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'Flee', una historia extraordinaria
'Flee', de Jonas Poher Rasmussen, hace historia al aspirar al Oscar de Película de Animación, Película Internacional y Película Documental. Ganadora en Sundance, Annecy y los Premios del Cine Europeo, el filme cuenta la aventura extraordinaria y real de Amin Nawabi y los refugiados afganos.
Madrid--Actualizado a
Una de las mayores poblaciones de refugiados en el mundo es la de los afganos. Desde la ocupación soviética en 1979 han sido millones los seres humanos que han tenido que huir de aquel país para buscar un futuro seguro en otra parte del mundo. Amin Nawabi es uno de ellos y su historia es —como la de todos los exiliados de cualquier época— extraordinaria. Amin ha mantenido en secreto su vida hasta ahora, en que ha decidido, por fin, romper el silencio y relatar su trágica aventura a su amigo, el cineasta Jonas Poher Rasmussen.
Lo hace en Flee, una película poderosa y conmovedora, magnífica, en la que la animación ha servido de herramienta al cineasta para proteger la identidad de Amin Nawabe (el nombre es un seudónimo) y que en el cine ha hecho historia. El filme está nominado nada menos que en las categorías de Película de Animación, Película Internacional y Película Documental en los Oscar de Hollywood. Ello, además de sus casi cuarenta premios internacionales, entre los que se encuentra el de Annecy (el festival de animación más importante del mundo), el Gran Premio de Sundance o los de Mejor Película Documental y Mejor Película de Animación del Cine Europeo.
"Pasé unos años aterrorizado"
"Esta es una historia real, se han cambiado algunos nombres y lugares para proteger a los componentes del reparto", advierte un rótulo al inicio de la película, en la que Amin participa a cambio de que no se desvele su identidad. Durante décadas este hombre ha repetido la historia que un traficante de refugiados le dijo que debía contar para impedir que le devolvieran a su país o hicieran daño a su familia.
Solo una vez había compartido la verdad, años atrás a un antiguo novio, pero éste, después de una fuerte discusión, le gritó que todo el relato de su asilo en Dinamarca era mentira y que iba a ir a la policía. "Pasé unos años aterrorizado", confiesa Amín. Hoy, a punto de casarse con su pareja, ha comprendido que tenía que revelar definitivamente el secreto de su vida, que "estaba preparado para sentar la cabeza, que podía vivir con los traumas de su pasado y estar
en paz en el presente, como una persona completa", explica el director de la película.
Un nuevo hogar
Jonas Poher Rasmussen, que ha trabajado durante tres años con Amin Nawabi para hacer esta película, aparece también en ella y recuerda cuándo y cómo se conocieron. Los dos eran estudiantes en el mismo instituto y vivían en el mismo barrio. "Como yo era entonces un adolescente, nunca le pregunté por su pasado. No me preocupaba. Simplemente me gustaba tener un compañero de gimnasio. Me gustaba tener a alguien cerca con quien poder hablar. Sin embargo, con el paso de los años, empecé a oír susurros de todo lo que había pasado...antes de que él apareciera en mi parada de autobús", escribe en las notas de producción de la película.
Que Amin accediese finalmente a contarle su historia marcó un momento de profunda emoción en la vida de ambos. Para el primero ha sido la liberación y la aceptación definitivas que le permiten sentir, ahora ya adulto, que tiene de nuevo un hogar. Para el cineasta, fue la llave que le dejó por fin comprender la historia de su propia familia —sus bisabuelos huyeron de Rusia a principios del siglo XX para escapar de la persecución y los pogromos, y su abuela pasó, como judía, su infancia y juventud escapando de los nazis.
"Esta historia es real"
La verdadera historia de Amin Nawabi es escalofriante, pero la mejor manera de reconocer y comprender el sufrimiento que ha arrastrado, de respetar su vida y la de millones de personas desplazadas en el planeta, es escucharla en el cine. Acudir a su voz y a las animaciones creadas para el relato. Imágenes que están salpicadas en la película con otras reales extraídas de programas informativos, que documentan las distintas etapas de su calvario personal. "Quería añadir estas imágenes a la película para que, cada vez que se vea un noticiario, se recuerde que esto es, en el fondo, un documental. Crea un contexto histórico para la película, pero también le dice al público que esta historia es real, no es ficción".
Una realidad que ahora se desgrana desde una pregunta inicial: "¿Qué significa la palabra casa para ti?" y la respuesta de Amin: "Un sitio seguro, del que sabes que no tienes que irte. No es un lugar temporal". Hoy Copenhague es su hogar, pero para sentirse de verdad en casa, este hombre ha tenido que volver a recorrer los años de su infancia y juventud, remontarse al momento en que comprendió que era gay en un país "donde ni siquiera había una palabra para ello. Supe que me gustaban los hombres, aunque no sabía qué significaba. En Afganistán no existían los gais".
Las mafias de traficantes
Amin ha tenido también que evocar el peligro y la maldad de las mafias de traficantes que se enriquecen a costa del dolor y el miedo de los refugiados, ha tenido que volver a sentir el miedo atroz que sintió por él mismo y por su familia, y se ha visto obligado a invocar "una de las sensaciones más horribles" que ha tenido en su vida.
"Mucha gente en el mundo busca un lugar al que llamar hogar, y Amin lleva toda su vida intentando hacerlo. Como alguien que siempre se mueve de un sitio a otro y nunca se siente arraigado en un lugar, me di cuenta durante el rodaje de esta película de que todavía no tenía un hogar. De alguna manera, seguía huyendo —explica el cineasta—. Pero finalmente, el hecho de poder abrirse y contar su historia completa le hizo aceptar su pasado, la culpa por los sacrificios que su familia tuvo que hacer para que Amin tuviera una buena vida".
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