Este artículo se publicó hace 9 años.
El día a día del machismo en escena
Los motivos del lobo, en la sala Biribó todo el mes de noviembre, recrea situaciones cotidianas.
Afirmar que vivimos en una sociedad patriarcal no debería extrañar a nadie. Desde que nacemos nos dejan claro qué se espera de nosotros según nuestro género: si eres niño no está bien visto llorar y si eres niña es normal que exteriorices tus emociones. En este reparto de sexo las mujeres salen perdiendo. No solo en lo salarial, en algunos trabajos los hombres cobran más por el mismo puesto que las mujeres, también en lo referente a los usos y costumbres.
Reconozcámoslo, hemos creado un mundo que favorece a los varones. Qué confortable es llegar a casa y tener la comida en la mesa, la casa limpia, los hijos criados, y bueno, si además tu mujer se encarga de las tareas después de trabajar es doble la admiración: hay que decir que es ¡toda una super heroína! Digna de admiración. Pero esta compleja utopía masculina tiene un problema, uno pequeño, sin mayor importancia: es injusto.
Esta sociedad favorecedora de lo masculino tiene una dificultad añadida, y es que estas costumbres están tan arraigadas en nuestro ADN que prácticamente todos los días vivimos situaciones en las que nos comportamos de forma machista y no nos damos cuenta, o ni sabíamos que lo eran. Sacar estas historias a la luz es el propósito de Los motivos del lobo, el último trabajo escénico de Aitana Sar y Nando Jiménez y que se representa todos los fines de semana de noviembre en la sala Biribó (Madrid).
La obra plantea una serie de sketch inspirados en situaciones de machismo, algunas inventadas y otras reales. “Hay una escena en la que una mujer sale de su casa para ir a una entrevista de trabajo. Durante el trayecto le suceden cosas que están basadas en hechos que me han ocurrido a mi o a algunas de mis amigas mías en la calle. Es una forma de machismo sutil pero está ahí”, explica la directora, Aitana Sar, que también firma el texto.
Entre las situaciones también se representa la de una mujer que le tiene pánico al silencio. “Había padecido violencia machista y decía que para ella el silencio era terrorífico”, explica la directora y otra que sufre violencia por parte de su pareja y acude a comisaría a denunciar los hechos. Cuando llegó a casa, a modo de terapia, escribió un texto para expresar cómo se sentía.
El texto se cita íntegro en la obra, este es un fragmento: “"Hoy te he denunciado y según contaba cosas, me daba cuenta de cómo me has manipulado, y veía las miradas, la de la abogada, la de la agente de policía, la del comisario de después, la de mi tía, las voces de mis padres, de mis amigas, miradas y voces que me juzgaban, que me miraban como a un bicho raro, miradas que no entendían, el comisario me hablaba como si fuese tonta, no lo soy, ahora mismo estoy desubicada, pero no soy tonta”.
La obra se representó por primera vez en Zafra (Extremadura). De allí son, Fedra Muñoz, psicóloga especializada en maltrato que ha asesorado a la dramaturga en el texto y la asociación de mujeres maltratadas Zafra Violeta, que también ha aportado algunas historias. De ellas, Sar ha aprendido que a las mujeres que han sufrido episodios de maltrato no les gusta que las identifiquen como víctimas. “En el monólogo de la denuncia, la protagonista dice que no se reconoce en el rol de víctima, porque eso la posiciona en un lugar de debilidad y de situación vulnerable. Como si hubieras dejado que esa otra persona te maltratara”.
Para Sar y Jiménez, el machista es también una víctima de la sociedad machista. “El hombre tiene un rol marcado que impone el sistema patriarcal”, asegura Jiménez y añade: “Yo trabajo con niños (es además profesor de Educación Física), y muchos padres le dicen a sus hijos que no pueden llorar. Además cuando voy a ver una película a casa de un amigo que me inspira alguna emoción me cuesta expresar mis sentimientos por ser hombre”.
Los actores que dan vida a estas situaciones son Guillermo San Juan e Inma Jiménez. “La gente experta en este tema nos ha dicho que la violencia física es la más extrema, la que todo el mundo conoce, pero generalmente no se da tanto como otro tipo de violencia de que la gente no habla”, explica San Juan a lo que Jiménez le da la razón y replica: “Estas situaciones se dan en una pareja, por ejemplo cuando el chico le dice a la chica te he fregado los platos, no que ha fregado los platos”.
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