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Ni conquistadores ni reyes barbudos: Safo y otras mujeres que escribieron la historia del mundo antiguo

La escritora Daisy Dunn plantea una relectura de la Antigüedad desde la perspectiva femenina en 'La venganza de Pandora'.

Safo de Lesbos, una de las mujeres del mundo antiguo reivindicadas por Daisy Dunn en ‘La venganza de Pandora’.
Safo de Lesbos, una de las mujeres reivindicadas por Daisy Dunn en ‘La venganza de Pandora’. Archivo

Lesbos, la isla griega de las mujeres poetas. También hermosas, según Homero, aunque algunos autores matizaron que Safo no destacaba precisamente por su físico, vara de medir en la segunda mitad del siglo VII antes de Cristo, cuando en Mitilene se celebraba un concurso de belleza anual. Poco importa que aquellos escritores nunca la hubiesen visto en persona, tampoco que su retrato más antiguo fuese estampado en una cerámica décadas después de su muerte. Quizás podríamos valorar que, al menos, haya pasado a la posteridad por su obra y no por su aspecto.

"La capacidad de entender a las mujeres y situarlas en su contexto histórico es una cualidad ausente incluso en los historiadores clásicos y contemporáneos de mayor renombre", deja claro la escritora Daisy Dunn (Londres, 1987) en su libro La venganza de Pandora (Crítica), donde reescribe la biografía de las mujeres en el mundo antiguo o, si se prefiere, la historia del mundo antiguo a través de las mujeres. Su intención es clara: despojarlas de la etiqueta de personajes secundarios y convertirlas en artífices de la historia, la misma que las había retratado de forma maniquea, bien como femmes fatales, bien como castas y honradas.

Así, la clasicista británica trata de revertir el "relato de guerreros, conquistadores y reyes barbudos" y plasmar cómo ellas también construyeron el mundo clásico, de modo que La venganza de Pandora pueda leerse no tanto como una historia de la Antigüedad sobre las mujeres, sino como "escrita desde las mujeres". Así, por sus páginas desfilan Artemisia de Halicarnaso, al mando de un ejército durante las guerras médicas; Agripina la Menor, poderosa en Roma hasta que su hijo, el emperador Nerón, la repudió; Fulvia, esposa de Marco Antonio, en cuyo nombre libró una guerra mientras su marido retozaba con Cleopatra; o Cinisca de Esparta, la primera mujer que ganó en unas Olimpiadas.

"Espero haber contribuido en cierta medida a traer de vuelta a la vida a estos personajes femeninos", escribe Daisy Dunn, quien ensalza la figura de Safo de Lesbos, "la gran poeta de la nostalgia, del anhelo y del deseo celoso". Suya es la estrofa sáfica, tres versos endecasílabos con un pentasílabo final. Romanticismo e himnos nupciales, pero también cantos fúnebres, piezas épicas y epigramas, mecidos por la melodía de una lira. Sin duda, trascendieron los que abordan el amor hacia otras mujeres, poemas sáficos como Himno en honor a Afrodita, donde invoca a la diosa para lograr los favores de su amada: "¿Arde de nuevo el corazón inquieto? [...] No me acongojes con pesar y sexo".

En una suerte de salón literario, enseñaba poesía y música a las chicas de Mitilene, una próspera ciudad situada en la costa suroeste de Lesbos. Intimó con algunas y le frustraba que se casasen con hombres nada más terminar sus estudios, a una edad muy temprana. Otras, en cambio, la dejaban para irse a la escuela de Andrómeda, antigua alumna y ahora rival, una traición que reflejó en sus versos, donde también alude al mal de amores o al efecto corrosivo del deseo. Una obra en la que, a juicio de autoras como Maite López Las Heras, se manifiesta una poeta que no mostraba interés por el sexo de quien amaba o quien era amado, lo que la pone de actualidad o incluso la sitúa como una avanzada a nuestro tiempo.

De hecho, la apertura de Lesbos le brindó oportunidades que le permitieron alcanzar la fama, aunque ella tenía "el ansia de perdurar y obtener la fama", según Daisy Dunn. Una ambición que la distinguió de las mujeres de su época, pues muy pocas "consiguieron alcanzar la inmortalidad a través de su trabajo y por sus propios méritos", añade en su libro la licenciada en Clásicas por la Universidad de Oxford y experta en Historia del Arte. "Reacia a verse reducida a un trozo de mármol o a un puñado de versos compuestos por otra persona, Safo aspiraba a alcanzar el kleos, la gloria imperecedera".

Daisy Dunn, autora del libro ‘La venganza de Pandora’ (Crítica).
Daisy Dunn, autora del libro ‘La venganza de Pandora’ (Crítica). Timothy Foster

Una fama eterna que alcanzó gracias a poemas íntimos dedicados a otras mujeres, aunque resulta complicado establecer una comparación con otras poetas contemporáneas, cuya obra apenas se ha conservado. De hecho, parte de la suya procede de citas de terceros y el único poema completo es el Himno en honor a Afrodita, mientras que algunos fragmentos figuran en papiros de difícil lectura, como los hallados en Egipto, donde se habla de una mujer que recibe posiblemente dildos. "Lo que está claro es que, si Safo utilizó alguna vez un consolador, no fue la única mujer de Lesbos, la isla del amor transgresor, que lo hizo".

Daisy Dunn traza la biografía de la poeta y describe la vida en la isla, así como sus prácticas sexuales, desde la masturbación hasta la felación. Situaciones y factores que contextualizan la vida de la llamada décima musa, "porque sus versos parecían haber descendido en un suave revoloteo desde la divina cima del monte Helicón", escribe la clasicista, quien recuerda que la primera poeta conocida de la historia fue Enheduanna. En el siglo XXIII antes de Cristo, también fue una pionera en denunciar el acoso sexual, concretamente en La exaltación de Inanna, donde denuncia a un rey de Ur (Mesopotamia).

"Quienes lean este texto con ojos modernos se encuentran en una situación comparativamente ventajosa para apreciar que las mujeres cambiaron el curso de la historia antigua de modos muy tangibles", concluye Daisy Dunn, quien recupera a figuras femeninas que, según ella, deberían ser tan conocidas como Alejandro Magno y Julio César. La lista es ingente: Gorgo de Esparta, Amitis, Telesila de Argos, Tomiris, File de Priene, Aspasia, Olimpia de Epiro y un largo etcétera en el que, por supuesto, se merecen un puesto prominente las ya citadas Artemisia de Halicarnaso, Fulvia y Cinisca de Esparta.

"Si se eliminan los Ptolomeo y los César, si se prescinde por completo de Pericles y Alejandro, de Jerjes y Juba, lo que queda es un páramo yermo", escribe la autora de La venganza de Pandora, quien aclara que no busca distorsionar la historia, sino ponerlas a ellas en primer plano. "Ahora bien, si se los desplaza un tanto hacia los bordes de la escena, puede que salgan a la luz las mujeres eclipsadas por su sombra". Que algunas no hayan dejado rastro, advierte, "no es una mera casualidad", sino la constatación de que los historiadores y cronistas las excluyeron de sus narraciones. "Lo cierto", se lamenta Daisy Dunn, "es que muchas de ellas son sombras".

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