su denominación popular: O Pataca, en referencia al tubérculo guisado. “Reivindicamos la patata gallega, puro sabor, inspirada en las míticas casas de comidas. Y, para acompañarla, algo tan tabernícola que no puede faltar en un festival: un bocata de chicharrones con queso. Más de feria, imposible”, concluye Pazos.
También tiró para casa Diego López, de La Molinera, con su sope de cocido y su empanadilla al vapor de cocido con caldo meloso de cacheira y costilla. Habría que añadir, para hacer patria, cocido de Lalín, el pueblo de Moli y capital del opíparo manjar. “Dos platos para aguantar el tirón de la fiesta”, reconoce López, quien ha flirteado con México en su primera propuesta —la base es una masa de maíz frita— y con Asia en la segunda —gyozas o jiaozis rellenas de la vianda de Lalín—.
“El factor multicultural del evento es muy importante, porque facilita que haya variedad de tapas y genera sinergias entre los chefs, así como futuras colaboraciones con otros países”, cree Moli, quien valora que la estancia de los profesionales foráneos ayuda a situar a Galicia en el mapa y a sacudirse los tópicos. “Eso sí, durante el servicio, el ritmo es brutal y requiere un gran esfuerzo para despachar rápido la comida. Por ello, se agradece la paciencia del público, que tiene el privilegio de contemplar cómo trabajan los grandes”.
Pablo Pizarro apuesta sobre seguro. “El nem vietnamita de carrillera, morcilla y setas es un clásico de nuestra carta, por lo que traerlo era de cajón. Pensando en la comodidad a la hora de comer, lo hemos acompañado de una brioche de albóndigas de galo celta”, justifica el chef de Bocanegra, quien alaba la fórmula del festival. “La gente viene a disfrutar de la música, pero es evidente que una oferta gastronómica de este nivel hace que el evento crezca”.
El All Star de la gastronomía
Para que no falte de nada, Julio García se encarga de suministrar el equipamiento necesario para elaborar o darle el toque final a la carta. “Yo les proveo de máquinas y les ayudo a terminar los platos, o sea, soy el ingeniero técnico gastronómico”, ironiza García, responsable de la empresa ChefPartner, con sede en Caldas. “Como vecino, es un orgullo haber traído a mi pueblo el Show Rocking. En 2012 empezamos en Nigrán con una plancha, una mesa y tres chefs —Pepe Solla, Yayo Daporta y Alberto González Prelcic— y mira hasta dónde hemos llegado”, responde ufano.
“El impacto en la localidad es brutal y genera un gran beneficio a la hostelería. Cada día viene casi diez mil personas [equivalente a la población de Caldas], que tienen que comer y dormir, por lo que los hoteles están al completo. El evento ha alcanzado una dimensión gastronómica impensable, pues este año han participado treinta y cinco chefs que suman más de cuarenta Soles Repsol y varias Estrellas Michelin”, prosigue García, quien recuerda que en un restaurante puedes no ver al cocinero, cuando aquí lo tienes a un metro. “El contacto es directo, puedes hablar con él y hacerte una foto. Y lo que te comes no es una tapa, sino la tapa de Aduriz”.
Julia de Castro disfruta antes y después de su actuación. “Me encanta, porque es una propuesta muy interesante que abandera un ocio elevado capaz de atraer a otros públicos”, opina la cantante. Encargada de caldear el ambiente con su cuplé ardiente, De la Puríssima confiesa que no es una aficionada a los grandes fastos, si bien la oferta alternativa de PortAmérica marca la diferencia. “Yo no soy una consumidora de festivales, pero mola tomarte una tapa de y con Andoni”, reconoce la artista abulense, quien posará ante la cámara con el chef de Mugaritz acompañada de la actriz Celia Freijeiro.
“El contacto con el cocinero es directo, puedes hablar con él y hacerte una foto. Y lo que te comes no es una tapa, sino la tapa de Andoni Luis Aduriz”
Noa García, reportera del programa Fun polo aire (TVG), cree que es un espectáculo que alimenta los sentidos, no sólo el de la vista y el oído, sino también el del gusto. “Qué suerte poder degustar unos pinchos de una calidad excelente por tres euros. Y si te los sirven Pepe Solla o Roberto Ruiz, ya hablamos de un lujo”. Y lo hacen “encantados”, tercia De la Puríssima. “Es espectacular verlos trabajar”, concluye Noa.
