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Eduardo Manzano: "Defender la Reconquista como un hito fundacional de la nación española no tiene sentido"

El historiador analiza en 'España diversa' un país plural y cambiante que no se entiende sin sus múltiples identidades y culturas.

Eduardo Manzano, autor del libro 'España diversa' (Crítica).
Eduardo Manzano, autor del libro 'España diversa' (Crítica). Saura Medrano

España no nace, se hace. Sin embargo, en el empeño por modelarla a nuestro antojo, incurrimos en contradicciones, incoherencias y disparates. Poco importa, en realidad, qué es España. Quizás lo primordial sea quiénes somos y —como cantaba Siniestro Total y antes pintó Gauguin, inspirado por la curiosidad de los tahitianos— de dónde venimos y a dónde vamos.

Para vislumbrar nuestro destino, conviene retrotraernos al origen, que siempre ha sido plural y diverso. Romanos, visigodos, árabes. Cristianos, musulmanes, judíos. Catalunya, Euskadi, Galicia. ¿Una, grande y libre? Siempre, las dos Españas: liberales contra absolutistas, progresistas contra reaccionarios, católicos contra laicos, republicanos contra nacionales

Spain is different, proclamaba Fraga a los guiris, cuando lo suyo habría sido ilustrar a los de casa para que comprendiesen que este país no solo es diferente, sino también variado y cambiante, tejido a retazos, con pespuntes precisos y costurones perpetuos. Un mosaico de identidades que el historiador Eduardo Manzano, medievalista y experto en al-Ándalus, taracea en el libro España diversa (Crítica), aclarando conceptos y desmontando mitos.

¿Cabe otra organización territorial?

España es un proceso sometido a muchos condicionantes, algunos casuales. No se puede temer algo que se está configurando siempre [una nueva organización territorial]. Sin embargo, el nacionalismo periférico ha abusado tanto de la historia como el español. Todos ellos han construido unos relatos muy esencialistas de la historia. Ese no es un método correcto para sustentar los proyectos políticos de cara al futuro, que deberían apoyarse en un horizonte de cambio social. Cuando la historia se mezcla con el nacionalismo, sea el catalán, el alemán o el italiano, los resultados no suelen ser nada buenos.

¿Qué era España?

No tiene sentido recurrir al pasado para señalar que un territorio en su día fue un condado o un reino. Lo único que vale es formular proyectos políticos de futuro que tengan una consistencia y una coherencia, algo que no han planteado de una manera abierta y clara ninguno de los nacionalismos. Entonces, esos difusos argumentos históricos pueden ser de ida y vuelta. Es decir, cada uno puede leer las páginas que le interesan, de modo que con la historia puedan justificar prácticamente todo.

Yo creo en los proyectos políticos ciudadanos que plantean alternativas para unas sociedades diversas y no tan monolíticas como pretendía el nacionalismo del siglo XIX. Ahí empezamos a tener problemas, hasta el punto de que ahora algunos partidos independentistas catalanes plantean unas visiones exclusivistas y sectarias. Cuando se meten en la coctelera la historia y el pasado, insisto, el resultado nunca es bueno. Allí donde se ha recurrido a la exaltación del pasado nacional, se acaban creando unas visiones identitarias muy excluyentes.

Al-Ándalus

Para el pensamiento histórico conservador, al-Ándalus no forma parte de la historia de España. Un paréntesis que no merece la pena, porque corresponde a la historia del Islam, argumentan. Es una idea equivocada que hurta una parte muy importante del pasado de este país, sin el cual no se entendería el formidable legado andalusí.

Ignorar la historia de al-Ándalus es una manera de tratar de limpiar del pasado aquellos elementos que no encajan con las creencias y valores de muchos historiadores y publicistas.

Me da mucho miedo porque implica borrar de un plumazo toda una parte muy importante de la historia del pasado diverso de este país, que hoy podría ser especialmente útil ante el aumento de los fenómenos de xenofobia y de supremacismo cultural, pues nos permitiría conocer mejor a una parte significativa de la población española compuesta por ciudadanos de pleno derecho.

