Este artículo se publicó hace 13 años.
Zapatero cargó con el partido en la campaña de la transición en el liderazgo del PSOE
Los socialistas se han volcado en reconquistar a los 'cabreados' con la advertencia de que la derecha "desmantelará el Estado de bienestar"
Gonzalo López Alba
La que terminó el viernes ha sido, seguramente, la campaña más extraña para José Luis Rodríguez Zapatero y para el PSOE, marcada como ha estado por el intento de la derecha de convertirla en un plebiscito sobre el presidente del Gobierno y por el anuncio previo de la retirada de quien ha sido el líder indiscutible e indiscutido de los socialistas durante la última década. Una campaña marcada por el objetivo inmediato de "salvar los muebles" ahora para, a continuación, afrontar un proceso de renovación que permita recuperar el apoyo de "la izquierda cabreada" con un nuevo candidato para las elecciones generales de mazo de 2012. Una campaña que se ha desarrollado con un ojo puesto en el 22-M y otro en el pos 22-M, con una solapada precampaña para las primarias entre los dos precandidatos a la sucesión: Alfredo Pérez Rubalcaba y Carme Chacón. Y con una inquietud de fondo: si la derecha gana, se instalará en el poder para muchos años.
Podría decirse que la campaña socialista comenzó el 2 de abril, cuando Zapatero confirmó ante el Comité Federal del PSOE su retirada después de varios meses en los que fueron públicas e insistentes las presiones de los dirigentes territoriales para que hiciera el anuncio en el que depositaban su esperanza de evitar verse arrastrados por el desgaste del Gobierno y de su presidente.
El PSOE aspira a salvar los muebles para renovarse desde el poder
La despedida de ZapateroEl PSOE, con Zapatero a la cabeza, concluyó que con este anuncio había logrado desbaratar la estrategia del PP, cuyo eje monotemático era y ha sido señalar al presidente del Gobierno y líder socialista como el culpable de todos los males.
Alguno de los que entonces más presionó en esa dirección, como el extremeño Guillermo Fernández Vara, cree que se cumplió el objetivo perseguido: "No he oído hablar a nadie sobre si Zapatero debe continuar o no. Si no, estas elecciones hubieran sido unas primarias". Sin embargo, otros, como el madrileño Tomás Gómez, que también se destacó en los requerimientos públicos a Zapatero, ha confesado sus dudas sobre la influencia que el anuncio pueda tener en el resultado de las elecciones municipales y autonómicas.
Zapatero reivindicó su legado en la última campaña como líder socialista
El temor compartido es que, finalmente, pueda más el deseo de castigar al Gobierno que el juicio sobre la gestión de los gobiernos autonómicos y municipales; que pueda más el enfado de parte del electorado socialista que el temor al regreso de la derecha.
"Cuando se gana, ganamos todos; cuando se pierde, pierde el candidato", dijo el castellano-manchego José María Barreda durante la campaña cuando los periodistas le preguntaron sobre el escenario que puede abrirse tras las elecciones de hoy. Pero la ley de la democracia representativa es que cuando los candidatos de un partido pierden, pierde todo el partido.
Para intentar impedirlo, Zapatero volvió a echarse el partido a las espaldas. Era su responsabilidad como secretario general, pero seguramente también su deseo. La de esta campaña electoral con diez mítines ha sido, de hecho, su caravana de la despedida, porque tras el verano todo el protagonismo recaerá en quien resulte elegido candidato para 2012. En esta situación resultaba imposible que el presidente del Gobierno sustrajera su discurso electoral de la reivindicación de "lo que hemos hecho", con las conquistas en políticas sociales "sólo la Ley de la Dependencia justifica una legislatura", libertades y derechos cívicos en el frontispicio de su legado. Anunciada su retirada para el corto plazo que separa esta convocatoria del final de la legislatura, también resultaba imposible que pudiera anunciar compromisos y proyectos de futuro.
División de juicios sobre el efecto del anunciado adiós del presidente
"No es lo mismo"Así las cosas, el Comité Electoral del PSOE diseñó una campaña centrada en una idea: "No es lo mismo". No es lo mismo la izquierda que la derecha, ni en tiempos de bonanza ni menos aún en los de crisis. En consecuencia, el mensaje en positivo ha sido que, aún "en lo peor de la peor crisis", los socialistas han preservado el principio de solidaridad, con una tasa histórica del 75% en la protección a los parados y un gasto social que alcanza el 58% de los Presupuestos del Estado. Y el mensaje en negativo ha sido la advertencia de que, si gana el PP, "desmantelará el Estado de bienestar", y lo hará sin necesidad de esperar a las elecciones generales porque las políticas sociales básicas sanidad, educación o ayuda a la dependencia son de competencia autonómica.