Mujeres sobre el escenario y en los fogones
La presencia de mujeres sobre el escenario fue notable: Cora Velasco, Zahara, Rozalén, Miss Bolivia, Anarchicks, De la Puríssima, Amaia, Berta Franklin o Nina de Juan, voz y piano de Morgan. También había chicas a los —otros— platos, como Natalia Ferviú y Yoli Romero, de We Are Not DJs. No obstante, Belén echa en falta cocineras en los fogones. “La cocina es un espacio tradicional de la mujer, pero ha sido tomado por los hombres en los grandes restaurantes. Son pocas las que llegan hasta lo más alto”, añade junto a una de sus amigas, quien valora que los platos y cubiertos sean reciclables.
Han estado todo el día trabajando en el stand de la Deputación de Pontevedra que promueve la campaña de igualdad #LembraEuDecidoTiRespectas (Recuerda: yo decido, tú respetas) y apenas pudieron probar alguna tapa. “Tenían muy buena pinta”, añade Belén, quien retoma su discurso a favor de la mayor presencia femenina en sectores como el de la restauración y critica que el pluriempleo —desde el trabajo doméstico hasta el cuidado de los hijos— impide que ellas puedan prosperar en sus profesiones.
"El evento alcanzó este año una dimensión gastronómica impensable, pues han participado 35 chefs"
Sin embargo, su presencia el cartel del Show Rocking no brilla precisamente por su ausencia: Maca de Castro, Laura Campo (Kulto), Begoña Rodrigo (La Salita), Nagore Irazuegi (Arima), María Fernández (Punto MX), Fer Fuentes (Nub), Teresa Gutiérrez (Azafrán), Yolanda León (Cocinandos) y Aizpea Oihaneder (Xarma).
Por su parte, la Guía Repsol está dirigida por una mujer, María Ritter, mientras que el equipo de prensa se declina en femenino. La web encargada de levantar acta del evento también tiene a dos mujeres como responsables, Ana Cañil y Pilar Portero —quien también ejerce de reportera y firma una crónica—, mientras que las fotos son fruto del ojo de Sofía Moro.
La cuestión, en todo caso, no es baladí. De hecho, fue tratada antes del festival por medio centenar de cocineros en la Cidade da Cultura de Santiago, que albergó la jornada Cociña + Conciencia, donde se abordó la proporción de mujeres en la alta cocina, así como otros temas como el cumplimiento de los horarios o las prácticas no remuneradas. “Compartimos ideas y filosofías en un encuentro muy productivo. Hay que hacer algo así en Portugal para crecer en compañerismo y amistad: es el futuro”, explica Vasco Coelho.
Fue el aperitivo del Show Rocking, en el que se dieron cita Joan Roca, Ángel León, Oriol Castro o Sergi Arola, antes de que desembarcasen en Caldas colegas como Marcos Morán (Casa Gerardo), Xanty (Elías Acánthum), Josean Alija (Nerua) o Maca de Castro. De sus pinchos gourmet y de otros han disfrutado varias legiones de festivaleros, pues la organización calcula que en tres días se despacharon 35.000 tapas.
Cuando todo acaba, los asistentes ocupan las terrazas de los bares de Caldas, cuyo festival ha contado con el aliado del tiempo. Begoña, de Getxo, desayuna para reponer fuerzas mientras recuerda lo vivido en PortAmérica. “Ha sido una gran oportunidad para disfrutar de unos platos muy diversos a precios populares. Si unes la gastronomía a la cultura y a la música, la oferta es fantástica. Algo que no suele ser habitual, porque en los festivales la comida suele ser de batalla, excepto en el Mundaka, que también cuenta con cocineros de referencia”, añade.
Begoña destaca la tostada de setas zarandeadas del mexicano Fabián Delgado, de PalReal; la gilda Joxefa de Nagore y Rodrigo, de Arima; y el siumai de papada de Gonzalo García, de Nakeima. “Y lo mejor es que estás a un metro de ellos, viendo cómo elaboran los platos”, concluye. “Observar a Diego Guerrero tras la barra, manchándose las manos, es algo inédito y difícil de presenciar en un gran restaurante”. Y, sin duda, bastante más caro.
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