La Reconquista

A finales del siglo IX comienza a extenderse una ideología que aboga por recuperar un territorio que se ha perdido por los pecados de los cristianos, cuyo rastro se puede seguir durante la Edad Media. Ahora, el debate se ha emponzoñado debido a la ofensiva del pensamiento conservador, que considera que negar el elemento central de la Reconquista en la configuración de España implica ser antiespañol. Sin embargo, seguir manteniendo la Reconquista como un hito fundacional de la nación española no tiene ningún sentido.

Los Reyes Católicos

En el siglo XV y XVI, hay varias comunidades plenamente conscientes de su lengua, de sus tradiciones políticas, de su propia historia, etcétera. Los Reyes Católicos no crean una unidad política, sino una unidad dinástica. La monarquía compuesta es un sistema muy curioso, donde se siguen manteniendo los distintos reinos de una manera aceptada por todos.

El problema es que la unidad —o el intento de homogeneidad— que trata de instaurarse se realiza en nombre de la religión católica. Otro error: ante la decadencia del imperio español, uno de los diagnósticos es que no funciona porque los reinos no están bien ensamblados, por lo que se llevarán a cabo políticas para acabar con su heterogeneidad.

La pureza de sangre

Durante los siglos XVI y XVII se produce la construcción de una identidad —en concreto, de una monarquía— en oposición al otro, que desde hace siglos era el musulmán o el judío. De ahí vienen los fenómenos de expulsión, de la Inquisición, de la pureza de sangre, etcétera. Así, el pasado andalusí fue consciente y cuidadosamente borrado por los cristianos en una operación de limpieza étnica.

La sombra del Estado

Catalunya, Euskadi y Galicia han sido ensombrecidas por un proyecto político que se ha intentado instaurar en distintos momentos y que ha tenido muchas configuraciones. No es lo mismo la España de la que se habla en la Constitución de Cádiz de 1812 que la España que se va a tratar de imponer después de la Restauración.

El nacionalismo español ha sido muy excluyente de todo aquello que no se conformara en función de sus propios intereses y de su visión del pasado. Por eso, en el siglo XIX muchos autores catalanes denuncian que se está haciendo una construcción histórica de la nación española, ignorando completamente el pasado de Catalunya, que es muy complejo y rico no solamente desde el punto de vista lingüístico, sino también desde la articulación política e institucional.

Un siglo a garrotazos

Lo más sorprendente del siglo XIX y de buena parte del XX es el inaudito alto grado de violencia que se apodera de este país, debido a una tormenta perfecta: la lucha contra el Antiguo Régimen, el encaje de un Estado liberal que pretende imponer un programa homogeneizador y el incremento de la conflictividad social.

Esos tres elementos pugnan de una manera muy descarnada y se mezclan entre sí de un modo paradójico. Así, movimientos que hoy nos parecen progresistas, como la reivindicación nacionalista vasca, en su momento eran profundamente reaccionarios. Y la conflictividad social muchas veces viene de la mano de un intento de seguir manteniendo el antiguo orden tradicional, porque hay una resistencia frente a los avances tecnológicos y a la proletarización.

Hablamos de una sociedad homogéneamente católica, evidentemente muy patriarcal y que impone el relato de la nación española basada en la supremacía de Castilla, al tiempo que se intenta anular la diversidad que existe en el país. Pero, al menos, aquella sociedad todavía tenía un cierto nivel de homogeneidad.

Sin embargo, el relato que hoy tratan de desempolvar no responde a la realidad de este país. ¿Qué tipo de historia enseñaremos a los niños cuyos padres son de origen americano? ¿Les vamos a seguir hablando de las gestas de Hernán Cortés o a decirles que el legado andalusí o precolombino no interesan nada porque nos libramos de los musulmanes y los nativos americanos eran unos salvajes que hacían sacrificios humanos?

La ofensiva conservadora

La ofensiva ideológica del pensamiento conservador nos está tratando de trasladar la idea de un pasado homogéneo que sirve a los intereses de una sociedad homogénea, aunque sabemos que eso no existe. Aquí siempre ha habido diversidad y en la sociedad actual, todavía más. Por eso el mensaje "o te adaptas o no tienes cabida" es tremendamente peligroso. Infelizmente, en España sigue habiendo gente que defiende que al-Ándalus no es parte de nuestra historia y que podemos vivir perfectamente solo con don Pelayo, con el Cid y con los Reyes Católicos.

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