Esta circunstancia llevó al presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, a formular una de las conclusiones de más calado sobre la realidad política española de los últimos meses, aunque haya pasado casi desapercibida: "Lo más antiautonomías que se ha producido en estos 30 años de Estado de las Autonomías es que los presidentes autonómicos hemos dicho que las autonomías no sirven para nada". Ese es el corolario de la actitud generalizada de atribuir toda la responsabilidad de la gestión de la crisis al Gobierno de España.
Los pinchazos' en la asistencia a los mítines dispararon las alarmas
El estallido del malestarCabreado como está parte del electorado socialista con el giro económico de Zapatero, "los enfadados" eufemísticamente llamados "indecisos" fueron desde el primer momento el objetivo preferente. Y los pinchazos en la asistencia a los mítines, que comenzaron el primer día de campaña en la tierra del presidente, dispararon las alarmas sobre la dificultad de recuperar la sintonía perdida.
En la primera mitad de la campaña, el PSOE pudo rentabilizar los errores no forzados del PP, cuando sus dirigentes volvieron a sacar a relucir su falta de escrúpulos para utilizar en la contienda electoral la lucha contra el terrorismo o hicieron, como en Catalunya, un discurso xenófobo, sin que Rajoy moviera un músculo para desautorizar a sus protagonistas. Pero también el PSOE cometió algunos.
La ola de los indignados cogió a los socialistas descolocados
El mayor se produjo cuando, llevado por la pasión al reivindicar su legado, Zapatero acusó de "mentir como bellacos" a los que dicen que ha hecho recortes sociales. Se dirigía al PP, pero fueron muchos los progresistas que se dieron por directamente aludidos, acrecentando así el malestar de los indecisos, los que dudan entre votar al PSOE o quedarse en casa.
La legalización de Bildu introdujo también un factor de distorsión, hábilmente rentabilizado por la derecha, sobre todo cuando un expreso de ETA se fotografió con una pancarta pidiendo el voto para la nueva formación. Sin la legalización de Bildu, el PNV habría hecho caer al Gobierno antes de acabar la legislatura, pero con ella se enfrió el apoyo de parte de los votantes socialistas en territorios con mayoría sociológica de centro-derecha, como Castilla-La Mancha, convertida en el epicentro de la batalla del 22-M.
Al igual que Extremadura, esta comunidad es gobernada por el PSOE desde 1983, y su pérdida simbolizaría por tanto un cambio sin precedentes. Con Zapatero llegó el PSOE a acumular más poder territorial que nunca antes, al conquistar en su momento gobiernos que nunca había tenido, como los de Euskadi y Catalunya; pero, si se confirma la tendencia iniciada con la pérdida del Gobierno catalán, y antes del gallego, ahora se enfrenta al riesgo cierto de tener menos del que nunca tuvo.
La precampaña por la sucesión se solapó con la cita electoral
Para colmo de adversidaes, estalló el malestar social largamente incubado por los indignados, que ha cogido a los socialistas desprevenidos y desconcertados, sin saber bien cómo cabalgar una ola de alcance impredecible. Aunque inicialmente intentó orillarse el fenómeno, ellos han sido los protagonistas del tramo final de la campaña. A medida que el movimiento de protesta se consolidaba, crecía el temor a que su actitud contaminara a los indecisos. Ahí volvió a surgir el mejor Zapatero, el más auténtico, el que antes de convertirse en presidente proclamó que su aspiración no era ser "un gran líder, sino un gran demócrata", y el que puso el broche a su última campaña como líder haciendo hincapié en que el voto "es la palanca de cambio más poderosa".
El calendario de la sucesiónAyer, Zapatero dedicó la jornada de reflexión a correr, estar con su familia y analizar el calendario inmediato con José Blanco y Marcelino Iglesias. Sea cual sea el resultado, un ciclo se acaba y, tras el 22-M, toca elegir al sucesor.
La previsión era que el proceso se abriría el sábado por el Comité Federal, pero esta fecha figura en blanco en la agenda del presidente que se distribuyó el viernes y podría retrasarse hasta dentro de 15 días. La Ejecutiva decidirá mañana.
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